El Chango diplomático
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Las caricaturas de Ernesto El Chango García Cabral desde la revista Multicolor contra el presidente Francisco I. Madero le hicieron ganar una beca en París, donde, poco más tarde, inició una breve y accidentada etapa diplomática que continuó en Buenos Aires
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POR MIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY
A inicios del mes de junio de 1911, comenzó a circular en la Ciudad de México una nueva revista semanal: Multicolor, dirigida por Mario Vitoria, un humorista de origen español que se hizo popular con la publicación de su famoso Diccionario Frívolo. En el editorial de arranque escribió: “Mi semanario abundará en colores. Además del rojo y el verde, que por lo vivos serán los predilectos, no faltará algún lila que exhibir semanalmente”. En su nueva empresa lo acompañaban “los mejores escritores festivos nacionales y extranjeros”, al igual que “la parte del dibujo no dejará nada que desear”, pues contaría “con los más notables caricaturistas, a cuya cabeza están el prietito (Ernesto) García Cabral, excompañero mío en Frivolidades, y el mechudo (Santiago) de la Vega, que tan brillante campaña hizo en La Risa”.
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Sicalíptico e igualado, Vitoria advierte a sus lectores que el precio de la revista será de 10 centavos y que no esperen “que este semanario haga sacrificios para corresponder al favor del público”, rematando con estas líneas: “No es un desconocido quien les dirige la palabra. Por lo menos yo los conozco a ustedes, no de ahora, sino de atrás”.
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Multicolor nació en un momento en el que el triunfo del maderismo, así como la renuncia y exilio de Porfirio Díaz, modificaron el espacio de libertad (algunos lo llaman de libertinaje), para la prensa de la capital y de otros estados del país. Relajados el control disciplinario y la censura de los periódicos, sobrevino también su manipulación facciosa contra el nuevo gobierno y la intentona de éste por esquivar a sus atacantes. Mucho tiempo después, se afirmaría que fue una situación propiciada por el credo democrático y el compromiso indeclinable con la libertad de expresión del propio Francisco I. Madero. Una verdad a medias tintas.
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En realidad, el gobierno de Madero, acosado y frágil, apenas pudo reaccionar ante los embates de sus críticos, ya fueran serios o sediciosos, aunque tampoco escatimó esfuerzos y dinero para defenderse. Se han identificado como miembros del bando de editores y plumas, alquilados y mercenarios, a El Diario, The Mexican Herald, El País, La Nación, El Mañana, La Tribuna, El Noticiero Mexicano y a Multicolor, entre otros más.
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Por su parte, la resistencia maderista la formaron Nueva Era (vocería y vocerío del movimiento), junto con El Demócrata, diario de tiraje y circulación superlativos para esa época y, paradójicamente, El Imparcial, cuya mayoría de acciones fue adquirida por los antirreleccionistas, que olvidaron recompensar a sus redactores y articulistas con el sobresueldo del que gozaban con el régimen anterior.
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Las notas y dibujos publicadas por Multicolor, especialmente las caricaturas de García Cabral, ganaron rápidamente popularidad entre los lectores y sus entregas comenzaron a distribuirse en buena parte del territorio nacional. Repartía sus críticas y trazos satíricos por igual, tanto a los personajes del viejo orden: Porfirio Díaz, Bernardo Reyes, José Yves Limantour y los hermanos Vázquez Gómez, como a los nuevos rostros de la escena política: Francisco y Gustavo Madero, José María Pino Suárez, Jesús Sánchez Azcona y Emiliano Zapata.
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Cuando Francisco I. Madero decidió que José María Pino Suárez lo acompañaría como candidato a la vicepresidencia, en lugar de Francisco Vázquez Gómez, la noticia desconcertó a propios y extraños. García Cabral publicó un cartón en tres tiempos que señalaba: “D. Pancho, el de poco tino./ Por la imposición de Pino./ Pronto se verá ‘en-Pinado’”.
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Celebraba también la decrepitud y las ansias políticas del general Bernardo Reyes con rudeza gráfica, y como las páginas de la revista se ocupaban del teatro, la fiesta taurina, la ópera y la zarzuela, la política se equiparaba fácilmente a la farándula: caricaturizó a Reyes y a Porfirio Díaz cantando el dueto de “La Africana”, bajo la batuta de Madero: Díaz aconseja a Reyes: “Vente conmigo y no temas estos lugares dejar”.
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Caso curioso fue la exaltación de la figura de Pascual Orozco, se crecían sus méritos militares y se reprochaba no recompensarlos suficientemente a los maderistas. “Nadie sabe para quien trabaja. Es opinión general que del triunfo de Madero el valiente don Pascual fue ‘el merito petatero’”. Tampoco escasearon las jocosidades en contra del imperialismo norteamericano y en varias entregas se hizo mofa del famoso Tío Sam.
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A quien si mantuvieron como una figuración sanguinaria y enloquecida desde los inicios del semanario fue a Emiliano Zapata y sus huestes. Sin concesiones de ningún tipo ni acercamientos comprensivos, a Zapata se le dibujó invariablemente como a un carnicero y un salvaje irredimible. Una personalidad sin discurso ni razones para rebelarse contra el gobierno de Madero o contra cualquier otro.
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Vitoria y sus ilustradores fueron hostilizados a partir de que tomaron como blanco de sus dardos a Gustavo Madero, después de que se supo que el presidente interino León de la Barra le pagó la cantidad de 700 mil pesos, monto del empréstito invertido por él en la gesta revolucionaria. Dinero de dudoso origen, pues, se decía que era producto de un desfalco que había cometido y por el que fue perseguido judicialmente. García Cabral lo caricaturizó a partir de entonces como un nuevo dandy que dejaba atrás su condición de empeñoso agricultor norteño. En sus cartones, el rasgo principal con que lo identificaba, fue el monóculo que usaba siempre para disimular la condición de tuerto sufrida desde niño. El semanario se ensañaba con él apodándolo como “Ojo parado”.
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Primero por “las malas”. Su irreverencia le granjeó al Chango ser apaleado en una calle de la colonia Roma, según reportó El País, por el grupo de golpeadores conocido como “La Porra”, dirigido y financiado, según se rumoraba, por el propio Gustavo Madero.
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Posteriormente, como García Cabral completaba sus caricaturas con la figura de un perrito, los lectores comenzaron a identificar al cánido con la esposa del presidente. El no muy querible abogado y periodista Querido Moheno acusó públicamente, en un artículo del periódico La Nueva Era, al caricaturista y a su patrón de ofender a la primera dama; para desestimar su dicho, Vitoria convocó un concurso para determinar el verdadero significado del perro: “Muchísimas son las personas que se han dirigido a nosotros preguntando qué significa un simpático y ya popular perrito que frecuentemente aparece en las caricaturas de Multicolor. Como el asunto es de interés, por la gran curiosidad que ha despertado, con esta fecha abrimos un concurso preguntando ¿Qué significa el perrito? Los lectores tienen la palabra”.
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Y, en efecto, Vitoria comprobó que la gente decía que el animalejo representaba a doña Sara P. de Madero, pero decidió conjurar el entredicho publicando que el perro era el mismísimo Multicolor: “por su buen olfato y porque le ladra a todo bicho viviente”.
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Entonces sería por “las buenas”. García Cabral publicó días después de esta escaramuza una caricatura donde el chaparrito mandatario le dice al can: “¡Ya te estaban dando más importancia que a mí!”, y, según él, por este cartón le fue concedida una beca para estudiar arte en París.
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Luego del asedio y la paliza, vino una recompensa no pedida. Es sintomática una caricatura del Mechudo De la Vega sobre el acoso oficial a Multicolor: García Cabral (Gestas), Vitoria (el Nazareno), y el mismo De la Vega (Dimas), aparecen crucificados en presencia de Gustavo Madero (Longinos), cuyo título fue: “Historia Sagrada. Sucumbió al 33 crucificado de un madero”.
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Y en efecto, a Vitoria se le aplicó semanas después el Artículo 33 y fue expulsado del país al descubrir que era “un extranjero pernicioso”. La maniobra fue instrumentada por el inefable Moheno y otros tres parlamentarios notables: Nemesio García Naranjo, José María Lozano y Francisco de Paula Olaguíbel, todos ellos conocidos como el “Cuadrilátero”. Multicolor ajustó sus filas y dejó a Santiago R. de la Vega como director. Su orientación editorial no cambió mucho que digamos. Se sumó el dibujante Atenodoro Pérez y Soto y Vitoria, probablemente desde el otro lado de la frontera norte, bajo distintos seudónimos, continuó colaborando con sus ácidos chistoretes.
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Confiado, García Cabral se marchó a París y bien a bien no se sabe en cuál escuela de arte estudió. El caso es que se dio tiempo para enamorarse de una mujer llamada Madelaine y de procrear una hija con ella. Con el cuartelazo de Victoriano Huerta, a su estipendio le salieron alas y vivió casi en la indigencia. Querido Moheno no se olvidó de él, efímero canciller huertista, solicitó insistentemente informes de sus actividades a un “agente confidencial”.
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Desde el despacho de Moheno se inquiría: “Informe por cable si dibujante García Cabral es adicto al Gobierno o trabaja en su contra con elementos revolucionarios”, a lo que el anónimo informante respondió: “Me dirigí desde luego a personas que están informadas de la conducta de dicho señor y pude saber por ellas que éste se dedica a sus trabajos artísticos. Cabral no frecuenta revolucionarios”.
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Con la llegada de los constitucionalistas al poder, Isidro Fabela se desempeñó como agente confidencial y habilitó a García Cabral como “escribiente” en la legación mexicana de París con un sueldo de 250 francos mensuales. Pero su chamba de diplomático se fue al traste con la sustitución de Fabela por Juan Sánchez Azcona, adversario periodístico del dibujante. Sánchez Azcona informó diligentemente a la Cancillería que suprimió el puesto de escribiente dado por Fabela, en virtud de que García Cabral “siendo como es un positivo artista, no son sus facultades sin embargo las más adecuadas al puesto que venía desempeñando”.
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El dibujante huatusqueño continuó viviendo como podía y se dedicó a colocar sus ilustraciones en revistas satíricas como Le Rire y La Baïonnette. Ocupaba un cuarto del Hôtel Brittany y se abonó en los cafés La Rotonde y La Femme, hasta que reapareció Isidro Fabela y se lo llevó con él a Buenos Aires, donde el Chango ocupó el puesto de “agregado cultural”. Ernesto García hijo y Carlos Alcocer han realizado el compendio de todas esas ilustraciones.
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Llegó a la Argentina en 1916 y dejó su puesto al siguiente año, hizo numerosas colaboraciones para diarios y revistas como La Nación, El Mundial, Caras y Caretas, P. B. T., Proteo y La Palma. Su encomienda oficial concluyó sin pena ni gloria, fue un fantasma en el escalafón de la diplomacia y siguió siendo como era “un positivo artista”. Ya en México, por el año de 1921, se reunió con Mario Vitoria en un teatro para hacer un espectáculo satírico a dúo: Vitoria decía el chiste y él lo representaba con sus dibujos. Con el advenimiento de la televisión, la fórmula cuajaría en un programa de variedades muy gustado: junto con otros dibujantes, atendía los comentarios propuestos por Paco Malgesto y con gran destreza los ilustraba.
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Mucho hay todavía que compendiar de su obra y su personalidad un tanto inasible. Su trabajo en la revista Fantoche con otro grande del dibujo: el Chamaco Covarrubias, sus cartones en El Universal y su época en Revista de revistas, que nos hacen pensar que la caricatura no es, precisamente, efímera.
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Su amigo Salvador Novo le dedicó un verso que lo dibujó de cuerpo entero: “¿Cómo hablarás, Ernesto, de humorismo/ cómo de bromas, leves o pesadas;/ cómo de risas ni de carcajadas/ sin hablar, como es justo, de ti mismo?”
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FOTO: Portada de la revista Multicolor, con una caricatura de García Cabral, donde aparecen el presidente Madero sirviéndole la cena al general Bernardo Reyes. / Cortesía: Instituto de Investigaciones Bibliográficas-UNAM