Escaleras
POR NADIA ESCALANTE
No me gusta soñar con escaleras:
la necesidad de un pie detrás del otro
hacia arriba en una lenta vertical,
el supuesto paso cada vez más firme
en la marcial seguridad del ascenso.
Hacia arriba como si el tiempo
fuera una línea recta cuyo imán
estuviera siempre arriba, más arriba,
lejos y sin poder perderse hacia los lados.
Mejor distraerse, dar rodeos,
mover los brazos para perder el equilibrio,
caer de bruces sobre algún camino oculto
que abra curvas y descensos, descampados,
pasos estrechos para la caída,
desde el sueño,
al propio cuerpo.