Escribir la violencia desde adentro: entrevista con la escritora Liliana Blum

Jul 9 • Conexiones, destacamos, principales • 2655 Views • No hay comentarios en Escribir la violencia desde adentro: entrevista con la escritora Liliana Blum

 

Su primera novela juvenil, El extraño caso de Lenny Goleman, habla del bullying como una realidad que, si bien deriva de sentimientos inherentes al humano, no se debe minimizar, ya que puede cobrar dimensiones colosales

 

POR OMAR PAREDES
La obra de Liliana Blum (Durango, 1974) es tan incómoda como reveladora. En ella se advierte una estética de la violencia relacionada con la intimidad y el cuerpo, misma que es el génesis de sus relatos. Las novelas y cuentos de Blum no tienen como pretensión literaturizar a una sociedad corrompida y degenerada, sino abordar las consecuencias de los deseos y placeres más soterrados en la psique humana. La pederastia, el asco y el incesto son recurrentes en su narrativa.

 

A propósito de la publicación de su última novela, El extraño caso de Lenny Goleman (Planeta, 2022), en la que explora el acoso y la violencia escolar a través de Alina, una adolescente que busca vengar la muerte de su amigo con la ayuda de un golem —criatura que protegió al pueblo judío durante el siglo XVI, según algunos mitos—, Liliana Blum cuenta por qué la violencia y el placer son temáticas fundamentales en su literatura.

 

¿Cómo se establece en tu obra la relación entre violencia y placer?

 

No es ninguna complejidad realmente. Yo creo que, si bien nuestra personalidad puede ser moldeada por los padres o los contextos, la maldad y la violencia son algo muy natural en nosotros, y no elegimos ser buenos o malos. Por ejemplo, Raymundo, personaje de mi novela El monstruo pentápodo, es un pedófilo, y yo no concibo acto más violento que una niña o niño abusado; sin embargo, también está la sexualidad y el placer de este hombre, el cual tiene que reprimirse pese a que está en su naturaleza. La clave es el control, porque un sentimiento violento puede incrementar o subyugarse, pero no desaparece. Creo, entonces, que estos sentimientos violentos son intrínsecos al ser humano porque provocan placer.

 

Ahora bien, respecto a mi obra, yo siempre he pensado que la literatura es muy poderosa como herramienta porque muestra la vida misma vista por alguien más. Si se hace de forma correcta, conduces al lector a cuestionarse y además le dices: “Quizá nunca has vivido o vivas esto, pero mira cómo se siente desde el otro lado”. Algunas cosas nos incomodan por una razón en particular que a veces no nos gusta ver. A mí, en ocasiones, me preguntan: “¿Por qué escribes cosas tan feas como El monstruo pentápodo?”, y la respuesta es esta: dimensionar la problemática y propiciar cuestionamientos en el lector. Nosotros leemos desde quienes somos. No somos diferentes antes ni después de leer.

 

El extraño caso de Lenny Goleman es tu primera novela juvenil. Y contrario a lo que se pensaría de esta categoría, vemos en ella a Alina, una adolescente con sentimientos destructivos y de odio…

Esta novela es peculiar. Yo ya quería escribir para jóvenes desde hace mucho tiempo, pero no como la mayoría de la literatura juvenil que es muy didáctica. Yo no quería decir a los chicos: “Te voy a contar una historia para que sepas que las drogas son malas”. Eso es como si les estuviésemos hablando hacia abajo. En este sentido, traté de hacer una historia que les hablara directo, sobre todo porque la violencia es algo que está absolutamente en todo lo que nos concierne como humanos. Mis cuentos y mis novelas tratan de eso. No pasa que cuando somos adultos nos volvemos malos. Los bullies, por ejemplo, pueden iniciar en la guardería y al día siguiente se convierten en presidentes de un país e inician una guerra. La gente es la misma siempre.

 

La maldad es natural, especialmente en los niños, y por más que tratemos de disculparlos diciendo: “No saben lo que hacen, son pequeños”, hay niños con actitudes destructivas relacionadas con la condición humana. En la adolescencia ya estamos perfilados hacia quienes vamos a ser y también están esos sentimientos que no nos permitimos. Pienso en el caso de las mujeres, a quienes no se nos permite enojarnos. Yo le doy oportunidad a mis personajes femeninos, en referencia a Alina, de sentir furia; valido su rabia. Eso es en lo que pienso cuando escribo: en dar a mis personajes la oportunidad de seguir su naturaleza violenta y destructiva.

 

Entonces Lenny Goleman no está exenta de esta violencia dosificada…

 

En efecto. El golem mismo es un arma que responde a la Ley del talión, la cual en realidad no es tan mala porque se apega al sentido de justicia y limita a no ir más allá. Hay un pasaje en mi novela en el que un tipo está a punto de violar a una mujer; el golem le hace casi lo mismo. En la violencia ocurre algo particular: a la víctima siempre le da miedo o pena denunciar al agresor. A veces es suficiente con que alguien los exhiba. Por otro lado, también hay elementos que hacen referencia a esta temática violenta: tenemos personajes de otras novelas mías, así como un personaje llamado Emma Zunz, que viene de un cuento de Jorge Luis Borges. Esta es una historia que trata la venganza. Hay muchas referencias extraliterarias relacionadas con la violencia y el odio. Intento dar más a mi lector.

 

Destaco una comparación que yace entre líneas en tu novela, y es la que estableces entre el bullying y el Holocausto…

 

Es que sí existe. Uno de mis cuentos preferidos es “Golem, coloso de barro”, de Isaac Bashevis Singer, quien puso la leyenda en palabras. Así, tenemos el caso del pueblo judío, el cual ha sido perseguido y hostigado a lo largo de la historia. El Holocausto es el más conocido, pero no el único. Tan mala es una muerte como la de 6 millones. Si partimos de que el bullying —en comparación con este genocidio— es un tema menor, entonces no hemos entendido la dimensión de la violencia y el odio. No es un asunto menos importante en lo absoluto, porque quien suministra la violencia cree que es una broma o un juego sin pensar qué pasa en la persona violentada. Lo que es una broma para alguien, para otro es una sentencia de muerte.

 

Algo que ha caracterizado tu obra es el registro del lenguaje. Usas las palabras sin ningún rodeo, y eso te ha vuelto incómoda para muchos lectores…

 

Hay novelas en las que sí digo: “A ver hasta dónde puedo llegar”, y a veces pienso que no me van a publicar por eso, por determinadas escenas que incomodan a los lectores. Por ejemplo, con El monstruo pentápodo me ocurrió que el editor, Martín Solares, tenía miedo a que se pudiera entender como una apología de la pederastia. Pero siempre apelo a los lectores que saben qué es una novela y qué es la literatura. Los lectores que entienden estos dos conceptos no tienen problema con el lenguaje ni en cómo se dicen las cosas. Yo creo que en la literatura no puede haber medias tintas. Si intentas suavizar entonces hay un problema. Con El monstruo pentápodo dije: “No puedo hablar sobre una violación de una niña sin tocar el tema del sexo con la menor”. Intenté suavizarlo, pero enseguida pensé que, al hacerlo, le impides al lector ver los temas con la dimensión que tienen. Es demostrar el horror tal y como es. A lo largo de la novela parece que esta escena se va posponiendo, pero inevitablemente hay un momento en el que ocurre y es brutal.

 

De esta manera, creo que uno tiene que escribir como si nadie lo fuera a leer. Tengo que concebir las historias con las palabras que exige la obra y la temática, porque cuando nos ponemos a pensar que determinada persona nos va a leer, ocurre la autocensura. Es como una intención de complacer. Los libros más auténticos no son los que se escriben para agradar, sino para mostrar las cosas como son.

 

¿Qué hay del odio en tu obra? Es otra temática recurrente.

 

Dicen que el odio es universal, y probablemente sí, pero también pienso que es algo mucho más íntimo. Así como no amamos a cualquiera, tampoco odiamos a cualquiera. Necesitas dar mucho de tu ser para odiar. Toma esfuerzo. La violencia y el odio son placeres muy perversos.

 

También abordas la relación entre asco y cuerpo. ¿Cómo se da esto?

 

Es un aspecto simbólico sobre la relación que tenemos las mujeres con nuestro cuerpo. En algún momento, en nuestra percepción podemos llegar a sentir asco, pero es porque a nosotras no se nos permite desligarnos del cuerpo. Si un hombre, por ejemplo, es poderoso e inteligente, el cuerpo pasa a segundo término; en cambio, para nosotras, si somos inteligentes, autosuficientes y reconocidas, debemos preocuparnos por la manera en que nos vemos, porque eso esperan las personas: que las mujeres no seamos sin nuestro cuerpo. Ese es uno de los grandes temas que tienen mis personajes. Su cuerpo desencadena todo lo malo que les puede suceder. Muchos me preguntan por qué escribo sobre mujeres. Bueno, la respuesta es sencilla: la mitad de la humanidad son mujeres.

 

¿Cuáles autores han nutrido o influenciado tu escritura?

 

Selecciono mis lecturas, muchas veces, sobre temáticas; sin embargo, sí hay autores que son recurrentes en mi vida como escritora. Rosario Castellanos es una autora que me dio mucho. Cuando yo iniciaba mi carrera, veía que todo lo que yo hacía era menospreciado en comparación con lo que hacían mis colegas varones. Ellos escribían sobre la frontera, el narco y la ciudad de México. Yo sobre mujeres, sobre una violencia más íntima y que no te mata de un balazo, pero sí poco a poco. Me desalentaba mucho que cuando compartíamos una beca, varios de ellos destrozaban mis escritos porque la temática no era la que esperaban que escribiera. Entonces descubrí a Castellanos y dije “aquí hay una mujer que escribe sobre esto y es válido”. Ahí tenemos violencia desde otra dimensión que no es ajena a la literatura. Basta con revisar los libros de texto de educación, ¿cuántos escritores hay en comparación con las mujeres? Yo no creo que existan mujeres que no escriben, creo que hay mujeres que no son publicadas por prejuicios violentos.

 

Margaret Atwood es otra autora que me reveló muchas cosas. A Stephen King lo disfruto mucho, pese a lo que se pueda decir sobre las adaptaciones de su obra al cine.

 

Has mencionado el placer, ¿qué vínculo estableces entre él y la literatura?

 

La literatura, sin importar la temática, es la fuente más importante de placer. La gente que no lee no tiene idea sobre la parte de vivir que se está perdiendo. Eso es insustituible. Y el placer estético es aún más complejo debido a que puedes sentirlo con la lectura de novelas que tienen temáticas fuertes y violentas. Ese es un placer por el lenguaje.

 

FOTO: Liliana Blum construye personajes que pueden llegar a ser incómodos, como el protagonista de El monstruo pentápodo (Túsquets, 2017)/ Cortesía Planeta

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