El triunfo de los villanos

Sep 28 • Conexiones, destacamos, principales • 3839 Views • No hay comentarios en El triunfo de los villanos

POR ROGELIO SEGOVIANO

 

Si Homero, Shakespeare, Cervantes, Dickens o Dumas vivieran hoy en día, seguramente serían los creadores de las más exitosas y adictivas series de televisión que hemos disfrutado en las últimas décadas, pues ninguno encontraría una mejor manera de conectar con las grandes audiencias de todo el planeta sus épicas y cautivadoras historias cargadas de valor, drama, suspenso, heroísmo, envidia, comedia, erotismo, coraje, celos, corrupción, horror… La condición humana en todo su esplendor.

 

No es descabellado imaginar lo anterior, toda vez que las series de televisión se han convertido, en los años recientes, en una de las formas de entretenimiento global más importantes que se han desarrollado, al ser vistas cada día por decenas de millones de personas en todo el mundo. La serie de zombies The Walking Dead, por ejemplo, ha mantenido a lo largo de sus tres primeras temporadas un rating promedio de 11.5 millones de espectadores por episodio sólo en Estados Unidos, con picos en algunos capítulos de hasta 14.8 millones de televidentes.

 

Y la tendencia de crecimiento sigue, de ahí que las más importantes cadenas de televisión, principalmente las de la Unión Americana, dediquen grandes porcentajes de sus presupuestos anuales a la producción de estas series. No vamos más lejos: los productores de la exitosa serie House of Cards, protagonizada por Kevin Spacey, recibieron de la empresa Netflix casi cien millones de dólares para la realización de las dos primeras temporadas, de 13 capítulos cada una. En esa misma línea, la cadena ABC invirtió 10 millones de dólares sólo en el primer episodio —de la primera temporada— de la serie Lost, en donde se presentaba un espectacular accidente aéreo del que partía la columna vertebral de la trama.

 

No son pocos los que consideran que las series de televisión han ganado un lugar tan importante en nuestra sociedad, que se han convertido en uno de los factores centrales para que las personas se suscriban a alguno de los diferentes sistemas de televisión de paga. Es abismal la diferencia entre las telenovelas tradicionales de Televisa y TV Azteca, con las nuevas series en los sistemas restringidos, pues más allá de las elementales y malhechas historias que manejan los melodramas, sus presupuestos están muy por debajo de los de las series, de ahí que nunca podrán verse secuencias en las que se libre una batalla con cientos de extras, se estrelle un avión, se registre una explosión que derrumbe un edificio o se realice un operativo en helicóptero, como sí puede verse en Homeland24LostGame of Thrones o Espartacus.

 

De Lucy a Tony Soprano

 

Si bien a finales de los cuarenta se hicieron algunos intentos por llevar las radionovelas a la pantalla chica, no fue sino hasta 1951 cuando surgió la que es considerada como la primera gran serie de televisión en la historia: I Love Lucy. Durante una década, la serie protagonizada por Lucille Ball reinó en el prime time (horario estelar), y ese nuevo aparato que invadía los hogares de la clase media estadounidense terminaría por ser parte de la vida diaria, al grado de modificar hábitos y costumbres de la gente. I Love Lucy presentaba la vida de un singular matrimonio entre una típica estadounidense y un inmigrante cubano, en donde las diferencias culturales eran el eje de la historia. Algo muy parecido a lo que ahora se presenta en Modern Family (sólo que aquí en un cambio de roles), con la colombiana Sofía Vergara.

 

A las aventuras domésticas de Lucy siguieron dos series con todo el sabor del viejo Oeste que lograron conquistar a los televidentes y en poco tiempo se convirtieron en clásicos de la pantalla chica: Bonanza y El Gran Chaparral. Ya no había marcha atrás: el camino a seguir estaba marcado.

 

Y si bien los críticos de cine no dudan en afirmar que la película El ciudadano Kane, de Orson Welles, marca un antes y un después en la historia del cine, los especialistas en la pantalla chica tampoco se la piensan mucho al asegurar que Los Soprano, de la cadena HBO, marca un antes y un después en las series de televisión. De la mano del productor, director y guionista David Chase, así como del actor James Gandolfini, fallecido hace unos meses, Los Soprano no sólo vino a darle la vuelta al género de gángsters, sino que ayudó a redefinir el estilo de las series desde su concepción y desarrollo, hasta la manera de promoverlas, transmitirlas y comercializarlas.

 

En la serie de HBO, Gandolfini da vida a un mafioso de Nueva Jersey (Tony Soprano) un tipo calvo, obeso, violento y antipático, que intenta liberarse de sus culpas y demonios acudiendo al psicoanalista. Representaba, como nadie, el fracaso y la angustia, el miedo y la cárcel existencial. En otras palabras, el drama del hombre moderno en toda su extensión.

 

Entonces, si algo define la creatividad y el gusto de todos los públicos en esta época, son las series de televisión. Su larga duración, audacia, refrescante promesa de sorprender con giros de tuerca y, sobre todo, la desmedida identificación que provocan sus personajes con la audiencia, las hacen simplemente irresistibles.

 

Dexter Morgan cierra ciclo

 

En medio de una tormenta de reclamos en redes sociales por un final que no dejó muy satisfechos a gran parte de sus seguidores en la Unión Americana, mañana lunes FX (el canal operado por Fox International Channels) transmitirá en México y América Latina el episodio final de Dexter, la exitosa y adictiva serie de televisión que durante los últimos siete años siguió la vida de Dexter Morgan, un metódico y carismático asesino en serie, cuyas víctimas eran peligrosos criminales que habían logrado evadir a la justicia.

 

La serie cerrará su ciclo en Latinoamérica con el capítulo “Remember the Monsters?”, el cual registró el pasado domingo 22 de septiembre —durante su estreno en la pantalla chica estadounidense— el mejor rating en la historia de Dexter, con más de 2.8 millones de televisores (unos nueve millones de personas), lo que supone que el interés por el personaje aún sigue en las preferencias de la gente.

 

Si bien la primera temporada de Dexter está basada en la novela Darkly Dreaming Dexter, de Jeff Lindsay, las siete siguientes temporadas son una derivación de historias del personaje creado por Lindsay, sólo que ahora a cargo de los escritores Stephen R. Pastore y James Manos, Jr., quienes entendieron y transmitieron a la perfección las motivaciones asesinas de este hombre que, en su intento de llevar una vida “normal”, trabaja como perito forense especializado en manchas y salpicaduras de sangre, en el Departamento de Policía de Miami, donde su hermana Debra Morgan es detective de homicidios.

 

Con cuatro premios Emmy y dos Globo de Oro en su haber, el gran mérito de Dexter ha sido el despertar ese primitivo instinto depredador y asesino que la mayoría de las personas llevan dentro, al grado de celebrar cada crimen que el antihéroe cometió a lo largo de los 96 capítulos transmitidos desde el 1 de octubre de 2006. Reconfortaba presenciar el ritual de Dexter, que incluía la macabra recreación del ambiente en el que sus víctimas, otros criminales tanto o más peligrosos que él, habían cometido sus delitos; la toma de muestras de sangre de sus mejillas para su colección personal y el consecuente desmembramiento de los cuerpos para arrojarlos en altamar.

 

A lo largo de las ocho temporadas de la serie, Dexter Morgan asesinó a 117 personas, de las que sólo una o dos no merecían morir. Y aunque no pudo obtener una muestra de sangre de todas sus víctimas, con gran recelo escondía una caja —que luego fue destruida— en donde guardaba 45 muestras. Después, en un segundo “cofre de tesoros”, tenía otros 43 “recuerditos” con hemoglobina.

 

Y si bien la historia de este singular asesino serial transcurre en Miami, lo cierto es que fueron muy pocas las escenas que ahí se grabaron, pues la mayoría se realizaron en Long Beach, California, mientras que los interiores se hicieron en Sunset-Gower Studios, en Los Ángeles.

 

Por cierto, tal es el impacto que ha tenido Dexter, que ya hasta Showtime, el canal de televisión premium que lo transmite en EU, lanzó en su sitio web dos temporadas de una serie animada (de cuatro y seis capítulos, respectivamente) con historias de dos minutos de duración, de cuando Dexter Morgan iba a la Universidad.

 

Sobra decir que Dexter ha marcado de manera importante la vida de Michael C. Hall, su protagonista, pues además de situarlo como uno de los actores más populares y mejor pagados de Hollywood, en el set conoció a la actriz Jennifer Carpenter —quien interpreta a Debra, hermana de Dexter—, se casó con ella en 2008 y se divorció tres años después. Además, en 2010 se confirmó que el actor estaba siendo tratado por un cáncer conocido como linfoma de Hodgkin, proceso del que salió triunfante.

 

Hace poco, cuando le preguntaron a Michael C. Hall en torno a la creciente fascinación del público por los antihéroes, el actor dijo que, desde su punto de vista, este fenómeno obedecía a que las series de televisión realizadas en los años recientes reflejaban cada vez mejor el interior del alma humana. “Creo que es porque todos, así como estos antihéroes, tienen esqueletos guardados en el armario. Tal vez no como Dexter o como Tony Soprano, pero tiene que ver con que para muchas personas estos personajes son menos una mentira, que se revelan como ellos son, mostrando todas las esquinas oscuras de su ser”.

 

Y si bien el final que se transmitirá mañana por la noche en América Latina puede que no sea del agrado de todos los seguidores de la serie, toda vez que esta octava temporada resultó ser una de las más flojonas y con los villanos más endebles, siempre quedará en el recuerdo de los televidentes el apoteósico final de la cuarta temporada, en el que el asesino llamado Trinity mata en la tina de baño a Rita, la esposa de Dexter, y deja a su hijo en medio de un charco de sangre.

 

*Fotografía: Parte del reparto de Dexter. De izquierda a derecha: Lee, David Zayas, Michael C. Hall, Jennifer Carpentier, James Remar y Desmond Harrington/ESPECIAL.

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