“En esta sociedad racional, hay espacio aún para la magia”: entrevista a Óscar Godoy

Ene 13 • Conexiones, destacamos, principales • 1983 Views • No hay comentarios en “En esta sociedad racional, hay espacio aún para la magia”: entrevista a Óscar Godoy

 

En Los aparecidos, el autor rescata la tradición oral de Colombia: vincula los mitos con la realidad del país, donde el terror no proviene de lo sobrenatural sino de los hombres

 

POR JUAN CAMILO RINCÓN
“Tantos miles de descendientes que han poblado y se han ido, borraron por su cuenta, cada vez a mayor velocidad, las huellas de sus antepasados, aun de sus abuelos y padres”. A eso se enfrenta el Hombre del Río, un ser mitológico con el que los habitantes de remotos pueblos colombianos intentan explicar las desapariciones de varias mujeres. En ese territorio que “es el hogar de uno solo que ha vivido mil años” tiene lugar la historia de Los aparecidos (Alfaguara, 2023), la nueva novela del periodista, profesor universitario y escritor colombiano Óscar Godoy.

 

El ganador del Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires en 2021 recurre a las creencias fantásticas que se contaban alrededor de las fogatas, la riqueza de la tradición oral y “los cuentos de viejos” para entretejerlas con la vasta realidad de las violencias ejercidas por hombres en camionetas que arrasan con la tranquilidad, del terror de las masacres y la intimidación del reclutamiento forzado.

 

Con esa intención Godoy acompaña al inspector Daniel Valencia para descubrir que lo realmente monstruoso detrás de las desapariciones es una sociedad que sofocó las palabras de los ancianos y cambió los paisajes y donde, hoy, puentes y ejércitos, artificios mecánicos y jaulas sobre ruedas, amenazan con extinguir la vida ancestral.

 

Somos un país (y una región) de desaparecidos. ¿En qué momento surge la idea de darle la vuelta a esa problemática desde lo mitológico para crear esta novela y hablar de ellos?

 

Los aparecidos es un título que parece ir en contravía de lo que ha sido una realidad en nuestro país durante demasiado tiempo. Pero es un título que hace alusión a las apariciones, a esos seres que brotan de las sombras para espantar o sorprender a la gente. Sin embargo, esta novela no se queda allí, sino que crea una atmósfera y unas circunstancias en las que se hace posible que estos seres coexistan e intervengan, a su manera, en las realidades más crudas de nuestro tiempo, y por ese camino la trama encuentra un enfoque que la particulariza en el panorama de nuestra literatura sobre el conflicto.

 

¿Qué lecturas, vivencias y voces nutrieron la escritura de esta Los aparecidos?

 

Sin duda hay un trasfondo de memorias de mi infancia en Ibagué, siempre al lado de personas (abuelos, tíos, padres, amigos) que contaban historias fascinantes, tradiciones orales que resonaban en las noches a la luz de la luna, o alrededor de la mesa del comedor o en los pasillos de una finca de la familia de mi madre. Pero también hay un cúmulo de lecturas de todo tipo de materiales (novelas, cuentos, crónicas, testimonios, documentales, películas) sobre las realidades de esa violencia que acompaña a nuestro país desde hace tanto tiempo y que ha sido algo así como una obsesión dolorosa para mí. En Los aparecidos confluyen muy diversas experiencias, íntimas y de mi entorno, como si llevara toda mi vida acumulando los materiales con los que se construyó la novela.

 

Resulta muy interesante la manera en que usted entreteje mitos y realidades (el Hombre del Río y los hombres de las camionetas). ¿Cómo trabajó narrativamente estos dos lugares?

 

Esa fue una de las grandes preguntas que guiaron el proceso de escritura de esta novela. La intención estuvo clara desde el principio: tenía desde hace mucho tiempo la idea, y el reto, de escribir una historia que abordara de otra manera las tradiciones orales, y les diera vigencia en la Colombia de hoy. Es decir, no quedarme en el relato tradicional, que ya ha sido rescatado por los estudiosos de nuestras mitologías regionales, sino trascenderlo, ir más allá, proponer una historia en la que esos seres abandonaran su lugar habitual y se conectaran de otra manera con las realidades de hoy. La siguiente pregunta, por supuesto, fue: ¿con qué mundo se van a encontrar estos seres cuando abandonen los territorios de la leyenda, cuando “aparezcan” entre nosotros? La respuesta fue clarísima: pues con la Colombia de hoy, plagada de violencias.

 

¿Dónde o cómo nació el Hombre del Río?

 

Algunos lectores han creído ver en el Hombre del Río al Mohán, otros al Hombre Caimán y otros a seres mitológicos con similares características de diversas regiones del país, y esas interpretaciones me confirman que la decisión de configurar un personaje diferente, aunque se alimentara de esas tradiciones orales, fue la acertada. El Hombre del Río que cobra vida en esta novela tiene su propia historia, padece soledad y miedo, busca el amor, es dueño de sus propios códigos éticos, posee poderes y puntos débiles, se apoya en los saberes populares pero los trasciende. Nació de un ejercicio de construcción minucioso, a partir de unas mitologías que no fueron más que la excusa para ir más allá.

 

También es interesante la manera en que la novela muestra cómo lo verdaderamente monstruoso es la sociedad alrededor del monstruo del río. ¿Cómo desarrolló su trabajo narrativo para “humanizarlo”?

 

Como resultado del trabajo de configuración del personaje, y del mismo proceso de escritura, me sorprendió lo profundamente humano en que se convirtió. Y en contraste con él, el retrato del pueblo donde ocurre la acción, de sus habitantes, de los hombres de las camionetas, resulta demoledor. ¿Quién es más monstruoso, este ser aislado y solitario, que puede abrigar una violencia básica pero implacable, o aquellos que no vacilan ni tienen frenos para asesinar inocentes, torturarlos, desmembrarlos y desaparecerlos? Esa es una de las grandes preguntas que plantea la novela.

 

¿Cuál de los personajes le representó el mayor desafío?, ¿cuál es el más cercano a sus afectos?

 

Cada personaje representó un reto de escritura. El Hombre del Río, por supuesto, implicó un profundo esfuerzo de construcción, desde su pasado hasta su presente, desde sus acciones hasta sus impulsos. Daniel Valencia, el joven abogado que acaba estableciendo el vínculo entre lo mítico y lo real, y entre las realidades de la gran ciudad en contraste con las de un pueblo perdido de nuestra geografía, es otro personaje que fue necesario delinear con mucha delicadeza. Otro gran reto fue Myriam, la muchacha, que a pesar de figurar muy poco se convierte en uno de los ejes principales de la trama. Pero tal vez los personajes más cercanos a mis afectos son las dos ancianas: Chila y Bertica Bahamón me robaron el corazón con su coraje, su capacidad para enfrentar las dificultades, su buen humor y sus ganas de vivir.

 

Es muy valioso el lugar que usted otorga a la narración, a los narradores naturales, a eso que se contaba alrededor de las fogatas, los rumores, las historias… ¿Qué lugar tienen en nuestro país los “cuentos de viejos”?

 

Este es justamente uno de los temas que resuenan en Los aparecidos. Chila cuenta y sus hijas y nietos escuchan, al comienzo con cierta displicencia, pero luego con creciente interés. Es el encanto del relato oral que ella encarna. Chila es una narradora natural, y sabe cómo embrujar con sus palabras. No me atrevo a generalizar sobre esta materia, pues el nuestro es un país en el que conviven múltiples realidades, culturas y tradiciones. En estos años vivimos una avalancha de lo digital, de las redes, de esas tecnologías que nos avasallan hasta el punto de desplazar las otras formas de la comunicación humana, pero sospecho que en muchos lugares de nuestro país, en muchas familias y entornos diversos, todavía hay espacio para los “cuentos de viejos”.

 

¿Cómo nos relacionamos en Colombia con la oralidad?

 

Tuve la fortuna de crecer en un entorno, en la Ibagué de los años 60 y 70, en el que la oralidad hacía parte de la vida. Cuando no estaban las personas que contaban historias, que siempre andaban por allí, escuchaba las radionovelas, esa maravilla en la que lo único que brotaba de la radio eran las voces al servicio de un guion y de una historia, pero todo lo demás ocurría en nuestra imaginación. Uno podría pensar que en la Colombia de hoy, en manos de las redes sociales y de tanto artilugio tecnológico que interrumpe el diálogo, las tradiciones orales han perdido presencia, pero no estoy tan seguro de eso. Tengo la sospecha de que todavía hay espacios para la conversación, para el relato contado entre familias o amigos. Cada familia, cada grupo social, tiene sus propias tradiciones orales, sus propias historias que se evocan y se reconstruyen y se disfrutan. Es posible que hayamos perdido de vista nuestras leyendas regionales, o que las veamos con cierta distancia y desdén, pero el arte de contar sigue vigente. Para no ir más lejos, veo con mucho interés el fenómeno de los podcast, que son relatos contados en los que lo único que nos llega es la voz. El ser humano es un ser que comunica, que cuenta y que busca ser escuchado. Confiemos en que este rasgo tan profundo de nuestra naturaleza no desaparezca.

 

¿A qué se puede atribuir la progresiva desaparición de los mitos que nos acompañaron como sociedad durante siglos?

 

Además de lo que mencioné previamente, estamos bombardeados constantemente por la tecnología, por los mensajes en red, los likes, los contenidos cada vez más cortos e insustanciales. En ese contexto nuestras mitologías regionales han sido desplazadas, olvidadas, despreciadas, aunque siguen allí para aquel que las quiera escuchar.

 

En Los aparecidos también hay una presencia constante de las premoniciones. ¿Hoy cuál es el lugar de los presagios en nuestra cultura?

 

Las premoniciones hacen parte de nuestra vida cotidiana. Por más tecnologías, por más redes sociales, siempre hay un espacio en las conversaciones para referirse, por ejemplo, a los sueños y la manera de interpretar lo que esos sueños pueden anunciar para nuestras vidas. Es curioso que en una sociedad altamente racional y tecnificada, como la nuestra, todavía haya espacio para la magia, el presentimiento, la premonición.

 

¿Qué lugar ocupan los mitos y las ideas sobre los seres fantásticos en nuestros relatos sobre las violencias (y nuestra forma de tramitarlas)?

 

La mayor parte de las obras literarias que vienen trabajando las realidades del conflicto y la violencia, lo han hecho con gran acierto, a veces con crudeza, a veces con resonancias poéticas que hacen estremecer, pero ninguna, al menos entre las que he leído, ha establecido una relación entre esas violencias y lo sobrenatural. Es importante notar que el hecho de lograr que esas dos dimensiones interactúen no apunta a banalizar las realidades terribles de nuestro país. Al contrario, tengo la sensación de que la intervención de lo sobrenatural potencia y brinda una mirada muy aguda sobre lo que somos como sociedad.

 

 

 

FOTO: Óscar Godoy, ganador del Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires en 2021. /Universidad Central

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