Christian Petzold y el purgatorio usurpado

Jun 15 • Miradas, Pantallas • 2621 Views • No hay comentarios en Christian Petzold y el purgatorio usurpado

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La versión fílmica de la novela Tránsito, escrita por la escritora alemana Anna Seghers, retrata la huida de un sinfín de intelectuales de la Alemania nazi, por los estragos del fascismo en Europa

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POR JORGE AYALA BLANCO

En la coproducción En tránsito (Transit, Alemania-Francia, 2018), vigoroso opus 8 del apasionado alemán nordrenano de 57 años Christian Petzold (de Seguridad interior 00 a Bárbara 12 y Phoenix 14), con guión suyo libremente basado en la emblemática novela homónima de la estilista literaria emigrada a México al final de la segunda guerra mundial Anna Seghers (aparecida en 1941 y ya filmada como magna investigación documental en Camino de huida a Marsella de Ingemo Engström-Gerhard Theuring 77 y cual fábula de la resistencia multinacional por René Allio en Visa de tránsito 91), el radiotécnico internacionalista germano Georg (ese formidable Joaquin Phoenix alemán llamado Franz Rogowski) logra escapar de las redadas parisinas durante la arrasante ocupación alemana, a bordo de un tren donde muere su amigo correligionario antinazi Paul (Sebastian Hülk) y se ve de pronto desembarcando peligrosamente en una aterrada Marsella a punto de ser invadida, y estando en posesión de una novela inédita ajena con la que se identifica a rabiar, una visa, un billete para zarpar hacia México y un pasaporte, todo a nombre del suicida escritor expresionista Wedel, al que su bella viuda literaria sin aún saberlo Marie (Paola Beer) había abandonado y al que, sin embargo, ahora busca desesperadamente por el puerto de dramático paso aunque ya ha iniciado una relación amorosa con el frágil médico alemán Richard (Goderhard Giese), y así de pronto el solitario Georg se ve prácticamente forzado por las circunstancias y las confusiones del gentil cónsul mexicano (Alex Brandemühl) y del reacio anticomunista cónsul estadounidense (Trystan Pütter) a contraer la identidad falsa, si bien los acontecimientos emocionales que se sucederán en el transcurso de las tres semanas de espera, habrán de dificultar lo expedito del ansiado viaje salvador, pues el buen hombre va a entablar una férrea amistad con el hijito mestizo de su sacrificado amigo Paul de apelativo Driss (Lien Batman), que lo idealiza como padre sustituto bajo la anuencia de su madre, la sordomuda árabe ilegal Melissa (Maryan Zoree), y más complicado todavía, habrá de enamorarse tan románticamente como es posible de la elegantísima y dubitativa e irresistible Marie, quien titubea en huir con ese varón de apariencia mercenaria que tan generosamente le facilita la huida, incluso al lado de su amante y rival Richard, hasta que las tropas ocupantes hagan devastadora irrupción tras los cristales de los restaurantes del puerto convertido sin remedio en purgatorio usurpado.

 

El purgatorio usurpado representa la parte final de un tríptico consagrado por su realizador al Amor en los Tiempos de los Sistemas Opresivos, al lado de Bárbara y Phoenix, aunque esta vez sensible y muy intelectualmente con dedicatoria al teórico y desmontador de imágenes Harun Farocki, o sea, a la vida privada dentro del hitlerismo padecido desde su interior, dentro del socialismo real de la República Democrática Alemana y dentro de la época actual, marcada por la tragedia y la hostilidad contra los flujos migratorios que hoy atraviesan a Europa, por lo que esta vez Petzold no tiene empacho en eludir maquillar o travestir su versión de En tránsito como una película de época, sino, por el contrario, ambientarla en la progresista Marsella del presente (la del Guédiguian de La casa junto al mar 17), plena de anacronismos inocultables, deliberadas fotogenias ultramodernas y disparadísimos elementos visuales (celulares, transportes aerodinámicos) nunca soslayados ni apenas subrayados, pues, como en el señero supracultural No reconciliados de Straub-Huillet 65 y en las antípodas de la Roma de Cuarón 18, nadie pretende hacer una reconstrucción verosímil ni nostálgica del pasado, sino evidenciar de todas las maneras probables la continuidad sociopolítica de los problemas pretéritos todavía irresolutos, en una cinta atemporal-intemporal, porque ¿la existencia hoy limitada por todas partes de los extranjeros, su situación en perpetua inestabilidad y persecución no será la análoga o la misma que la de los desesperados intentando escapar a la ocupación de Francia por el fascismo, acezantemente narrada en off por el barman zombiesco del bistrot Mont Ventoux (Matthias Brandt), ya que “Ni a los muertos se les ocurre algo mejor”?

 

El purgatorio usurpado puede entonces desplegarse como la compulsiva y vertiginosa trama plural y multívoca de una ciudad-ánima en pena (donde “todo mundo quiere contar su historia”), una trama geográfico-espiritual (ese desquiciamiento espaciotemporal de la adorable Marie reencontrada y perdida en diez ámbitos urbanos vueltos agitados estados de ánimo por la acción conjunta de los habituales colaboradores petzoldianos el fotógrafo Hans Fromm y la editora Bettina Böhler), una trama-síntoma sobre la resnaisiana dialéctica de la memoria y el olvido (la pregunta dos veces más curiosa y mórbida que solemnemente formulada: “¿Quién olvida primero; el que abandona o el que es abandonado?”), una trama de relecturas múltiples (y al parecer ilimitadas a lo Marguerite Duras), una trama metafísica en torno a las paradojas de la identidad (propia/asumida/arrebatada/recóndita/impostada), una trama literaria (abrogada como latente alegoría de sí misma y metaficción virulenta), una trama sembrada de súbitas desapariciones y naufragios, al nivel del intempestivo salto al vacío callejero de la canófila arquitecta judía (Barbara Auer) víctima de sus azotes morales, y una trama fílmica autoconsciente de vieja película de espionaje en odres nuevos demasiado nuevos, saga-antisaga, folletón-suprafolletón, cinta de aventuras para acabar con todas las cintas de aventuras que en el mundo han sido y con todos los relatos de amor loco y renuncia que en Casablanca de Curtiz 42 se han inspirado.

 

Y el purgatorio usurpado se tornó la desazón creada por un piano disonante y una trampa estancada que aún ahora sigue unciendo al héroe a su ineluctable espera irracional.

 

 

FOTO: En tránsito estuvo nominada en la categoría de Mejor película en la edición 2018 del Festival de Cine de Berlín. Se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 20 de junio. / Especial

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