Mi corazón es un poliedro
El escritor Élmer Mendoza rememora a Fernando del Paso, una de las voces fundamentales de la novela iberoamericana, a quien expresa la gratitud que sólo puede tener un pupilo con su maestro
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POR ÉLMER MENDOZA
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Más bien un cubo de Rubik donde el juego es que jamás las caras sean del mismo color. Se trata de combinar eternamente el zaíno con el color de hormiga, el alazán con el rosillo. Buscar el azabache, el overo y el blanco de José Alfredo. También Fernando del Paso nació para nacer. Maestro, fui a buscarte al hospital. Era 2007. Pero no me dejaron entrar, diecisiete enfermeras con caras de luna me impidieron el paso. Pensé llevar un bulldozer, ya sabe, esos tractores tremendos que lo arrasan todo y que en Sinaloa los usamos para abrir caminos al infierno, pero me abstuve, no quise que pensaran, ¿qué clase de amigos tiene este señor? Hubieras traído una rata, me aconsejó, con una leve sonrisa.
Fernando del Paso es un escritor que ha hecho de la literatura mexicana un fenómeno creíble y poderoso. Desarrolló una estética basada en la novedad del cuerpo lingüístico como proyección de momentos creativos irrepetibles. Dividió la luz, las sombras y creó perspectivas imposibles que también expresó en sus dibujos. Hizo que sus palabras estuvieran en fiestas improvisadas que no pocas veces son las mejores. Su universo literario impacta directamente los sentidos, incluyendo el sentido común. La gama de sensaciones que genera son inéditas y alimentan toda clase de deseos. Maestro, cuando leí José Trigo por primera vez, tuve la sensación de que yo era un pobre infeliz, un tipo inmerso en un sueño del que casi despierto. Todos esos personajes hechos de palabras y emociones me sacudieron peor que a artesanía callejera. En cambio Palinuro me pareció excitante, esos jóvenes jugando a crecer me dieron auténticas noches de carnaval. ¿Crees que Virgilio te reclame por usar el nombre de su piloto que sacó a Eneas de Cartago? Le dices que el Palinuro mexicano se perdió antes de llegar al río Tíber y su cauce de leche de almendra. Por supuesto maestro, te lo conté una vez. Noticias del Imperio me dio pautas suficientes para escribir mi obra. Es una novela llena de hilos palpitantes que uno puede heredar. Un entramado perfecto. El orden es una variación infinita, como si lo hubiera hecho una araña loca que tejía su tela sin otro azar que sus nuevos pensamientos. Maximiliano huele bien, sobre todo cuando está en Cuernavaca con esa chica tan llena de candor. Juárez mira con malicia y resiste. Está fundando un país de arena que constantemente se escapa de los mapas. Pero María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, Emperatriz de México y de América, y numerosas cosas más, deshizo todas mis ideas de cómo desarrollar un personaje. Una novela es un corazón y es un poliedro. Quiero decir que una novela refleja todas las luces y absorbe todos los amores. Noticias del Imperio es eso. Y para mí un punto de quiebre en la literatura mexicana. Si con José Trigo, de acuerdo con José Emilio Pacheco, Fernando del Paso creó un universo, con Noticias del Imperio inventó una ciudad donde todo tiene presencia significativa. Una estética de la totalidad. Uno tiene derecho a que respeten su casa, hay leyes que lo establecen, pero no a escribir convencionalmente. Un escritor debe inventar sus convenciones, debe aspirar a ser una convención, como Del Paso que incendió las formas narrativas de su tiempo. Te dije que no estaba de acuerdo con que dijeran que eras un seguidor de Joyce, más bien eres un continuador, que no es lo mismo; también te hice saber que no me gustaba que comprobaran que eras barroco. Realmente, el barroco ofrece una respiración sosegada frente a la colorida variación de tonos que sobresaltan en tu obra. Sonreíste y cambiamos de tema. Hablamos de Patsy Cline y te canté despacito, sólo para que tú escucharas: South of the border, down Mexico way, That’s where they fell in love, when stars above, Came out to play, and now as they wonder, their thoughts ever stray, south of the border, down Mexico way, la rolita que le gusta a Linda, en Linda 67. Sonreíste y me tocaste un brazo.
Un día conversamos de Palinuro en la escalera, un experimento que también me provocó. Dijiste que había sido una buena experiencia. Recuerdo que a algunos teatreros les salieron ronchas, pero no te lo dije; seguramente lo sabías y naturalmente que respetabas sus opiniones. Porque eso era parte de tu vida: respetar. Por eso jamás permaneciste callado ante la injusticia y las atrocidades de nuestros gobernantes. Eras tan directo para señalarlo, pero también tan fino, como en tu discurso de Mérida. Maestro, pues nada, gracias por darnos tanto.
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FOTO: La literatura de Fernando del Paso siempre tuvo distintas caras, como demuestra la naturaleza particular de cada una de sus cuatro novelas./ Francisco Guasco/ EFE.