La escritura como refugio
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En Yoga, el ganador del Premio Princesa de Asturias 2021 habla sobre la meditación como método de desbloqueo creativo después de sus tragedias personales
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POR RODRIGO MENDOZA
Existen escritores que, cuando se meten en el terreno de la escritura del yo, se concentran en hacer una ¿innecesaria? exposición de su intimidad que, entre otras cosas, provoca una incómoda discusión con el lector sobre el sentido de la verdad construida desde la literatura. Por supuesto, esa es una cuestión teóricamente interesante que, por otra parte, contribuye más a los estudios literarios que a la mera experiencia de lectura.
Emmanuel Carrère es de los escritores que no se detienen a dilucidar el flujo de veracidad vertida en sus obras. Carrère cuenta las cosas asumiendo que el lector no se detendrá a cuestionar su autenticidad. Y vaya que hay de todo en sus textos: asesinatos, infidelidades, tsunamis, crisis religiosas y biografías de terceros. Pero la virtud de Carrère es que, a pesar de que siempre enuncia el mundo a partir de sí mismo, inexorablemente termina hablando de alguien —o de algo— más importante. Es lo suficientemente sensible como para saber que sus libros tienen que trascender todo lo que pueda contarnos sobre su persona, que el núcleo de sus textos nunca será su propia figura, aunque se empeñe en hacérnoslo creer.
Así, su obra más reciente llega bajo el mismo esquema: comienza con su vida personal para después hablar de otra cosa, algo que resulta mucho más relevante que su privilegiada experiencia vital. En este caso, la intención de Carrère era escribir un ensayo sobre el yoga y la meditación, dos elementos que han ejercido una influencia positiva en su existencia. Pero esa intención fracasa porque la vida es mucho más complicada, porque la escritura tiene varios senderos que pueden recorrerse de manera inconsciente. En un atisbo de genialidad retórica, Carrère admite varias veces a lo largo del libro que lo que estamos leyendo ya no es un ensayo sobre yoga y meditación, que acaso nunca debió serlo y que, a fin de cuentas, ni siquiera él es capaz de definir el sentido de este libro, pues su única intención era refugiarse en la escritura para entenderse a sí mismo.
Yoga habla de más que sólo yoga y meditación. Incluso se puede decir que este libro subraya que es posible escribir sobre lo que sea, siempre y cuando sepamos contarlo bien. Y si algo tiene Emmanuel Carrère es un tremendo oficio narrativo y una capacidad envidiable para saber en dónde encontrar buenas historias. Convierte, con astucia, esta especie de terapia literaria personal en un híbrido entre ensayo y autoficción cuya prosa adquiere un matiz tan íntimo como hipnótico.
Si en Una novela rusa, De vidas ajenas y El reino el autor se tomaba el tiempo de pintarnos el panorama de su complicada vida matrimonial y sus crisis familiares para después transportarnos a territorios completamente inesperados vinculados con la ausencia, la desesperación y la fe, en Yoga decide concentrarse en sí mismo más que nunca para poder asentar el complicado camino cuesta arriba que la escritura y la vida le han deparado en los últimos años, un tiempo en que la muerte, la soledad y el bloqueo creativo han adquirido una posición inamovible dentro de su mente.
Carrère comienza describiendo su experiencia en un retiro de meditación y asocia todas sus experiencias con el taichí, la meditación y yoga para articular un texto que explore las consecuencias beneficiosas que él mismo ha percibido en su vida. No obstante, Yoga pronto se desvía de ese camino para concentrarse en un universo personal donde nos detalla la depresión que casi le cuesta la vida y lo obligó a internarse en un hospital psiquiátrico; recuerda el atentado de enero de 2015 a la redacción del Charlie Hebdo en que pereció su colega Bernard Maris; se da el tiempo de lamentar la pérdida de su amigo y editor Paul Otchakovsky-Laurens; y retrata su experiencia como tallerista en un campo de refugiados en Grecia.
Al final, la obra es un valioso testimonio sobre lo mucho que pueden ayudar la meditación y el yoga para salir de atolladeros existenciales, eso sí, sin articular ningún tipo de panfleto simplón. Porque Carrère no pretende convencer ni persuadir a nadie de practicar yoga o meditar. Carrère sólo cuenta lo que ha vivido a través de ambas actividades en un tono que no es de autoayuda ni de un guía espiritual, pues entiende que alcanzar la felicidad no es tan simple como hacer yoga todos los días. Es claro que la lección más valiosa que la meditación le ha dejado al ganador del Princesa de Asturias 2021 es la de saber exactamente qué lugar ocupa dentro de su propio universo, pues para él, “la meditación es estar en tu lugar, sea donde sea”.
Es cierto que, a diferencia de otros de sus libros, Yoga es un tanto repetitivo y parece más producto de la improvisación y de la urgencia de escribir para no sucumbir a la desesperación. Pero ¿no es esa, acaso, la mejor manera de escribir? Y es que los momentos más brillantes de esta obra residen en el zigzagueo mental de Carrère, quien repasa sin pudor todos los procesos mentales que lo rodearon durante la escritura de este libro. El texto es, entonces, un mapa que abarca la operación creativo-emocional previa a la escritura y el momento tortuoso en que vertió en papel la vorágine de ideas que lo asfixiaban. Al final, es claro que el yoga sólo fue un simple pretexto, como lo puede ser cualquier cosa con tal de escribir.
FOTO: Portada de Yoga, libro de Emmanuel Carrère/ Crédito: Editorial Anagrama
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