Retratos de Zapata: corazón, espíritu y mente

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La vida de “El caudillo del sur”, a lo largo de los años, se ha abordado en libros, en la televisión y en el cine. La película ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan, escrita por John Steinbeck; y Zapata y la Revolución mexicana, del historiador John Womack Jr., son materiales clásicos que retratan la historia del Ejército Libertador del Sur

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POR MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ

Hablar de Emiliano Zapata, como de otros personajes de la Revolución mexicana, divide opiniones. Revisar tres maneras de acercarse a Zapata es como hurgar en un álbum familiar e intentar hallar rasgos comunes de una misma persona que fue fotografiada por tres distintos autores: Octavio Paz Solórzano —testimonio—, John Steinbeck —ficción y no ficción— y John Womack Jr —ensayo—. Corazón, espíritu y mente. Zapata de frente y de perfil, en su lado más humano y, al mismo tiempo, adusto, noble, hombre visionario preocupado por el presente y futuro de la tierra, temido y carismático, guadalupano y anticlerical, audaz y hasta con voz de predicador.

 

 

Apóstol de la tierra libre

 

El Zapata más humano lo describe Octavio Paz Solórzano, padre de Octavio Paz, quien de 1914 a 1919 siguió de cerca los pasos del líder zapatista. Paz Solórzano, quien estudió leyes y ejerció como periodista, es quien consigna la famosa frase: “En el sur, hasta las piedras eran zapatistas”. El libro Emiliano Zapata (1936) está integrado por los artículos que publicó en Magazine para Todos de El Universal y en El Porvenir. Coloca al caudillo como el icono que todos hemos visto, sus palabras como la de otros cronistas de su época favorecieron a la creación del personaje: “era delgado, de complexión robusta, de color moreno, tostado por el sol abrasador de la tierra caliente; usaba grandes bigotes y tenía un lunar en la parte superior del bigote derecho”. Ese lunar dio motivo a que varios sospecharan de su muerte, porque su cabeza que fue exhibida como un trofeo, no tenía ese lunar. No obstante, su fallecimiento fue confirmado por el cuartel general del Ejército Libertador. […] “Sus ojos eran pardos, y al mirar traducían el estado de su alma; su mirada era por lo regular opacable, pero se volvía penetrante y escudriñadora cuando trataba algún asunto de interés con alguna persona a quien no conocía bien.”

 

Refiere que el general Zapata no era ostentoso, sino de gustos sencillos y austeros. Quizá su único lujo era usar trajes de charro y sombreros galoneados de muy buena calidad, que lucía con sillas de montar de plata. Recurría a este atuendo cuando ejecutaba una de sus pasiones: la charrería. Apunta Paz Solórzano que también participaba en corridas de toros, pero a la usanza de los ranchos, no con la parafernalia española; es decir, lazaba o coleaba al toro, a caballo o a pie.

 

Conocía casi de memoria la región suriana y eso siempre le dio ventaja frente a sus oponentes. Cuando tenía preparado un plan para atacar, lo exponía frente a quienes iban a participar y, entre todos, como si se tratara de una lluvia de ideas, intentaban descifrar las zonas de mayor peligro. En esos lugares él iba a colocarse. Prefería combatir en los puntos que van sobre la vía que va de Cuautla a Puebla. Si podía elegir la fecha para uno de sus ataques, optaba porque fuera en Sábado de Gloria; ese día era importante para él, pues le recordaba que le había ido bien en sus enfrentamientos y hasta se convirtió en una frase que empleaba para indicar que se había salido con la suya: “Les voy a dar su Gloria”, exclamaba. Aunque, en el prólogo del libro, Octavio Paz señala que en la biografía escrita por su padre sobre Zapata no se aborda la religión, “ni una palabra acerca de su fervoroso catolicismo popular y su veneración a la Virgen de Guadalupe”.

 

Apóstol de la tierra libre, así lo define Paz Solórzano, quien fue testigo de cómo Madero intentó desviar los ideales del zapatismo al ofrecerle una hacienda al líder de la Revolución en el sur del país. “Cómo me voy a convertir en un hacendado, cuando he invitado a la gente a luchar en contra de ellos, ¿qué dirían las viudas y los huérfanos de los soldados muertos en la Revolución?”, se pregunta Zapata. El padre de Octavio Paz consigna cómo se gestó el Plan de Ayala y la tenacidad del líder que se fue convirtiendo en una figura clave del movimiento armado.

 

La prensa opositora a Zapata criticó con ferocidad dos acciones del general oriundo de Anenecuilco, en particular los asaltos a La Cima —los zapatistas colocaron dinamita en las vías del tren, murieron 82 personas y hubo 17 heridos— y a Ticumán —en donde, entre otros, murieron los periodistas Ignacio Herrerías, Humberto L. Strauss y el fotógrafo Rivera—. Ambos hechos hicieron que Zapata fuera considerado un terrible asesino, y sus soldados unos feroces bandidos.

 

Cuenta Paz Solórzano que Zapata, un día antes de que fuera asesinado por los hombres de Guajardo, promulgó un decreto en donde reconocía los grados de jefes y oficiales carrancistas que se unieran al zapatismo, porque había un fuerte descontento entre las filas de los gobiernistas. Veinticuatro horas después, “Zapata invitó a cenar a Guajardo y éste se negó a concurrir, diciendo que estaba enfermo: el general Zapata, con toda nobleza, acompañado de su asistente, le llevó una pócima que había mandado preparar, al tener noticia de su enfermedad”. Anteriormente, Guajardo había simulado que estaba del lado de Zapata y, cuando éste le pidió una prueba, mandó fusilar a 50 soldados federales. Pero era una trampa y, a diferencia de otras ocasiones, Zapata no titubeó al escuchar sus palabras. “Traición: palabra maldita interminablemente repetida a lo largo de nuestra historia”, puntualiza Octavio Paz.

 

 

El héroe mexicano en Hollywood

 

El Zapata de John Steinbeck también forjó la leyenda del héroe. Steinbeck era un escritor interesado en México, como puede verse en varias de sus novelas. En la década de los años cuarenta, México se convirtió en su segundo hogar. Pasó una temporada en nuestro país, para asistir a la filmación de La perla, cuyo guion escribió en colaboración con Jack Warner y Emilio El Indio Fernández, director de la cinta. Elia Kazan presumía que fue el primer director al que se le ocurrió llevar a la pantalla grande la vida de Zapata. Y para ese proyecto no deseaba un guionista profesional sino alguien que conociera y admirara al personaje como él, y ese fue Steinbeck, su amigo y vecino. El escritor estadounidense conocía la información vertida en The Crimson Jester: Zapata of Mexico, del periodista H. H. Dunn —libro que rechazó— y eligió guiarse por Zapata The Unconquerable, de Edgcumb Pinchon e investigar por su cuenta. Así inició su periplo por los lugares donde combatió Zapata; además se percató de la pobreza en el campo mexicano y de otras carencias.

 

El estudio previo al guion es un recorrido por la historia de México, a partir de una visión imparcial y bien documentada. Es puntual en los hechos y alianzas, se trata de un panorama desde la Conquista hasta la Revolución. Un ensayo espléndido que, sin duda, debería recuperarse una edición aparte, ya sin el oropel y aires hollywoodenses.

 

Steinbeck realizó dos versiones del guion definitivo de la película ¡Viva Zapata! (1952). Elia Kazan asegura que siempre estuvo de acuerdo con el trabajo de Steinbeck y que los cambios que se llevaron a cabo, ya sobre la filmación, fueron mínimos. Aunque Kazan prefiere no recordarlo, en realidad sí tuvieron una discrepancia: el escritor quería que Zapata fuera interpretado por Pedro Armendáriz, protagonista de La perla. Y Kazan propuso a Marlon Brando. En tanto que Darryl F. Zanuck, el productor, quería que Tyrone Power, el actor favorito de la Fox, interpretara a Zapata. Finalmente, Brando terminó siendo el actor principal.

 

Kazan y Zanuck revisaron minuciosamente el archivo fotográfico Casasola, con imágenes de 1909 a 1919. Durante la investigación de campo con testimonios de zapatistas, Steinbeck encontró el acta de matrimonio de Emiliano Zapata y Josefa Espejo (Jean Peters), mujer que desempeña un papel importante en la película. Otros personajes que incorpora en la trama son Eufemio Zapata (Anthony Quinn), hermano de Emiliano y Fernando (Joseph Wiseman), éste último es un personaje ficticio que hace las veces de consejero de Zapata y que, a todas luces, es un líder comunista.

 

Respecto al comunismo, es inevitable no mencionar la postura de Kazan. Guionista y director estuvieron de acuerdo en humanizar a Zapata, abordar sus grandes batallas y su preocupación por la desigualdad en el campo mexicano. No obstante, había un doble propósito: elaborar una crítica al comunismo. “Es un film anticomunista”, declaró Kazan ante la Comisión de Actividades Antiamericanas, el 14 de enero de 1952.

 

Una de las escenas más representativas de la película es cuando Marlon Brando le da voz a esta advertencia de Zapata: “Esta tierra es de ustedes. Pero tendrán que protegerla. No será de ustedes por mucho tiempo si no la resguardan. Y si es necesario, con sus vidas. Y sus hijos con sus vidas. No subestimen a sus enemigos. Volverán. Pero si les queman la casa, vuelvan a construirla. Si destruyen su maíz, vuelvan a sembrarlo. Si sus hijos mueren, tengan más. Y si nos echan de los valles, viviremos en las faldas de las montañas. Pe-ro viviremos. […] He buscado jefes. Hombres fuertes, sin defectos. No los hay. Sólo hay hombres como ustedes. Que cambian. Desertan. Mueren. No hay más jefes que ustedes mismos.”

 

 

Un clásico de la historia de México

 

Otro libro esencial para conocer al líder suriano es el estudio que hizo John Womack Jr, Zapata y la Revolución mexicana (1969). La inquietud de Womack surgió como tema de su tesis de doctorado en la Universidad de Harvard. Él proviene de Oklahoma, creció en el seno de una familia de campesinos y granjeros, conocía de las injusticias de quienes se dedican a la agricultura. Se había propuesto hacer su tesis sobre la historia de América Latina, pero todavía no tenía definido qué tema y época iba a abordar. Por esos años había comenzado a leer sobre la Revolución mexicana y Josefina Zoraida Vázquez —historiadora de El Colegio de México— fue a impartir una conferencia a Harvard. Gracias a ella, Womack, narra en una entrevista hecha para El Colmex, tuvo la idea de reflexionar sobre la presencia de Zapata y sus huestes.

 

John Womack atribuye a Steinbeck la creación de una interesante aportación, como el guion de la película, y que haya encontrado el acta de matrimonio de Zapata. Para el historiador no sólo había que estudiar la figura del héroe revolucionario sino también a todo el Ejército Libertador del Sur, mismo que veía como un ejemplo de los levantamientos armados de la época en busca de un principio básico de justicia. Desde su punto de vista, tres grupos de personas integraron al Ejército Libertador del Sur: los intelectuales que lo rodeaban, los migrantes de Guerrero y el Estado de México que se unieron a la lucha con los campesinos de Morelos, y numerosos hijos de exesclavos negros, que aún no gozaban de plena libertad en las haciendas.

 

Una pieza clave en el trabajo del historiador estadounidense fue la presencia y el estudio de Jesús Sotelo Inclán, autor de Raíz y razón de Zapata (1943), un libro que reconstruye la historia de Anenecuilco, donde nació Emiliano Zapata. Sotelo Inclán toma en cuenta la manera en que estaba organizada la sociedad en el mundo prehispánico, para describir la forma en que perdieron sus tierras con la llegada de los españoles. El recorrido histórico brinda un panorama distinto y, a la vez, ayuda a entender por qué tuvo tanta fuerza el zapatismo desde sus inicios.

 

Womack indica que un triunfo del zapatismo fue que en sus filas había descendientes de esclavos dispuestos a luchar por todo. Al historiador, más allá de elaborar una narración sobre Zapata y sus acciones bélicas, le interesa comprender lo que representaba la injusticia en el campo mexicano. Álvaro Matute señala que Womack “trazó su epopeya, recuperó y fijó a Zapata y al zapatismo” (Revista de la Universidad, 160). También lo novedoso de este libro es que llega hasta los años cuarenta y analiza lo que ocurrió con el zapatismo en la ausencia de su dirigente.

 

Estos retratos contribuyeron a que se concibiera la historia en torno a Zapata, claro está, con su dosis de leyenda. Aunque tanto Paz Solórzano como Steinbeck y Womack exploran la figura del jefe revolucionario que va más con sus propias convicciones, coinciden en subrayar el carisma, la astucia y la inteligencia de Zapata. Sólo Steinbeck acude a la ficción y añade, entre otros personajes, la imagen de una curandera-partera que vaticina el nacimiento de un niño, “un soldado, un tigre vengador. [..] Nacerá aquí de nuestra sangre y destruirá esta odiosa enfermedad de nuestras tierras. […] Recorrerá el país y lo limpiará del terrible mal”. Lo que más repudiaba Zapata era la traición y así murió, en una emboscada que le tendió Jesús Guajardo, el 10 de abril de 1919, en la Hacienda de Chinameca.

 

 

FOTO: Anthony Queen como Eufemio Zapata; Marlon Brando como Emiliano Zapata; Lou Gilbert como Pablo y Harold Gordon como Francisco I. Madero en ¡Viva Zapata! (1952), de Elia Kazan. / Especial

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