Estrellas
ANTONIO DELTORO
Son un pasado visible y remoto,
pero ¿el futuro?
¿De qué futuro sin nombres
será pasado este sol,
esta estrella
de la que somos testigos,
minúsculas criaturas estudiosas,
seguidores,
parásitos pendientes de su fuego
y la noche, su ausencia,
permiso de su luz,
ventana que une tiempos
separados
por millones de años,
fantasmas y fantasmas,
astros desaparecidos
que sentimos acordes
porque son a los ojos
un león o unos peces?
¿Cuántas estrellas y galaxias,
cuántos agujeros negros,
grandes y anónimos,
cuántos tiempos cósmicos
existen o dejan de existir
sin que a nadie le importe?
En nuestras mentes
todo tiene importancia
(nombre, pedigrí, sentido).
Lo que el hombre niega, afirma,
siente, piensa… da lo mismo,
salvo para nuestra pequeña existencia,
tan singular, sin embargo:
más grande que nuestra vida
es el alcance de nuestro pensamiento:
esa trenza enredada
de preguntas y respuestas,
de antes, después y cómos,
que nos hace monstruos
con cefaleas y taquicardias,
seres curiosos
de cerebro intrincado y viajero,
enanos breves
de corazón enfermizo y nervioso,
seres muy solos.
Edad
Se ablandarán las palmas,
se crisparán sus dorsos;
irá brotando,
desordenadamente,
el esqueleto;
discreparán los órganos,
los huesos,
lo blando por un lado,
lo duro, por el otro,
cada cual a su ley,
cada cual por su parte;
irreversible la edad
irá tomando sus sitios,
no sólo cediendo, apagándose
en la blandura y las vísceras,
sino exaltando cartílagos y fibras,
nervuda, adolorida, apeñuscada;
querrás y no querrás
entregarte al Sueño
que igualará
lo blando con lo duro,
que distenderá tus puños
y ofrecerá, vacías,
las palmas de tus manos.
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