Explorador de lo invisible

Ene 17 • Conexiones • 2386 Views • No hay comentarios en Explorador de lo invisible

 

POR HERNÁN LARA ZAVALA

 

Autor del libro La prisión del amor y otros ensayos narrativos (Taurus, 2014)

 

Narrador —novelista y cuentista—, dramaturgo, ensayista, periodista y director de  revistas y suplementos literarios a lo largo de toda su vida, Ignacio Solares cumple setenta años y tiene en su haber una fructífera carrera que inició desde muy joven y con pie derecho, desde que dirigía el Diorama de la Cultura de Excélsior, y que ha mantenido a través de coordinar diversas publicaciones entre las que se incluye, actualmente, la Revista de la Universidad de México, además de su importante, prolífica y original obra creativa.

 

La carrera literaria de Solares se distingue por dos características principales:  su marcado interés por la historia de México, y muy particularmente por el periodo de la Revolución, en el que analiza, literariamente, las complejas personalidades, excentricidades, supersticiones, traumas y psicologías secretas de líderes como Francisco I. Madero, Felipe Ángeles, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Bernardo Reyes —entre otros— y su interés por la metafísica, las experiencias extrasensoriales, el espiritismo, la parapsicología, las teorías de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung y los misterios que se plantean en la vida que pueden ir de lo religioso a lo fantasmagórico hasta llegar a lo alucinatorio.  Esta rara combinación es lo que le ha otorgado a su narrativa un sello distintivo, pues en sus novelas históricas hay siempre un anhelo de penetrar más allá de lo meramente historiográfico, de lo realista o anecdótico para tocar el elemento paradójico o contradictorio que caracteriza a la mayoría de las figuras públicas. Signo de ello son los títulos que ha elegido como Madero, el otro, La noche de Ángeles, El gran elector o Un sueño de Bernardo Reyes. Lo más significativo de su obra dramática se concentra también en las personalidades de la Revolución Mexicana pero las hace más sintéticas en su anécdota y más dramáticas en su concepción como en El jefe máximo o Los mochos.

 

Por otro lado, las obras que no tienen relación con la parte histórica —me refiero sobre todo a las novelas breves y a los cuentos— están impregnadas de un aliento cuasifantástico en donde, de manera un tanto ambigua, se plantea la posibilidad de que lo que ocurre en este mundo resulta demasiado limitado para que podamos aceptarlo sin ambages.  Existe una presencia que el propio Solares define como “invisible” que permea estos textos en donde se muestra más interesado en lo “intangible” que en “lo tangible”, por lo “metafísico” más que en lo “físico”.  En este sentido, se podría afirmar que Solares oscila entre lo real y lo imaginario y, por lo mismo, se le podría considerar como un seguidor de Borges y sobre todo de Cortázar —sobre quien por cierto escribió un libro, Imagen de Julio Cortázar—, aunque con tintes menos lúdicos pues en toda la obra de Solares priva un profundo espíritu religioso que lo une también a Dostoyevski, a Georges Bernanos, a François Mauriac y a Graham Greene. Y, a pesar de declararse católico confeso, Solares jamás cae en dogmas ni prejuicios.  Particular importancia tienen en este sentido sus novelas breves Anónimo y El árbol del deseo, así como sus cuentos incluidos en  Muérete y sabrás.

 

Su enorme amor a la literatura sólo es comparable con  su ilimitada pasión por los toros, que lo ha llevado a ser juez en la Plaza México y a ejercer, paralelamente a su oficio de narrador, la crónica taurina escrita con prosa lúcida y envidiable que emana del agudo observador que conoce al dedillo las grandes faenas en las mejores plazas del mundo y que goza y padece en cada corrida.

 

*Fotografía: Ignacio Solares ha dirigido suplementos culturales y actualmente dirige la Revista de la Universidad de México / Cortesía Ignacio Solares.

 

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