“Hay autores que a pesar de la fama son infelices. No es mi caso”: entrevista con el escritor Ken Follett

Feb 5 • Conexiones, destacamos, principales • 7332 Views • No hay comentarios en “Hay autores que a pesar de la fama son infelices. No es mi caso”: entrevista con el escritor Ken Follett

 

Ken Follett, autor de éxito mundial por sus obras de suspenso, habla en entrevista de su universo literario y de su nueva novela, Nunca, una historia distópica ambientada en un estado totalitario

 

POR WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Sobre las cenizas centenarias de un pueblo de Gales llamado Cardiff, que se asomó al apocalipsis ante un fuego provocado en 1404, que tres siglos después impulsó la Revolución Industrial al ser el mayor puerto de exportación de carbón, que sintió el aliento de la muerte durante los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial y que vivió la tensión de la Guerra Fría, nació un niño a quien sus padres protestantes fundamentalistas prohibieron ver la televisión y el cine, pero que se convertiría en uno de los escritores con más lectores de todos los tiempos: Ken Follett, bautizado como Kenneth Martin Follett. Él es una prueba de que los lugares tienen una memoria viva y, a veces, la heredan a unos pocos en quienes se manifiesta transfigurada en formas impensables.

 

El primogénito de Martin y Veenie nació el domingo 5 de junio de 1949. Privado del milagro de la televisión y el cine, el niño Ken a los siete años tuvo la gran idea de su vida al aliarse con el mejor invento del mundo, el libro, al sacar su carnet de la Biblioteca Pública de Cardiff. Devoró un libro tras otro, luego a los diez años su familia se fue a vivir a Londres y él siguió su camino imparable de lecturas en la biblioteca del barrio. Los personajes literarios y autores que lo marcaron fueron Noddy, creado por Enid Mary Blyton, James Bond de Ian Fleming y las tragedias de William Shakespeare.

 

De esos tres mundos surge Ken Follett. Empieza a gestarse un universo literario que él ignora y que apuntalan sus estudios de filosofía que potencian su capacidad de preguntarse cosas y su trabajo como periodista que le aporta la capacidad de escribir y establecer un orden y una estructura en lo narrado.

 

En el universo Follett nada se deja al azar. Cuando el autor se sienta a escribir conoce muy bien a sus criaturas y sabe el destino de que les espera a ellas y su entorno de principio a fin.

 

Con 25 años, en 1974 publicó su primer libro, de espías. Casi medio siglo después, ya son 45 novelas de espionaje, historia, thrillers o política, de las que ha vendido 178 millones de ejemplares en 80 países, y subiendo… Ostenta el título de ser uno de los pocos escritores con uno de los long sellers de más larga duración: Los pilares de la Tierra lleva 32 años en inglés y 30 en español en las listas de los más vendidos en diferentes países.

 

Espera que su reciente novela, Nunca (Plaza & Janés), sobre la posibilidad de una tercera guerra mundial, siga un camino parecido. La precisión de la relojería de este best seller es tal que si estalla o no la guerra, el lector no lo descubrirá hasta la penúltima línea. El maestro relojero pide a los lectores: “Y una vez que lo descubran, les ruego que no se lo digan a nadie”.

 

En la novela parecen filtrarse ecos del pasado trágico de su ciudad, que fue arrasada por el fuego en 1404 cuando el último príncipe de Gales nativo incendió el pueblo en la revuelta contra el dominio inglés.

 

Con la cabeza ya blanca a los 72 años, Follett conserva su vitalidad de siempre. Es un hombre que no supera los 1,75 de estatura, elegante en el vestir, de modales cordiales, atento a lo que dicen los demás y que disfruta de la buena vida que le permiten sus millones de lectores en todo el mundo por la compra de sus novelas.

 

¡Ah!, sobre todo, parece una persona feliz y orgullosa de escribir best sellers sin ningún complejo de culpa porque sus libros sean populares y la crítica literaria no los trate como literatura de alta calidad. Ken Follett se siente querido por el público y prefiere que sus obras sean como el rock and roll que todo el mundo baila y goza, y no el exquisito jazz que solo se puede escuchar y sentir.

 

Es la metáfora con la que juega desde su casa en Stevenage, al norte de Londres, en esta entrevista digital por la plataforma Zoom. Con su sweater de cuello redondo, Follett es un punto azul rey en el centro de su gran salón de tonos caoba escoltado por una gran biblioteca de madera y una chimenea de llamas perezosas.

 

Siempre inspirado en tiempos pasados, el escritor galés acaba de dar otro giro en su carrera con Nunca, una historia de futuro próximo sobre la cual espera equivocarse. Surgió de la idea de comprobar que el mundo vive al borde del abismo ante la amenaza de una tercera guerra mundial. De producirse sería una guerra nuclear que acabaría con la raza humana, cuya mecha se encendería tras una cadena de decisiones inesperadas como ocurrió con la Primera Guerra después del asesinato en Sarajevo en 1914 del heredero al trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando.

 

Follett conoce bien ese periodo cuando investigó para la primera parte de su trilogía The Century (2010). En aquellos primeros años del siglo XX, explica, “ningún líder internacional quería la guerra. Pero se tomaron decisiones lógicas y razonables, pero que llevaron a la peor guerra que había conocido la humanidad. Esto hizo que me preguntara si podría volver a ocurrir hoy”. Sobre todo, se lamenta, “con presidentes que no parecen estar bien de la cabeza”, en alusión a Donald Trump, que cuando se le ocurrió la idea era presidente de Estados Unidos y la posibilidad de que se vuelva a presentar, y con líderes políticos que no se muestran a la altura de la historia.

 

Como si fuera poco, se muestra consternado por la manera como “alguna gente vota para perder su libertad. Eso pasó en Turquía, algo parecido está pasando en Polonia, el gobierno está intentando arrebatarle a la gente su derecho a apelar en los tribunales, y pasó en Estados Unidos con Trump. Pero toda esta gente fue elegida, y lo encuentro alarmante. Esto es algo nuevo. No recuerdo otro momento, durante mi vida, en que la gente votara para perder su libertad. No lo entiendo, he estudiado el ascenso del fascismo en Europa en los 20 y 30 y todavía no entiendo por qué hay gente hoy en el mundo que vota a líderes cada vez más cercanos al fascismo”.

 

De todo esto hablará Ken Follett en la siguiente media hora. “Good morning”, recibe al otro lado de la pantalla con su acento británico y pausado que insinúa una sonrisa. Sus respuestas son ideales, precisas, se nota que ejerció el periodismo y sabe lo que un colega espera. Y no defraudará al lector que espera pistas sobre su secreto del éxito.

 

Hace casi 50 años empezó a publicar, ha tenido cuatro etapas, el público lo trata muy bien, ¿cómo siente que lo ha tratado la crítica literaria?

 

Diría lo siguiente: hay ficción literaria y comercial. Es como el jazz y el rock and roll. El jazz es la ficción literaria que tiene un grupo pequeño y entusiasta de seguidores, y los seguidores del jazz y la ficción literaria tienden a ser un poco esnobs, pero uno no puede bailar jazz. En cambio, a todo el mundo le gusta bailar el rock and roll. A mí me encanta ser el equivalente en los libros del rock and roll a ser el del jazz.

 

Se nos olvida, a veces, que muchos de los autores clásicos del siglo XIX escribían folletines en los periódicos y revistas para poder vivir y eran populares.

 

Sí, es verdad. Esas distinciones no existían en el siglo XIX. Me gusta mucho la literatura francesa, inglesa y rusa del siglo XIX. Desde entonces las cosas han cambiado mucho. No importa, realmente, si un número pequeño de personas está a favor de un tipo de literatura en lugar de otro; siempre y cuando el escritor esté contento con ser lo que es no me importa mucho. Conozco autores populares que venden, pero querrían ser autores literarios no tan comerciales. Escritores que a pesar de todo el dinero y la fama son infelices. Afortunadamente no es mi caso.

 

Les pasa a creadores de todas las artes: algunos de los más queridos por el público y los más comerciales lo que desean es estar en esa otra categoría, ¿por qué cree que les pasa eso?

 

No sé responder por qué… Para mí es un misterio… ¿Y no será mejor disfrutar, digo yo? A mí me encanta mi trabajo. Yo me levanto por la mañana y quiero escribir el siguiente capítulo del libro. Además, la casa que tengo es maravillosa, tengo lo mejor de lo mejor. ¿De qué podía quejarme? Me parece triste que la gente que pueda permitirse esto que tengo yo desee otras cosas.

 

¿Qué es para usted lo más importante a la hora de escribir: el tema, los personajes, la acción, el estilo…? ¿A qué le da prioridad o cuál es la espina dorsal sobre la que levanta sus novelas?

 

Lo prioritario para mí es tener una historia, un argumento interesante y apasionante; lo demás contribuye. Pero si la historia es buena, si se desarrolla de forma interesante y no es aburrida… las demás cosas como la creación de personajes, la selección de las palabras y la creación de un ambiente emocional propicio contribuyen a que ese argumento mejore. Creo que eso ocurre con cualquier otro libro que tenga popularidad.

 

¿En ya casi medio siglo de escritura tiene alguna técnica o proceso que conserve para garantizar la conexión con el público?

 

¡Sí! ¡Claro que sí! A lo largo de estos años he desarrollado y refinado una forma de escribir que es la mía y me viene bien. En primer lugar, me documento muy bien sobre el tema a escribir, planifico muy bien la novela y luego reescribo mucho. Hago un primer borrador, luego un segundo borrador; pero cada mañana, cuando me siento en este escritorio, lo primero que hago es releer lo que hice el día anterior y siempre hago cambios: siempre hay mejoras, hago que las frases sean más claras, enriquezco las escenas, a veces introduzco información, detalles… En el pasado, si hubiera publicado los borradores no tendría el mismo éxito que tengo ahora. Los personajes los tengo definidos en un programa informático. Si olvido algo repaso esa descripción. Cada libro lo planifico antes de sentarme a escribir. Creada la trama, los personajes y la estructura, doy rienda suelta a la imaginación para contarlo de la mejor manera.

 

Ahora, por primera vez, escribe sobre un presente-futuro terrorífico, como ecos de su infancia que fue después de la Segunda Guerra Mundial y en los primeros años de la Guerra Fría. ¿Cómo fue su niñez en Cardiff?

 

Tuve una infancia muy normal y corriente. Lo que era infrecuente era que mi familia era muy devota, eran cristianos evangélicos, protestantes extremos. La vida de familia era muy puritana y se consideraba que la televisión, las películas y el cine eran una mala influencia. Así es que, a diferencia de todos mis amigos, yo no veía televisión ni iba al cine. Por lo demás, mi infancia fue bastante normal y el colegio no se me daba nada mal. Lo que sí hice, y que no hace todo el mundo, es que a los siete años me hice socio de la Biblioteca Pública porque los libros eran muy caros y, aunque mis padres no eran pobres, tampoco les sobraba el dinero. Yo era un lector muy rápido, veloz, y la biblioteca pública era una cosa maravillosa. Ese fue un acontecimiento muy importante en mis primeros diez años de vida porque pude acceder por nada, gratuitamente, a todos los libros que yo quería. Todas las semanas tenía libros nuevos, autores que descubría. Uno no puede llegar a ser novelista si no ha leído muchas novelas. ¡Es imposible! Es como si uno quiere ser violinista y empieza a los 21 años; hay que empezar con cuatro años. Ocurre lo mismo con un escritor: debes empezar a leer pronto y cuando llegues a los 20 ya has leído mucho. Recuerdo con claridad que hacerme socio de la Biblioteca cambió mi vida.

 

¿Recuerda los primeros libros que más le gustaron y marcaron?

 

Claro que sí. Yo tenía unos cuatro años cuando descubrí a Enid Mary Blyton. Era una escritora que escribía para todas las edades infantiles y tenía un personaje que me gustaba llamado Noddy. Era una serie, y me fascinaron esas historias. A los doce años tuve otro momento de inflexión en mi vida. Fue cuando leí una novela de Ian Fleming sobre James Bond. ¡Me encantó! Leí todos los libros de James Bond. Los tomaba prestados de la Biblioteca Pública. Más o menos en la misma época empecé a reescribir las obras de teatro de Shakespeare, las reescribí como si fueran novelas, por el relato, por el argumento… Tenía una idea vaga sobre la forma como Shakespeare utilizaba las palabras, era muy especial. Evidentemente, era muy joven para captar su obra completamente, pero no me importaba porque el argumento era muy potente, había mucha violencia, las historias de Shakespeare son bastante violentas. Así es que mis autores favoritos eran Enid Blyton, Ian Fleming y Shakespeare. Ellos ejercieron una enorme influencia en mí, sobre todo porque disfruté muchísimo sus lecturas.

 

Fantástica combinación: la potencia de Shakespeare con la acción de Ian Fleming y los misterios y aventuras de Blyton. De ahí sale Ken Follett.

 

[No puede articular palabra al reír a carcajadas mientras echa la cabeza para atrás sin dejar de reír].

 

Estudió filosofía y ejerció el periodismo. ¿Qué hay del filósofo y del periodista en sus novelas?

 

La filosofía fue muy importante para mí porque cuando era adolescente empecé a cuestionar las creencias religiosas de mis padres. Esto es algo difícil para un joven porque uno piensa que está siendo desleal a sus padres al empezar a cuestionar lo que es más importante en sus vidas. Fue un periodo difícil y me ayudó estudiar filosofía. Porque la filosofía trata de la verdad, la mentira, los buenos argumentos y los malos argumentos, y los datos científicos. Todo eso conformó mi pensamiento y organizó mi cabeza respecto a la religión de mis padres. Creo que la religión es basura, lo pensé en aquel entonces y lo sigo creyendo hoy. Por consiguiente, la filosofía para mí es algo muy personal e importante. No tanto en mi obra como escritor. En cuanto al periodista, sí tuvo efecto porque cuando yo ejercía tenía que escribir a diario y eso me familiarizó con el acto de escribir. Pero el estilo de escritura que desarrollé es bueno para ser periodista, pero no como novelista. O sea que cuando empecé a escribir novelas era demasiado rápido y mis libros eran muy cortos porque estaba todo condensado. Todavía no había aprendido el arte de crear una atmósfera, un ambiente, a través de la elección de las palabras que generan imágenes… Todo lector de novelas lo que quiere es que se le absorba, que se le introduzca en la historia, en el argumento, que sienta que vive y experimenta esa novela, no que la está leyendo. Quiere meterse en el relato. Todo eso tuve que aprenderlo. Las primeras novelas que se publicaron no eran grandes éxitos porque no tenían suficiente atmósfera, no generaban muchos sentimientos y emociones. Eran muy rápidas y condensadas al estilo periodístico. Hasta que no escribí La isla de las tormentas (1978) no pude aprender estas habilidades y recursos novelísticos.

 

Una década después, en 1989, publicó Los pilares de la Tierra. ¿Cuándo, cómo, dónde y en qué momento vio esa historia en su cabeza?

 

Lo que me inspiró fue la catedral de Peterborough (dedicada a san Pedro, san Pablo y san Andrés). Fui a esa ciudad a hacer una entrevista. Acabé pronto y tenía una hora antes de tomar el tren de regreso a Londres, entonces, de repente, decidí conocer la catedral, y me fascinó. La catedral de Peterborough tiene tres arcos inmensos, muy altos, en la fachada occidental, como si fueran puertas para gigantes. Es alucinante. Entré, la visité y fue el comienzo de la fascinación que posteriormente han ejercido en mí las catedrales. No tardé mucho en empezar a preguntarme por qué están estas catedrales aquí. Por qué los medievales las construyeron y cómo las hicieron. Esas preguntas están en la base de Los pilares de la Tierra. En la novela trato de responder a esas preguntas. Por qué y cómo.

 

¿Recuerda qué edad tenía?

 

Tendría 24 años.

 

Es decir que esa idea germinó en usted unos 15 años antes de sentarse a escribir la novela.

 

Exacto. La empecé a escribir en el 86 y la acabé en el 89. La razón de ese lapso es que al principio de mi carrera yo no hubiera podido escribir ese libro. No había adquirido los recursos ni las habilidades ni las competencias necesarias para escribir una novela compleja, larga, que tuviera una gran cantidad de personajes, que abarcara medio siglo y que tuviera un proyecto ingenieril o arquitectónico argumental tan complejo. Para eso uno necesita habilidades de las que carecía a los 24 años. Pero a fuerza de escribir novelas de suspenso, una detrás de otra, empecé a adquirir esa habilidad y a comprender en qué consiste la literatura. Así es que en 1986 ya tenía un espectro de recursos literarios mucho mayores.

 

Un éxito planetario al que años después le creó una secuela y precuela. Sin embargo, el tercer cambio literario lo dio en el 2010 con la publicación de la primera parte de su trilogía The Century sobre la historia del siglo XX. ¿Qué similitudes hay entre el medievo y el presente? ¿Nos parecemos mucho? ¿Cómo hace esa transición?

 

El proceso de escribir no cambia mucho de un género a otro. Siempre me documento muchísimo y me centro en cómo avanza la historia, el argumento, para mantener al lector alerta y ocupado con ganas de leer lo siguiente. Hay otra cosa, en la Edad Media la gente vivía vidas completamente distintas a las nuestras. Por eso me fascina la novela histórica. También es cierto que la gente de la Edad Media se preocupaba por un montón de cosas que también nos preocupa a nosotros. Se preocupaban por el trabajo, el dinero, la familia, el sexo y el amor, la violencia, el crimen y el asesinato y las guerras. Eran cuestiones muy arraigadas en ellos, al igual que en nosotros. Por eso quien lea mis novelas en la China, en Brasil, en la India; personas cuyas vidas no tienen nada que ver con la mía tienen interés en mis libros. ¿Por qué alguien en Brasil va a estar interesado en un libro que trata de la construcción de una catedral en Inglaterra? Las emociones de todos los personajes del libro son universales y conectan con cualquier ser humano de cualquier lugar.

 

Su trilogía parece decir que no hemos aprendido mucho en lo político.

 

No creo que no hayamos aprendido nada. Una de las cosas que he aprendido de la historia es precisamente que las campañas políticas pueden tener éxito. Por ejemplo,
las sufragistas cuando empezaron su campaña no tenían el apoyo de los hombres. Tuvieron una oposición cruel y deshonesta, y ganaron. Ahora las mujeres votan en cualquier país civilizado. Otro ejemplo es que hubo un tiempo donde la noción de libertad religiosa era horrible, a la gente la podían colgar, matar, porque estuviera a favor de la libertad religiosa. Las cosas han cambiado y la vida ha mejorado poco a poco. Tenemos que seguir haciendo campañas porque hay un montón de cosas sobre aspectos que no nos gustan y la gente debe apoyar esas causas.

 

Habla de las sufragistas, eso me recuerda que las mujeres siempre han tenido un lugar muy importante en sus libros, heroínas al mismo nivel que los hombres, y mucho antes de la actual ola feminista.

 

Cuando yo estaba en la universidad en Londres, a finales de los sesenta, se produjo lo que ahora se llama la segunda ola del feminismo. Fue cuando empezaron a decir que no se las trataba bien ni en igualdad de derechos respecto a los hombres. A esas mujeres se les trataba muy mal, con desdén, los periódicos se reían de ellas. Ahora lo vemos en retrospectiva y nos parece sorprendente, pero esas mujeres insistieron y ganaron la batalla. En aquel momento yo era un joven universitario y las mujeres que decían esto eran compañeras y amigas y salían con nosotros y queríamos que fueran nuestras novias. Muchos hombres de mi generación escucharon a esas mujeres. Y como éramos jóvenes comprendimos y aceptamos todo esto. La generación de mi padre no hubiera aceptado la igualdad de las mujeres. Nosotros estábamos de acuerdo con las feministas y ahora es algo normal y corriente. Por eso es perfectamente normal que en mis novelas haya personajes mujeres con poder y en posiciones importantes. Además, hay razones literarias. Tener esos personajes femeninos importantes y potentes mejora mis novelas.

 

En Nunca, su nueva novela, da un cuarto giro al escribir del presente, y aquí una mujer es la coprotagonista. ¿Cree, como se lee en la novela, que estamos al borde del abismo? Rusia, China, Oriente Medio, cambio climático, virus, migraciones…

 

Creo que vivimos en un tiempo peligroso, en tiempos difíciles mucho más que en cualquier momento del pasado en mi vida, a excepción de la crisis de los misiles cubanos. Ahora no es sólo una amenaza nuclear, está el cambio climático, los virus y podría ocurrir que la raza humana fuera barrida de la faz de la Tierra. Tenemos que tomarnos muy en serio estas amenazas. Los intelectuales tienen que tomárselas muy en serio. Cuando las personas empezaron a morir de Covid, la gente empezó a tomarse en serio las precauciones. Hay que decir que nos falta organizarnos ante una catástrofe futura. Tenemos que ser más precavidos, prepararnos mejor para el futuro y cualquier catástrofe que pueda llegar. Yo tengo nietos y lo único que espero es que ellos vivan lo suficiente para poder tener nietos también ellos para que la existencia humana dure.

 

Gracias, señor Follett. Parece verdad lo que ha dicho de que vive en una casa muy bonita y muy confortable, ¿dónde está ahora?

 

Vivo en una ciudad que se llama Stevenage, a unos 50 kilómetros al norte de Londres. Vivimos aquí porque durante muchos años mi mujer (Barbara) fue diputada del partido Laborista y representaba a esta ciudad.

 

FOTO: El escritor escocés Ken Follett es autor de 45 novelas, la primera de ellas publicada en 1974 /Crédito de foto: EFE

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