Evelyn Glennie y la música que se escucha con el cuerpo

Ago 18 • Conexiones, destacamos, principales • 7658 Views • No hay comentarios en Evelyn Glennie y la música que se escucha con el cuerpo

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Percursionista sui generis, la escocesa habla de la pasión que la llevó a vencer barreras que se antojaban imposibles. “La música es un gran curso de aprendizaje”, dice en esta entrevista

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POR LEORNADO TARIFEÑO

 

¿Qué puede ocurrir cuando a una estudiante de música le diagnostican “sordera profunda” a sus 12 años? Si se tiene en cuenta la historia de la escocesa Evelyn Glennie, la respuesta a esa pregunta no es la previsible. Al menos eso es lo que demuestra su extraordinaria carrera como percusionista, un prodigio de pasión y voluntad que hoy incluye 86 premios internacionales, más de 30 grabaciones y colaboraciones musicales con artistas tan disímiles como el director de orquesta Georg Solti, el músico de jazz Bobby McFerrin y el grupo de música electrónica Underworld (durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012), entre muchos otros.

 

Como recuerda en su celebrada TED Talk “How to truly listen” [Cómo escuchar verdaderamente], vista por más de 4 millones de personas, Glennie descubrió la posibilidad de escuchar “con todo el cuerpo” durante una de las clases de percusión a las que asistió de niña. A pedido de su profesor, ella puso sus manos contra la pared del aula y, con los pies descalzos bien firmes contra el suelo, unió el resto de su cuerpo a la vibración que parecía atravesarla. Gracias a esas lecciones y a una vocación inquebrantable, Glennie se presentó al examen de ingreso al Royal College of Music, en Londres, donde el jurado la rechazó por considerar que sus limitaciones físicas serían decisivas. “Si ustedes no me aceptan por esas razones y no por mi habilidad para tocar o por mi amor a la maravilla de crear sonidos, entonces deberían cuestionarse todo el proceso de admisión de músicos”, les contestó ella, ofendida y tozuda. Semanas después, su crítica le abriría las puertas a un segundo examen y, más tarde, a la anhelada e histórica admisión.

 

Ganadora de dos premios Grammy y protagonista del emocionante documental Touch the sound (2004), Glennie estuvo recientemente en la Ciudad de México para presentarse en el Palacio de Bellas Artes junto con la Orquesta Sinfónica Nacional y recibir el doctorado Honoris Causa del Instituto 17 de Estudios Críticos. Así, el público mexicano pudo ver por primera vez en vivo a esta artista ejemplar e inigualable, que toca con los pies descalzos y transmite una pasión que no deja a nadie indiferente.
“Para mí, escuchar implica ver y sentir. Las vibraciones y los sonidos resuenan en todo mi cuerpo y puedo sentirlos especialmente en mis piernas y mis pies”.

 

Es imposible no pensar que cualquier otra persona en su situación hubiera dudado de su propia capacidad para seguir adelante en el mundo de la música. ¿Usted nunca tuvo esa duda?

No, no, definitivamente no. Sé que puede parecer extraño, pero la verdad es que nunca lo dudé. ¡Nunca!

 

¿Qué fue lo que la impulsó a seguir adelante?

El deseo. La música era algo de lo que realmente quería formar parte, con todo mi corazón. Poder tocar percusión se convirtió en el objetivo de mi vida. Y como no podía estudiar música y, al mismo tiempo, tener otra actividad, la decisión fue muy fácil para mí. Elegí aquello que deseaba por sobre cualquier otra cosa.

 

Al verla tocar parecería que, paradójicamente, la sordera habría ampliado su capacidad para explorar los sonidos. Como si usted hubiera convertido la desventaja en ventaja, o el defecto en virtud. ¿Es así?

Es verdad que la sordera me proporciona una avenida distinta para explorar los sonidos, sí. Lo que no podría decir es si eso es una ventaja, ya que para comparar necesitaría una parte de la escucha que no tengo. Pero lo que tal vez sea una ventaja, o en todo caso algo que aprecio mucho, es el hecho de nunca distraerme por demasiada música. No tengo la experiencia de la música como hobby, no me relaciono con la música mientras hago otras cosas. Esto es muy importante para mí, porque de esa manera mi experiencia musical tiene límites muy claros y definidos.

 

¿Cómo es ese límite?

Diría que es una forma de involucramiento. Al no conocer el exceso o la saturación con la música porque mi contacto con ella es limitado, la experiencia que tengo con el sonido es casi íntimo, muy personal y directo. Mi participación en la música implica un involucramiento máximo de mi parte, específico y activo. Por ejemplo: cuando estoy tocando, todo mi ser se envuelve en el sonido, en esa percepción exclusiva y física. Esa es mi relación con la música, y supongo que se la debo a mi condición.

 

A veces da clases de percusión. Cuando está frente a sus alumnos, ¿qué es lo que más le interesa transmitir?

La fe en la aventura personal, en ese viaje que nos espera como músicos. Y no esperar nunca ningún tipo de permiso. Eso es fundamental.

 

¿Es una lección aprendida en su propia aventura musical?

Por supuesto. Si algo puedo enseñar, es el valor de no esperar nunca a que otro nos diga si lo nuestro está bien o no. Lo importante en la experiencia musical es analizarse a sí mismo mientras ocurre, y animarse a explorar. Para mí, enseñar música implica estimular a que los demás se animen a explorarse a sí mismos y a hacerse la pregunta “qué pasaría si…”. Probar, tocar y experimentar, siempre con esa intención. Lo demás no importa.

 

Cuando dice que esa lección forma parte de su historia, ¿a qué se refiere exactamente?

A que yo nunca me hubiera convertido en percusionista si no me hubiera pasado años probando e intentando tocar, diciéndome “qué pasaría si…”, llena de fe en que cada intento conducía a un lugar especial y único. En la música no se trata de buscar la aprobación de la autoridad, sino en hacer una elección y avanzar en ella un día, y otro, y otro, y otro. De esa manera se descubre que cada día es una aventura, un viaje particular y distinto con el instrumento, y que ese viaje consiste en ir siempre más allá de los propios límites.

 

¿La idea de “ir más allá de los propios límites” incluye colaborar con músicos identificados con un trabajo muy distinto al suyo, como Béla Fleck y Kate Bush?

Sí. Yo me siento como alguien que vive la música a través de la creación de sonidos, más que como una artista asentada en un género particular, como podría ser la música clásica, el jazz, y así. No creo en las etiquetas; en todo caso, la única que me representaría sería la de “músico”, porque para un músico las posibilidades son infinitas, y explorarlas sólo depende de uno y de las ganas que se tengan de cruzar fronteras. Es tan simple como eso.

 

¿Y qué descubrió en esas colaboraciones?

Que cuando se colabora con otro músico nunca hay lo que podríamos llamar un “fracaso”. Y es que, aun cuando ese encuentro no resulte especialmente productivo, siempre implica un crecimiento y obliga a crecer. La música es un gran curso de aprendizaje. Todas las colaboraciones nutren y yo las veo como una aventura en una dirección hacia la que no me había dirigido antes.

 

FOTO: Evelyn Glennie durante su participación con la Orquesta Sinfónica Nacional./Orquesta Sinfónica Nacional.

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