Escribir novela negra desde la ternura: entrevista con la escritora Zel Cabrera
La periodista, poeta y traductora entra al terreno de la novela con Cómo pesa el silencio de los muertos, una historia que gira en torno al oficio del reporteo, encuentros amorosos y asesinatos en un país donde la justicia es una deuda
POR JUAN CAMILO RINCÓN
La vida diaria de la reportera Viridiana Carrillo consiste en “ceder, saber que ya es de otro el suceder de los días”. La empleada del diario local Hora21, que sueña con ser escritora, debe superar cada jornada entre cadáveres y asesinatos, la corrupción campante de la ciudad de Cuernavaca, colegas mediocres y relaciones amorosas que no toman forma. De su mano atravesamos Cómo pesa el silencio de los muertos (Gato Blanco, 2023), la primera novela de la escritora y periodista mexicana Zel Cabrera.
En esta historia Viri se enamora, acompaña levantamientos de cuerpos sin vida, lidia con exnovios engreídos y machistas, fuma con su amiga Rebeca para avivarse y nos va enseñando cómo la vida es más llevadera gracias a los chispazos de “poesía involuntaria” que aparecen por ahí. Viridiana es tantas mujeres que encuentran en la amistad y el amor la posibilidad de redimirse y, por qué no, hacer algo de justicia en un mundo de violencias.
En Cómo pesa el silencio de los muertos se habla con cierta nostalgia del periodismo de la vieja guardia. ¿Qué queda hoy de ese periodismo en México?
El periodismo en México es uno de los oficios más peligrosos que hay. En 2023 hubo 46 periodistas asesinados realizando su labor. Ejercerlo con plena libertad es una tarea riesgosa, más cuando cubres ciertas fuentes, como las de narcotráfico, seguridad o la policiaca. También cuando estás en temas de corrupción corres peligro, porque el poder se defiende con más poder. Aunque yo no ejerzo como periodista actualmente, sí tengo amigos de la carrera que hoy están en otros países a manera de exilio para protegerse por abordar esos temas y porque recibieron amenazas. Probablemente esa nostalgia sea sólo una esperanza de que el periodismo pueda respirar y hacer mucho más de lo que actualmente se hace. Quedan algunos medios que siguen siendo combativos y contestatarios, pero creo que sí existe una crisis desde hace unos años. Es importante rescatar todo esto, pero no pasará mientras no existan las condiciones pertinentes.
¿Cómo entretejió los hechos políticos y sociales del México de hoy con los aspectos más afectivos y emocionales de la historia?
Como sociedad mexicana hemos normalizado un poco la violencia, por lo menos desde la “guerra contra el narco” que encabezó el sexenio de Felipe Calderón. Convivimos aún con los estragos de esa fallida estrategia político-militar. A la par del horror y la masacre, aprendimos a vivir con lo que implicaba, a hacer nuestras vidas, a sonreír y a enamorarnos quizá también para no dejar que el terror nos consumiera y se llevara lo que nos quedaba de esperanza. Durante años vivimos en un Estado fallido en el que no sabías si el policía o el militar estaba coludido con la mafia, y no podías confiar en ninguno. Un Estado en el que la cifra de muertos y desaparecidos subía y subía constantemente. Supongo que eso sucede en las guerras, pero nosotros en apariencia no estábamos pasando por un conflicto así. Ese fue durante años el pan nuestro de cada día, entonces es hasta natural que ambas narrativas estén entretejidas, al igual que la violencia y el clima de inseguridad se filtraron en la novela negra que se escribe desde hace años en México.
En esta historia quise alejarme de esos discursos tradicionales de la novela negra mexicana y escribir también desde la ternura y la posibilidad de la amistad. Intenté invertir también los papeles canónicos que imperan en la novela policiaca que conocemos, es decir, la del detective varón y la femme fatale, haciendo una historia en el que la protagonista fuera una mujer inteligente, valiente, capaz de arriesgar la vida por defender sus ideales y a los que ama.
En el libro hay una interesante mirada sobre los asuntos políticos y sociales del país. ¿Cómo construyó esa narración desde una perspectiva crítica sin caer en lo panfletario?
Uno de mis principales intereses fue retratar una historia real, con sus matices necesarios, sin dejar atrás la parte más humana de los personajes. No me gustaba la idea caricaturesca que tenemos de que el malo todo el tiempo es malo y todo lo que hace es siempre por debajo del agua e ilegal, y el bueno es siempre bueno. Partir de eso me facilitó narrar una realidad que no cayera en clichés políticos o sociales, sobre todo pensando que el periodismo siempre intenta ser objetivo en su manera de contar los hechos. Tener personajes que tuvieran esa formación me ayudó a poder imaginar las cosas que se dirían, como si yo estuviera comiendo en la mesa de al lado escuchando la conversación. También me planteé la posibilidad de alejarme de la narrativa de que todos los narcos entran a ese mundo por carencias económicas, por amor al dinero o ambición y que son personas casi siempre sin estudios o preparación profesional, que lo tienen que hacer porque no tienen otra opción para salir adelante. El riesgo que advertí no era tanto el panfleto sino el lugar común en torno al narco y su cultura.
También hay una mirada crítica a los modos de relación entre hombres y mujeres, ¿cómo abordó ese aspecto de la narración?
En mi novela se teje un triángulo amoroso entre dos de los personajes y la protagonista, con el que intenté marcar la diferencia desde la forma de pensar hasta la manera de hablar y relacionarse con su entorno. Aunque comparten aficiones como el ajedrez, intenté hacer que ambos personajes se desmarcaran con sus propias acciones. Mi manera de abordar esta situación fue plantearme que somos fruto de nuestros errores y estamos en constante aprendizaje. También lo que el miedo puede provocar y las decisiones que tomamos influenciados por el miedo a perderlo todo. Otra cosa muy presente en la novela es la amistad y la lealtad; en ambos bandos hay acciones fuertemente movidas por estos dos factores. Podría decir que es uno de los hilos conductores más constantes en esta historia.
¿Su propio ser como periodista alimentó de alguna manera la creación de Viridiana Carrillo?
Por supuesto. Mi formación como periodista alimentó mucho esta historia. La manera de hablar en el gremio, de actuar ante situaciones de peligro, este dejo de cinismo y frialdad que tienen los reporteros de nota roja a la hora de hablar de su trabajo: no pueden detenerse demasiado a sentir o a lamentarse, son personas de acción aunque trabajen con el lenguaje. Es mucho partir de lo que dice Jesús Pozo: “Si una persona dice que llueve y otra que no, el trabajo de un periodista debería ser abrir la ventana y averiguar si llueve, para quienes no podemos abrir la ventana”.
Viri es una reportera cultural que por circunstancias ajenas a su voluntad acepta hacer las redes sociales del periódico para el que trabaja, aunque no tiene la formación del todo adecuada para esa labor y sigue mirando con nostalgia el reporteo, que es lo que realmente le gusta hacer. Esto es un poco lo que nos sucede a muchos periodistas de carrera: acabamos haciéndonos community managers, diseñadores u otras cosas para mantenernos.
¿En qué momento decidió dar el salto a la novela? ¿Qué desafíos enfrentó para escribir en este género?
Creo que las ganas de saltar hacia la novela siempre estuvieron en mí, pero no había encontrado una historia que me emocionara contar. Este triángulo entre Viridiana, Horacio y Rafael me dio para problematizar un poco las anécdotas de las relaciones dañinas y abusivas que permitimos. Tampoco es que antes me sintiera preparada del todo, o con las bases suficientes para poder partir hacia este género que respeto y admiro tanto. Pienso que lo que me hizo saltar fueron un poco las ganas de experimentar sensaciones nuevas con la escritura, retos que en la poesía no existen tal cual, posibilidades como las de darles vida a personajes, a la manera de un ventrílocuo, quizá, pero sobre todo conectarme con las partes más lúdicas del oficio de ser periodista, algo que no he experimentado en la poesía hasta ahora.
Uno de los retos más grandes a la hora de la escritura fue hacer encajar las líneas narrativas sin que una se comiera a la otra o la invadiera. Eché mano de escaletas para no perder el hilo y hacer una estructura que no tuviera inconsistencias tanto en congruencia como en verosimilitud. Me planteé hacer personajes y situaciones que fueran creíbles, o por lo menos que no se sintieran acartonados.
FOTO: La periodista Zel Cabrera (Guerrero, 1988) ganó el Premio Nacional de Poesía Tijuana en 2018. /Gato Blanco
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