“El robo del siglo es el saqueo del agua”: Valeria Souza
El valle de Cuatro Ciénegas, en Coahuila, es un tesoro singular: su ecosistema alberga la evidencia más antigua de vida de nuestro planeta. Desde hace 24 años, la investigadora protegió este codiciado oasis; sin embargo, la falta de presupuesto le impidió seguir estudiando los secretos del lugar. La indolencia en Conagua, denuncia, pone en peligro su continuidad
POR LEONARDO DOMÍNGUEZ
En pleno desierto se encuentra un “laboratorio” que sobrevivió a la extinción de los dinosaurios y se ha convertido en un foco de fascinación para científicos de la NASA y mexicanos; se trata del valle de Cuatro Ciénegas, en Coahuila, una especie de “aula viva” que resguarda información sobre el pasado de nuestro planeta.
Durante 24 años, Valeria Souza, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, estudió este paraíso. Desde la primera vez que lo recorrió quedó enamorada, no sólo por la naturaleza del lugar sino por su singularidad: tras realizar las primeras pruebas de ADN ambiental, descubrió que este oasis alberga la mayor diversidad microbacteriana de la Tierra.
El valle, rodeado por la imponente montaña de San Marcos y Pico, también es una cápsula del tiempo, una máquina capaz de procesar datos sobre los mares primitivos, pues sus sedimentos marinos “formaron tapetes microbianos, llamados estromatolitos, que son nada más y nada menos, la evidencia más antigua de vida de nuestro planeta: unos 3 mil millones de años”, cuenta Souza.
Aunque todo comenzó por su interés nato de estudiar las bacterias del sitio y la evolución molecular de los microorganismos, poco a poco la aventura la llevó por otros caudales como la conservación del oasis. Asimiló, quizá involuntariamente, que su tarea iba más allá de la ciencia, que era urgente emprender acciones para mantener con vida el humedal, así que fue librando otras batallas. En el camino buscó dotar y compartir los conocimientos y el valor de Cuatro Ciénegas a los habitantes de la región.
Tras dos décadas de investigación y conservación, Valeria Souza tomó la difícil decisión de despedirse de Cuatro Ciénegas; aunque aún quedan varios pendientes y preocupaciones, no hay marcha atrás. La falta de presupuesto y la corrupción gubernamental la empujaron a tomar otro camino.
Cuatro Ciénegas ha sobrevivido miles de millones de años, ha sorteado extinciones; sin embargo, la feroz depredación humana la ha puesto en agonía y con un futuro incierto si el rumbo no se corrige.
¿Qué la llevó hace 24 años a Cuatro Ciénegas?
Cuatro Ciénegas me llamó. Vino la NASA a tocar la puerta, literal, aquí al Instituto de Ecología de la UNAM. Querían que científicos mexicanos participaran en un proyecto de Astrobiología porque tenían la aproximación de que Cuatro Ciénegas se parecía al mar del pasado y tenía sitios ricos en minerales similares a los de Marte, situación que después corroboramos. Luis, mi esposo, que es la mitad de mi cerebro racional y es la parte preocupona, no estaba convencido, tenía miedo de que me fuera a enamorar del lugar, y así sucedió. Fuimos en la primavera de 1999 con nuestros hijos, tuvimos el enorme privilegio de que nuestro guía fuera Wendell Lee Mincley, quien descubrió Cuatro Ciénegas en 1958 y le dedicó su vida a la investigación y conservación; él documentó desde que era un espacio prístino hasta que hicieron los canales en los 70 y se empezó a morir el humedal. Gracias a su lucha se declaró como área protegida, pero también vio que no era suficiente porque las leyes mexicanas protegen al pez, pero no el agua. Así que se le ocurrió abrir un programa de Astrobiología en la Universidad de Arizona y ponerle un reflector a Cuatro Ciénegas, que es el lugar con menos fósforo del planeta, la falta de este elemento es una característica del planeta durante los primeros 3 mil millones de años, entonces sí es equivalente al mar primitivo. Necesitaban a alguien que supiera de evolución de microbios, en ese entonces yo era la única ecóloga microbiana. Se armó un equipo multidisciplinario que incluía a expertos de la NASA en planetas, atmósferas primitivas, biólogos y matemáticos.
¿Cuál es el tesoro que resguarda Cuatro Ciénegas?
Un lugar sin nutrientes es como un espacio muerto de hambre, donde esperas que no haya prácticamente nada. Pero en Cuatro Ciénegas, la historia fue distinta. Cuando empecé a hacer cultivos de bacterias yo esperaba encontrar sólo tres cosas de diferente morfología, pero resultó que la caja estaba llena de microorganismos diferentes, la diversidad era evidente aún con herramientas muy primitivas. Las bacterias y arqueas parecen tener una afiliación marina, algunas de ellas tienen su origen en el final del Precámbrico y otras del inicio del Jurásico. Cuatro Ciénegas ha sobrevivido a todas las grandes extinciones, al congelamiento del mar y a la desaparición de los dinosaurios. Cuando contemplas la dimensión del lugar, sientes que los gigantes jugaron Play-Doh ahí. La montaña guardó el sedimento marino en sus nanocuevas de arcilla, las bacterias ahí suben, bajan y regresan, pero han evolucionado, es una isla de sedimento marino en medio de la nada. La razón de la biodiversidad de Cuatro Ciénegas es el tiempo y la montaña lo resguardó.
¿Qué lecciones nos deja este lugar?
Cuatro Ciénegas se ha convertido en el lugar mejor comprendido de México y uno de los mejores estudiados del mundo. Es el sitio más biodiverso en microbios del planeta, cada lugar que estudiamos es único e hiperdiverso, muchos de ellos son la base del árbol de la vida. Llegamos a una historia de al menos hace 3 mil millones de años y llegamos al origen de la diversidad de muchos linajes, pero también logramos a explicar que estás comunidades han sobrevivido porque cooperan, en lugar de competir, pues en un mundo sin fósforo se ven obligados a reciclar absolutamente todo y cualquier forastero que quiera invadirlos es destruido con miles de antibióticos, no hay célula cancerosa que pueda crecer junto a ellos. Además, su modelo nos puede dar la solución para una agricultura sin fertilizantes, que pronto será una realidad.
En esta búsqueda del conocimiento, ¿cuáles son los pendientes que deja en Cuatro Ciénegas?
Aún queda mucho trabajo por hacer. Estudiamos a profundidad sólo tres sitios, de cientos. El primero fue Churince, que ya murió pero gracias al financiamiento de Fundación Slim logramos tener datos de las arañas, libélulas, reptiles, abejas, pájaros, microbios, la dinámica de las plantas, peces y extinción de las tortugas. Churince fue investigado durante 16 años, era nuestro sitio principal y como lugar de contraste está Pozas Rojas, ubicado al otro lado de la montaña y tiene condiciones diferentes, pero no tuvimos presupuesto para estudiar bien sus sedimentos que seguro son fascinantes porque es el lugar más marino del complejo. El que empezamos a estudiar en 2016 y se nos acaba de morir fue Domos del Arqueano, este marzo: lo muestreamos; tenía 25 centímetros menos de agua. Ese modelo de estudio, que era extraordinario; es el lugar más diverso del arqueas, ya se escondió debajo de la tierra; los microbios van a sobrevivir debajo de nosotros, pero las tortugas no.
A pesar de su riqueza científica, usted se retira de Cuatro Ciénegas como investigadora, pero también como activista. ¿Por qué?
Los medios amplificaron mis gritos en el desierto. La situación era tan crítica que necesitaba alzar la voz. Lo que hace de la batalla de Cuatro Ciénegas algo muy especial es que no sólo se trata de una organización ambiental gritando, aquí alzamos la voz a partir de datos científicos, volvíamos a gritar y volvíamos a hacer ciencia. Pero también nos enfocamos a una labor muy importante: educar. En 2004, empezamos a trabajar con los niños de la región, con los recursos de Luis y míos. En 2010, ya de manera más formal, la Fundación Slim no ayudó a poner un laboratorio de biología molecular en el CBT 22 (Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario), hicimos de los niños unos científicos, que son capaces de entender y bioprospectar para proteger su sitio. Uno de estos niños, Héctor Arocha, ahora tiene un doctorado en Biotecnología y es director del proyecto Génesis, que busca salvar a Cuatro Ciénegas. Me voy porque la comunidad necesita empoderarse. Voy a dedicar mis últimos cinco años de actividad académica al océano, a limpiar el mar del futuro con las herramientas del mar del pasado. Cuatro Ciénegas la tienen que salvar los cieneguenses, a mí me toca entender qué le pasa al mar ante el cambio climático. Se sentían muy cómodos de que yo estaba ahí, ya les toca también gritar a ellos. Les proporcionamos las herramientas, con el apoyo de Pronatura cerramos el canal de Saca Salada, pero llegaron los ejidatarios y a machetazos lo abrieron; ¿qué puedo hacer ante eso?, ni siquiera puedo demandar a la Conagua (Comisión Nacional del Agua) porque no tengo el derecho, tienen que hacerlo los habitantes.
Se implementaron tres vedas para la extracción del agua en Cuatro Ciénegas, pero no se han respetado. ¿Por qué sigue fracasando el rescate de esta región?
Porque a Conagua le vale un pepino, Conagua hace lo que le da la gana, nadie le pone un alto. No importa a quién pongan arriba o qué partido esté en el poder, son las mismas prácticas. Es muy interesante que cuando llega (Andrés Manuel) López Obrador a la Presidencia y Blanca Jimenez a Conagua se quema el piso 9 del edificio de la comisión, justo el piso de los archivos: nadie sabe cuánto usa quién, quién es dueño de qué, ahí está la lana, ahí está la corrupción. Este es el verdadero robo del siglo y es al pueblo de México y a sus recursos; la guerra que viene será por el agua. Qué raro que sólo se quemó ese piso.
Entonces, ¿ante qué panorama estamos?
Conagua no hace su tarea: regular, hace otra: vender, pero la de proteger, no. Como bien dices, las tres vedas no sirvieron. Falta que Monterrey pegue un grito de que se están muriendo de calor y de sed para que intenten reaccionar; los industriales usan mucha agua, en San Pedro Garza se usa mucha más agua que en cualquier otra parte de ese estado. Conagua es tan poderosa que ningunea a los secretarios de la Semarnat, sea quien sea, la que manda es Conagua. Es un desorden absoluto.
Además de la corrupción, existe otro problema: la falta de presupuesto…
El presupuesto operativo que había a través de fideicomisos y contratos con con empresas para hacer estudios los desapareció López Obrador. La Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM nos da proyectos de risas, era un drene constante de nuestra chequera, que Luis y yo lo hacíamos con mucho gusto, pero basta. Estar en camionetas que no tienen mantenimiento, con llantas lisas y que explotan, tampoco es para tanto. El técnico del proyecto, Manuel, que también le pagamos de nuestra chequera y que es vital para los proyectos que siguen, vino un día antes de la excursión por la camioneta para cambiarle las llantas: al sacarla, a 30 metros de CU, prende el aire acondicionado del auto y empieza a sacar humo; él, que es muy listo, brincó de inmediato antes de que la camioneta explotara; si eso me pasa a mí en el Periférico, me muero.
Entre todo el nuevo entramado que se inventó el Conacyt, uno de sus Programas Estratégicos (Pronace) es el agua. ¿Por qué no se apoya a Cuatro Ciénegas?
Porque no es parte de una agenda política, Elena (Álvarez-Buylla, directora del Conacyt) se mueve a lo que le gusta al Presidente, la mayor parte del dinero del Pronace de agua se mandó a la recuperación del humedal de Texcoco, donde iba a estar el aeropuerto. A pesar de que Cuatro Ciénegas sea el sitio más biodiverso del mundo, no les importa porque no es un lugar políticamente relevante. Nuestro plan era apoyar al CBT y tener gente que capacitara a los maestros para análisis de suelos y agua, además de continuar haciendo ciencia, para ello necesitábamos alrededor de cuatro millones de pesos para un proyecto de tres años. Hacemos muy buena ciencia, somos muy productivos, pero la hacemos con palitos, no hay presupuesto.
Ingresó a la Academia Americana de Ciencias, una de las pocas mujeres que logra este reconocimiento que también ha distinguido a figuras como Darwin y Einstein ¿Qué representa para usted?
No lo podía creer. Fue antes de la pandemia. Mi mentor, Richard Lenski, que también es miembro, me nominó. Estábamos en Tepoztlán, en Semana Santa, cuando me habló Richard para darme la noticia. Fue muy lindo porque mi mamá todavía pudo acompañarme a la ceremonia; con todo y que se acababa de romper la cadera nos fuimos a Boston. Ella murió dos años después. Fue el reflejo de muchos años de trabajo científico y también la labor de educación, la vinculación con los jóvenes.
¿Cómo se siente después de dejar una relación de 24 años? Luce tranquila…
Se me quitó un peso de encima, la verdad. Los dos proyectos que estoy trabajando son muy valiosos y también necesitan mi atención. Voy a limpiar la bahía de Ohuira, en Topolobampo, Sinaloa. Había que destetar al niño, que camine solito, que enfrente su batalla, que demande a Conagua y que obligue al Estado mexicano a hacerse cargo de sus tesoros.
FOTO: Valeria Souza es investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM y es miembro de la Academia Americana de Ciencias. Crédito de imagen: Germán Espinosa /El Universal