El silencio de una voz
POR DAVID RUANO GONZÁLEZ
Después de dos años del veto poético que se impuso Javier Sicilia, a raíz de la muerte de su hijo Juan Francisco, ha sido publicado lo que promete ser su último libro de poemas. Vestigios reúne textos anteriores al asesinato de su hijo. Un libro donde no hay discurso en contra de la violencia o los gobiernos, como ocurre en el activismo actual del autor, sino, como nueva propuesta, la voz contestataria es en contra de Dios por su abandono.
Vestigios no es un poemario uniforme; en la primera parte hay poemas donde el carácter religioso no se manifiesta como una nota de orfandad: los poemas dedicados a la Anunciación de María, “Logos” y “Horeb”, en los que el diálogo con la divinidad no es un reclamo sino, hasta cierto punto, una alabanza, dan cuenta de una fe sin ruptura.
Hasta aquí, Vestigios tiene una fórmula que repite la de los anteriores libros de Sicilia: se toma un mito bíblico y se reescribe en un contexto actual; es la relación con el elemento de lo divino lo que cambia poco antes de la mitad del poemario. Desde el poema “El camello”, encontraremos un yo lírico en crisis, para quien la fe está en juego y que clama a un Dios ausente. A partir de este momento, los poemas adquieren un tono de reclamo, pues el sujeto de la enunciación lírica cuestiona el estado del mundo que lo rodea, un mundo de caos, que ese Deus Absconditus permite:
¿dónde quedó el arriba y el abajo,
dónde el fin y el principio,
dónde el cosmos abierto
como una ávida herida
que mana por los ojos?
Esta división también se encuentra en la estructura de los textos. La primera parte presenta poemas narrativos en los que la recontextualización de lo bíblico se desarrolla en la anécdota y, además, los poemas son más prosaicos que líricos por momentos, como ocurre en, por ejemplo, “Época” y “Génesis”, que abren en libro.
Ya en la segunda parte, el poema lírico reformula lo bíblico como cuestionamiento, pues la palabra sagrada es contradicha a partir de que lo prometido en las escrituras es nulo actualmente. Estos poemas no son localizables en un tiempo-espacio específico.
El cambio de tono hace interesante a Vestigios. Por supuesto, se recuerda a Job; sin embargo, la diferencia es que no hay forma de reclamarle a alguien escondido; por lo tanto, el recurso para expresar el descontento será la evocación, como en “Getsemaní”, el mejor poema del libro:
Tan lejano es todo,
tan extraño y ajeno,
arrancados del aire,
de la tierra,
suspendidos de nada,
no sabemos qué hacer,
[…]Sólo nos queda ser elegidos.
Al reformular la manera de dirigirse a lo divino y contrariarlo, Vestigios se torna apocalíptico. En “Parusía” se piensa en la llegada del Señor, que ya pudo haber sucedido, pero sin repercusiones, lo que da un resultado absurdo; en “Apocalipsis o el peso global” el ubi sunt se hace presente; “Tiempo y sazón” reformula el Eclesiastés llevándolo a la inversa y, con ello, recuerda las señales antes del fin de Mateo 24.
Cuando los tiempos finales se acercan, cuando ser elegido es la imposibilidad de nuestras vidas y no se puede captar la voz divina porque ha decidido retirarse, y ese Dios era “el verbo hecho carne”, ¿cómo escribir poesía ante esto? Resulta algo ilógico, pues del mundo en orden, y de amor, que sostenía la vida, sólo quedan restos. Y, precisamente, “Los restos” cierra Vestigios; es el poema que Javier Sicilia escribe al difunto Juan Francisco. Se recorre en sus versos el Infierno en el que el mundo se ha sumido por la ausencia de Dios; incluso, es de destacar que es este el único poema narrativo de la segunda parte.
Ya no hay más que decir
el mundo ya no es digno de la palabra
Si el Verbo era Dios y Dios es amor, la palabra también es amor. Al faltar uno de estos elementos, faltan todos; por ello, la palabra ya no tiene sentido.
Dice María Zambrano en El hombre y lo divino: “La conciencia se agranda tras un desengaño de amor, como el alma se había dilatado con su engaño”. Vestigios es un libro en el que la desilusión amorosa en lo divino es la raíz para que el poeta cuestione sus creencias y hasta su poética. Poniendo en entredicho la religión de toda su vida, Sicilia entrega un libro donde la reformulación de los textos bíblicos es igual a la duda que surge sobre la presencia de Dios hoy en día. Triste y digna despedida del mundo de las letras.
Javier Sicilia, Vestigios. México, Era, 2013.
*Fotografía: Javier Sicilia/Archivo EL UNIVERSAL.