Fien Troch y la adolescencia avasallada

May 19 • Miradas, Pantallas • 5169 Views • No hay comentarios en Fien Troch y la adolescencia avasallada

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Kevin, un adolescente recién liberado de un centro de readaptación juvenil, se muda a casa de sus tíos, donde comienza a involucrarse con un primo y su círculo de amigos, una palomilla volátil y hedonista

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POR JORGE AYALA BLANCO

En Hogar (Home, Bélgica, 2016), rudo film intimista 4 de la belga provinciana flamenca en artes graduada de 38 años Fien Troch (La felicidad de algún otro 05, Indecible 08, Kid 12), con guión suyo y de su marido también editor Nico Leunen basándose en un caso criminal verídico, el tranquilo diecisieteañero taciturno de contradictorios arrebatos golpeadores apabullantes cuando es provocado hasta perder el control Kevin (Sebastian Van Dun formidable de contención) sale de una correccional de Flandes por cierto delito no especificado y se le envía a la casa de su roñosa pero modesta bienintencionada tía provinciana con marido más bien ausente Sonja (Karlijn Sileghem) que aloja al muchacho en el sótano y le agencia un destino presuntamente envidiable como aprendiz de plomero, aunque el contacto amistoso con su primo preparatoriano Sammy (Loïc Batog) será decisivo para resistir al máximo las provocaciones de los agresivos lugareños desafiantes e insertarse en un desmadroso núcleo de aplastados chavos que sólo son dichosos fumando mota y lanzándose sexoinvectivas soeces, como la virgen pelandruja Lina (Lena Siujkerbuijk) que suele masturbar a Sammy cual si fuera un rapidín cariñoso y el lamentable violento reactivo John (Mistral van den Eeden) que acabará matando a rabiosos puntapiés a su posesiva madre psicótica (Els Deceukelier) delante de sus amigos, vueltos involuntarios cómplices azotadísimos de por vida, pese a que el infeliz evite involucrarlos al ser detenido mucho después, pero devastando aún más esa adolescencia avasallada.

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La adolescencia avasallada discurre de manera pesimista en términos generacionales, a modo de un acerbo retrato desmañado de la meganarcisista patética generación del abismamiento aislante en el teléfono inteligente y la barbarie de la colosal carencia afectiva, al desmontar, con tosca delicadeza y dulce vehemencia, los nexos superficiales y las agitaciones melancólicas de un grupo de muchachos condenados a la cerrazón frustrante y reducidos por todas partes, de antemano envilecidos por incomprensivos padres ignorantes y maestros autoritarios cada vez más orientados a un conservadurismo asumido como único horizonte político-culturo-relacional aceptable, marco de chavos despojados de todo impulso vital creativo y en las antípodas hasta de la sensatez escolar impuesta a los jóvenes orgiásticos venereamente contagiados de Bang Gang: una moderna historia de amor (Husson 15), digno de haberse titulado irónicamente Hogar dulce hogar, padres y maestros exhibiendo absoluta falta de empatía.

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La adolescencia avasallada tiene como grandes desgarradores momentos descarnados/encarnados realmente de antología e inolvidables el prologal interrogatorio apabullante a Lina por el ultrarrepresivo director-prefecto escolar (Koen Mortier) que la acusa de herir a un profe con un comentario desdeñoso, la prohibición irracional de permanecer un minuto en los pasillos de la prepa, la instalación de una costosa TVpantalla en el sótano de Kevin que éste ni pela por clavarse en su iPhone como todos sus congéneres, el intento inútil de la tía por establecer una imposible línea imaginaria espacial y la inquietante echada por delante del cuerpo de Kevin hacia ella, el descontón al bravero abofeteador en la boda comunal, el desesperado asalto paradójico del héroe a una farmacia para obtener el calmante Xanax recomendado que sólo se expende con receta, la clandestina reunión clandestina del impulsivo Kevin con su adorado hermanito Ruben en un lejano partido de pelota, el desamparo del chantajeado sentimental Kevin al negársele proseguir sus estudios, la penosa manipulación del pene de John por su desquiciada madre incestuosa para mantenerlo controladoramente a su lado (“Nadie te hará lo que yo”), la admirable solidaridad de los chavos con el amigo en su crimen de odio sagrado en el suelo de la cocina motivando luego la leal correspondencia del joven matricida y el escarnecimiento policial de Sammy por haber escrito en su FB el desahogo “Me gustaría matar a alguien para sentirme vivo”: una suma de hechos jamás moral ni éticamente desnudos.

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La adolescencia avasallada practica e impone de manera casi virtuosística una especie de estilo posHermanos Dardenne muy belga antineorrealista a base de una cámara nerviosa frenética que ahora acosa de nuevo todo el tiempo a sus criaturas lamentables pero no a través de largos seguimientos con body camera sino de frente y pasando desequilibrante y pulsionalmente de un personaje a otro sin cesar, gracias a una fotografía de Frank van den Eeden más interesada por feroces zooms y la revelación instantánea a lo Griffith que por alguna posible belleza lírica, cercenada de cuajo pero transferida a la fluida y estilizadísima música rock de Johnny Jewel en verdad modélica, para que el régimen visual, con implacable edición elíptica al final de cada secuencia comprometedora, pueda concatenar de pronto sugestivamente esas ráfagas de cámara con ultramutiladoras imágenes verticales tomadas por algún iPhone anónimo-testimonial subjetivo, en las escenas de jugueteo mariguano-soez entre chavos, y con bressonianos detalles significativos de manos angustiadas por la crispación, en las escenas de diálogos-comparecencia e interpelación cruel de adultos contra chavos.

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Y la adolescencia avasallada termina acomodando muy bien su juvenil malestar indistinguible vuelto inextinguible, al escalpelo inhumano de la truculencia en río intelectual del munichense Haneke de los 71 fragmentos para una fenomenología del azar (94) y ese tono incidental del hurgador austriaco de inframundos Glawogger en sus films docunarrativos (Slumming 06), cuando la cinta culmina con la dolorosa no-reacción del vulnerado Kevin resistiendo estoicamente dentro y fuera de un auto las descompuestas agresiones de un borracho durante una noche de juerga sórdida en despoblado, como inequívoco signo de una irrepetible edad en flor vuelta a la fuerza ínfima e infame.

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Foto: Hogar se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 24 de mayo de 2018. / Especial

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