Elisa Miller y el edén subvertido

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Temporada de huracanes, basada en la novela homónima de la autora mexicana Fernanda Melchor, se afirma como una genuina cine-novela que rescata los saltos temporales y el lirismo

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Temporada de huracanes (México para Netflix, 2023), fragoroso film 4 de la excortometrajista premiada en Cannes de 41 años Elisa Miller (largos: Vete más lejos Alicia 10 y El placer es mío 15; cortos meritorios: Ver llover 06 y Roma 08), con guion suyo y de Daniela Gómez y Fernanda Melchor basada en su novela homónima, un grupo de niños nadadores del infernal pueblaco veracruzano de La Matosa encuentra flotando y hediendo en un río el putrefacto cadáver degollado y con una culebra saliéndole por la boca de La Bruja (el artista drag Édgar Treviño), un curandero choto/gay de figura siniestra y sospechoso de hechicería a cuya lúgubre casa en la colina acudían las mujeres por clandestinas prácticas abortivas y donde el heterodoxo varón organizaba orgías, a las que asistían sus dos jóvenes homicidas brutales y drogadictos, el titubeante homosexual Brando (Ernesto Meléndez) y un lamentable bisexual Luismi (Andrés Cordaz) de pronto deseoso de vengar un aborto tardío practicado a su luego hospitalizada novia solovino preñada por su padrastro Norma (Nat Rigoni), aunque rebautizada como Clarita por la madrota del burdel Excálibur y despectiva progenitora del enamoradizo muchacho Chabela (Reyna Mendizábal) que había llevado a la chava fugitiva con el reacio abortero, antes de que el descenso del cuerpo agonizante de éste fuera visto por la subsumida chava Yesenia La Lagarta (Paloma Alvamar) oculta al pie de la colina y que el transporte de La Bruja moribunda fuera asegurado por uno de los amantes de la madre de Luismi, el abyecto cojo Munra (Guss Morales) que también a la vera del río pudo presenciar el bárbaro remate conjunto del asesinado a cuchilladas, cumpliendo con los imprevisibles designios crispados de ese edén subvertido.

 

El edén subvertido, más que asumirse como una escrupulosa adaptación literaria, se afirma como una genuina, refleja y equivalente cine-novela moderna, donde la estructura cobra una primordial importancia y significación narrativa/antinarrativa, una estructura en cinco partes o segmentos, a base de racconto coincidentes/divergentes/suplementarios, al sjöbergiano-wellesiano estilo de La diosa arrodillada de Revueltas/Gavaldón (47) o del Rashomon de Kurosawa (50): 1. La Bruja arma un brevísimo racconto sólo formado por recorridos y visiones pesadillescas de la morada del visceralmente odiado personaje titular por diferente, y mediante ecos de las habladurías homofóbicas de ambos sexos en su contra (“Pinche Bruja, me da repele, pinche choto mariposón”/ “Dicen que guarda el cadáver de su madre”/ “Le gustan los hombres de cuerpo correoso”); 2. Yesenia La Lagarta efectúa una dolorosa inmersión en el estado mental de esa conmovedora muchacha en trance de rendir testimonio en la comandancia de policía y de cien formas apabullada por su sádica abuela falócrata y misógina límite doña Tina (Norma Reyna), en naturalistas flashbacks escalonados sin piedad; 3. Munra acomete el implacable retrato de ese pueblerino teratológico que se mueve como reptil deyecto entre su obsesión erótica y el fuliginoso congal de rameras resignadas (“Chamba es chamba”), hasta aceptar hacerle un paro a su virtual hijastro vengador, en el traslado del cuerpo desangrado de La Bruja a bordo de su camioneta, arrostrando el riesgo de mancharla (“Arranca, pinche cojo”), mientras el chavo afligido languidece apoyando la frente sobre la portezuela y susurrando una balada melancólica en imitación del tocayito Luismi; 4. Norma se propone como la pieza clave al trazar con marcado lirismo, al escalpelo y en despoblado, el triste pero tierno itinerario de la embarazada Norma (o la futura Clarita) desde que es obligada a bajar de un autobús en cualquier Matosa porque hasta allí le alcanzó su dinero, donde queda a merced de una jauría de machos ligadores rucos, es rescatada y alimentada en su casa por un sensitivo Luismi cuya delicadeza la seduce al grado de hacer el amor con él, sin develar su indeseable preñez avanzada, y sólo para ella caiga después en manos de la madre proxeneta Chabela que acabará arrastrándola con una renuente Bruja cuyo bebedizo para que arroje su bebé nonato cierta noche a solas y a la intemperie la hará despertar uncida a los aparatos quirúrgicos de un cuarto de hospital; y 5. Brando da un tremebundista salto temporal hasta la detención y el arrojo en la cárcel de ese reprimido chavo, de inmediato despojado por los embravecidos presos de sus valiosos tenis de lujo, en un acto que lo remite a la ansiada compra de ellos gracias a su acre rebeldía contra la madre infeliz y a un latrocinio exitoso, pero asimismo le revive su asistencia a las bacanales de La Bruja, a quien con el tiempo intentará ultimar con la muleta del Munra, como respaldo a su inaceptable romance con el Luismi cuyo rostro tumefacto acabará desafiantemente acariciando ante todo mundo en la prisión; o sea, cinco piezas de un rompecabezas, o de un cortazariano Modelo para armar, bien señaladas, identificables y muy distintas en su naturaleza interna y sus finalidades significantes.

 

El edén subvertido se afirma así como un antithriller de antemano sujeto a su radicalización a modo de un tema musical y variaciones, a través de una deliberadamente sórdida fotografía esteticista en colores reventados de María Secco, un mimético haz de canciones populares que hacen resaltar contradictoriamente los pulsionales trozos composicionales de Héctor Ruiz y una edición de Paulina del Paso y Miguel Schverdiger con crucial diafanidad, dando relieve a una desintegración huracanada de hostilidad, descomposición social, cautiverio familiar, opción sexual vergonzante, romances libertarios y martirio múltiple, alrededor de la salvaje vivisección de un crimen de odio.

 

Y el edén subvertido culmina vaticinando una temporada de huracanes que ya se ha tornado tan ancestral y endémica como ese leit motiv ambiental-contextual de las torres incendiadas de una refinería de Pemex vuelta fondo apocalíptico nacional.

 

 

 

FOTO: La adaptación de Temporada de huracanes fue producida por Netflix. Crédito: Especial

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