Fallida adaptación a la danza
POR JUAN HERNÀNDEZ
Lo rescatable de la función de Sueño de una noche de verano, con el Ballet Carmen Roche (España) —la agrupación internacional invitada al Ciclo Danza en el Palacio 2013— fue la entrega y la energía gozosa de los bailarines. Fallida, sin embargo, fue la propuesta de adaptación de la comedia de William Shakespeare, que en el tránsito a la danza perdió la exuberancia de imágenes fantásticas, el romance y la picardía.
Tony Fabre, el coreógrafo de esta versión de la comedia de Shakespeare, consigue una danza fluida, vivaz, que deja un buen sabor de boca sí la expectativa es únicamente ver en escena a bailarines entrenados, que transmiten al público el goce del cuerpo en movimiento; sin embargo, no se advierte en ese desempeño dancístico un trabajo de interpretación que nos acerque a los personajes de la comedia original y mucho menos a su espíritu irreverente, picaresco y fantástico.
El coreógrafo inició su carrera en la reconocida Compañía Nacional de Danza de España, cuando esta fue dirigida por Nacho Duato —uno de los genios de la danza a nivel mundial—, y se unió al Ballet Carmen Roche, fundado en 1998, para llevar a cabo la adaptación y puesta en escena de Sueño de una noche de verano.
Fabre llevó a cabo la difícil aventura de adaptar a la danza una de las obras más conocidas y montadas de William Shakespeare con bailarines entrenados y solventes en la técnica clásica. Pero los cuerpos entrenados de los intérpretes no fueron suficientes para rescatar la fallida propuesta escénica, que apostó al uso mínimo de recursos escénicos y a una iluminación oscura con apenas algunos efectos para generar chispazos de fantasía.
El espectador conocedor de la obra de Shakespeare habrá extrañado en la escena a los personajes de Sueño de una noche de verano, sus intríngulis, las picardías referidas a la sexualidad, el erotismo y la irreverencia en el modo de vincular al mundo de las hadas con el de los hombres.
La adaptación libre de la obra dejó fuera elementos que hacen de esta pieza una de las más valiosas en toda la historia de la dramaturgia universal. Diríamos que la creación de Shakespeare fue utilizada como pretexto para la creación de una coreografía en donde los bailarines lucen sus capacidades técnicas, pero no se aprecia por ningún lado un esfuerzo por transmitir, a partir del lenguaje de la danza, los valores imprescindibles de la obra original.
En la versión de Fabre el elfo Puck no es el pícaro y perverso duendecillo de la obra de Shakespeare, sino un duende travieso e inocente, adecuado al espíritu de la adaptación realizada para el Ballet Carmen Roche. Y es quizás esta visión ingenua la que nos aleja del complejo pensamiento del dramaturgo inglés.
La superficialidad de la interpretación y la poca consistencia en la construcción de los personajes de esta adaptación de Sueño de una noche de verano impiden acercar al espectador a las pasiones, al deseo, el desatino amoroso, el padecimiento de la ironía de enamorarse de quien se enamora de otro y la embriaguez sexual, elementos esenciales en la obra original.
Con las interpretaciones de Edar Chan, Ana Belén Sanz, Juan Carlos Toledo, Yuka Iseda, Ana Ponce y Arturo Naranjo, y música de Henry Purcell, Sueño de una noche de verano, con el Ballet Carmen Roche, fue presentado sin pena ni gloria en el Palacio de Bellas Artes el 19 de julio, en el marco de la temporada de danza anual que organiza en dicho recinto el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Si bien se trató de un espectáculo “decoroso”, no podemos dejar de preguntarnos por qué se invierten recursos públicos en compañías extranjeras que no están a la altura del máximo recinto cultural del país, el Palacio de Bellas Artes, el cual fue hecho para recibir a lo más excelso del arte mundial y no para probar experimentos que se quedan a la mitad del camino y no representan enriquecimiento y aporte a la cultura dancística del público mexicano.
FOTO: La función, que se llevó a cabo el 19 de julio, formó parte del Ciclo Danza en el Palacio 2013/ RICARDO RAMÍREZ ARRIOLA 360º