Exhumar la memoria: 200 años de Ópera Mexicana
La edición de Múltiples Lenguajes, de la SEP, contrasta con el cuidado de Paniagua. Memorias de nuestra música, un legado sobre el compositor que jóvenes artistas procuran conservar con fidelidad
POR LÁZARO AZAR
Nada hay más grato que parafrasear a Shakespeare para decir que “no todo está podrido en Dinamarca… ni tampoco aquí, en esta comarca”. Ante el escándalo suscitado por las erratas, descuidos y bien cuidados fines panfletarios que arroja una acuciosa revisión a los libros de texto —alevosos y perversos, puntualiza Gilberto Guevara Niebla durante su entrevista con Fernando García Ramírez para Letras Libres—, celebro que este viernes 18 fue presentado en el Aula Magna del Centro Nacional de las Artes un texto ejemplar: Paniagua. Memorias de nuestra música.
El cuidado en su elaboración contrasta con aquella infausta escala de Do, impresa por la SEP en el libro de Múltiples Lenguajes con errores garrafales tan evidentes como las notas colmadas de rayitas, que dejaron caer sobre un pentagrama con la misma inconsciencia con que mi nana decía que “cagaba el pato”.
Esta edición crítica, que compila las 23 canciones para voz y piano del compositor michoacano Cenobio Paniagua (1821-1882) que se conservan en el Archivo Zevallos Paniagua que resguarda el CENIDIM, fue realizada por la doctora Áurea Maya Alcántara y el barítono Carlos Fernando Reynoso Jurado. He tenido la oportunidad de conocer este trabajo desde que la imprenta entregó el libro y la grabación en disco compacto donde el pianista Fernando Saint-Martin acompaña a la soprano Ana Rosalía Ramos y al maestro Reynoso.
Dicha grabación permite asomarnos a una de las vertientes musicales más prolíficas y menos investigadas del México decimonónico: las canciones que amenizaban las tertulias en que los miembros de las familias y sus invitados “mostraban sus aptitudes musicales tocando el piano, el arpa o interpretando arias de ópera o canciones, género que fue muy común en este periodo. Estas piezas eran compuestas por los profesores de canto y, por lo general, las dedicaban a sus discípulos pensando en sus voces y talentos”, anota Maya.
Mi primer acercamiento a la obra de Paniagua también se lo debo a la Doctora, quien en su momento me compartió el hallazgo del Archivo Zevallos Paniagua, que entonces era letra muerta, como toda música que no se toca. Años después, y ya acompañada por el entusiasmo de esta dupla de cantantes a quienes debemos la existencia de Ópera: nuestra herencia olvidada, así como del empeño de la soprano Verónica Murúa, nos sorprendieron al exhumar “Catalina de Guisa, la primera ópera mexicana que se estrenó en el Teatro Nacional y que resultó el detonante para toda una generación de músicos (incluidos Melesio Morales, Miguel Meneses y Octaviano Valle, entre otros), enseñados en la academia particular del propio Paniagua, que abrieron el camino de la ópera nacional”.
Para la representación de aquella Catalina de Guisa que, a 160 años de su estreno, se realizó en abril de 2019 en el Foro José Luis Ibáñez de la UNAM, fue reconstruida la orquestación de los actos I y II, ya que solamente se tenía completo el tercero y, aun cuando el resultado tuvo bastantes asegunes, no quedó duda de la estatura artística de Paniagua: pese a lo ingenuo de su escritura, más que mostrar la influencia del bel canto predominante en aquél entonces, sus líneas melódicas pueden rivalizar con las de cualquier compositor europeo de la época.
Con el rescate de estas canciones, escritas con textos en nuestro idioma y que, según su género, podemos clasificar como valses, ariettas o romanzas, tenemos la oportunidad de deleitarnos ya sea con pícaras miniaturas como La Pescadorcita, que con otras más elaboradas como Noble Dama, “dedicada a la Emperatriz Carlota y que, posiblemente, se trata de la serenata que le fue ofrecida a su llegada, en 1864, al Puerto de Veracruz”, o con Ah! m’odi!, que es una de las dos compuestas por Paniagua con texto en italiano y la única que cuenta, también, con una parte escrita para violín, instrumento que es tocado en la grabación por Zyanya Fernández.
Lo mejor de todo es que ahí no para la pasión de Ana Rosalía Ramos y Carlos Reynoso. Su interés por el rescate, la interpretación y promoción de la ópera mexicana les llevó a ir más allá de crear Ópera: nuestra herencia olvidada como un mero slogan. Como compañía, hoy, domingo 20, a las seis de la tarde, ofrecerán la gala Resonancias: 200 años de Ópera Mexicana en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. A sus voces se sumarán las de la mezzosoprano Rosa Muñoz y del tenor Edgar Villalba, y estarán acompañados por la Orquesta Sinfónica del INJUVE que dirige Caesar Hernández.
Basta ver las obras que abordarán para percatarnos de cuánta investigación hay detrás: además de un fragmento de Catalina de Guisa, desempolvarán la Marcha y danza tlaxcalteca, de Guatimotzin de Aniceto Ortega; Eccomi alfine, de Leonora de Luis Baca; la Serenata, de Ildegonda de Melesio Morales; el aria de Sancho Panza, de La Venta Encantada de Miguel Planas; O toi, Comtesse qu’on encense!, de La Leyenda de Rudel de Ricardo Castro; Los arrullos de la cuna, de El Último Sueño de José F. Vásquez; el dueto para tenor y soprano de La Güera, de Carlos Jiménez Mabarak; ¡Álvaro!, de Florencia en el Amazonas y Querido don Pablo, de Il Postino, de Daniel Catán. Cerrarán con De mi amor, el sol hermoso, de Keofar de Felipe Villanueva.
Si bien gran parte del atractivo de esta histórica velada reside en que varias de estas obras no se han cantado desde hace más de 150 años, Reynoso, Ramos, Maya y Saint-Martin llevarán las canciones de Paniagua a España y Francia en una gira que inicia en Madrid el 29 de septiembre. Ahí se presentarán en la Casa de México, para hacerlo posteriormente en la Universidad de Granada el 3 de octubre; volverán a Madrid para estar el día 5 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, estarán el 9 en el Conservatorio del Liceu de Barcelona y cerrarán el 12 en la Maison de Mexique en Paris, apoyados por estas instituciones, así como por Ibermúsicas y la UNAM.
Ante los tropiezos oficiales, nada resulta más esperanzador que ver que tenemos jóvenes que valoran y respetan el legado de nuestros compositores y no solamente le dan vida con su voz: también procuran editarlo para que pueda ser interpretado a futuro y lo hacen con todo el cuidado que esto merece. No poniendo rayitas donde no las hay… ¡para empezar!
FOTO: Partitura de La Pescadorcita, de Cenobio Paniagua (1821-1882). Crédito de imagen: Eduardo Loza /El Universal
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