Orgullo y prejuicio: una visión del Fonca

Mar 16 • destacamos, principales, Reflexiones • 5259 Views • No hay comentarios en Orgullo y prejuicio: una visión del Fonca

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El “Foro de consulta” organizado por la caótica dirección del Fonca el 7 de marzo en la Ciudadela evidenció su improvisación, y desconocimiento profundo sobre la operación y resultados de sus programas

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POR CLAUDINA DOMINGO

El “foro de consulta” que convocó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en la ciudadela el pasado 7 de marzo fue una representación de las manías, prejuicios y afición al performance (por lo improvisado) que han caracterizado a la nueva Secretaría de Cultura. No me interesa detenerme en lo último, que bien puede pertenecer a la picaresca cultural, ya que me parecen preocupantes las primeras dos tendencias: la manía de querer tener la última palabra que han asumido muchos funcionarios en todas las secretarias federales y, por otro lado, el chantaje compulsivo hacia diferentes sectores de la población basado en la generalización más vasta.

 

Nadie me lo puede contar: yo fui al “foro de consulta”, que era una rueda de prensa disfrazada, ya que los tres empleados de la Secretaría de Cultura que “respondían” a los cuestionamientos del público en realidad aprovechaban las preguntas para reiterar vaguedades (“no queremos que haya una convocatoria al año, sino una oficina abierta siempre, donde se presenten los proyectos”) y para machacar en una muy básica estrategia de manipulación emocional de masas. Herido en su orgullo de autoridad por el disgusto y las demandas de los asistentes, Edgar San Juan, soltó una de las perlas de la jornada: “porque queremos sacar las becas de la colonia Condesa”. Las risotadas, burlas, gritos y chiflidos no se hicieron esperar, y con justa razón, qué más podría ocurrir.

 

Pero esta gracejada involuntaria no es un desliz, sino una forma reiterada de afrontar la crítica que han asumido muchos funcionarios federales. Esta idea, desglosada en gráficas de Powerpoint, se traduce en cristiano mexicano culpígeno como: las becas han sido secuestradas por una mafia centralista, blanca, privilegiada, desdeñosa de las otredades de la república mexicana. Mi experiencia como becaria de poesía de Jóvenes Creadores (en tres ocasiones; 2008, 2013, 2016) y del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2018-2021) me llevó a conocer a poetas de 11 estados de la república, una tercera parte de los cuales fuimos mujeres.

 

Me interesa resaltar este punto: tres de las cuatro mujeres del periodo 2015-2016, obtuvimos premios nacionales con proyectos que revisamos en los encuentros de Jóvenes Creadores: Clyo Mendoza obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz 2018 con Silencio; Elisa Díaz con Principia el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017; y yo con Ya sabes que no veo de noche (Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2016). Por mi parte, yo solicité la beca de Jóvenes Creadores en seis ocasiones, es decir que la mitad de las veces no la obtuve. Si sumo a mis compañeros de beca de Jóvenes Creadores del área de poesía, conocí a 17 poetas en los años 2008, 2013 y 2016; sólo uno de ellos (varón, oriundo del Estado de México) fue compañero mío en dos periodos. Mis compañeros vivían lo mismo en Ciudad Juárez que en Mérida, pasando por Guerrero, Oaxaca y Guanajuato. Sólo 8 de 21 sumados en tres periodos (incluyéndome a mí tres veces) éramos chilangos. De los cinco tutores que tuve en esos tres periodos sólo uno vive en la Ciudad de México… y es mexicano-venezolano.

 

¿He sido privilegiada o suertuda? Quizá ambas, pero sobre todo he sido insistente, obsesiva, obstinada. Desde niña leí poesía y quise ser poeta. A los 22 publiqué mi primer libro. Tardé seis años en publicar el siguiente porque trabajaba para pagar sola una renta, así que desde hace siete años decidí tener como centro de mi vida la creación literaria (poesía y narrativa), y aunque suene romántico y demodé, he sacrificado la estabilidad económica (un empleo) en beneficio del tiempo (real) y del espacio (simbólico) para crear: he corregido estilo, editado, realizado trabajo de gestión cultural y he sido jurada, dictaminadora, conferencista, etcétera, en la modalidad free-lance. La beca del SNCA que obtuve en noviembre del año pasado representa no un periodo de tres años, sino mínimo de cuatro (sé ahorrar) y un salvavidas para una intelectual subempleada de 36 años. Al contrario que los funcionarios de los que he hablado, yo ya tengo mi plan quinquenal y sé cuántos y qué libros de poesía y narrativa voy a escribir en un periodo de 4 o hasta 5 años (porque pedí una beca de poesía para sostener económicamente a la poeta y a la narradora que soy).

 

No sólo yo he vivido así. El testimonio en redes sociales de mi colega Fernanda Melchor es una variante de esta resumidísima autobiografía. ¿Es una coincidencia que las dos seamos escritoras nacidas en 1982? Por supuesto que no: nacimos en la crisis (para nosotras no hay plazas universitarias ni empleos descansados) y somos mujeres (eso, al cuadrado). ¿Es entonces el Fonca un programa asistencialista? Sí, lo es, pero hasta que el Estado no cree una estructura socioeconómica que sostenga a los creadores, es un programa necesario. Los artistas mexicanos (felicitados siempre por altos funcionarios cuando ganamos un premio internacional) hemos vivido las últimas décadas pendientes de una paupérrima red que de manera grandilocuente llamamos “industria cultural” en la que la inversión estatal es indispensable. Jóvenes Creadores ha sido un programa ejemplar que considera tanto a los creadores en lenguas originarias como a los artistas interdisciplinarios pasando por nosotros, creadores considerados más “tradicionales” como somos los escritores. Lo único que habría que arreglarle es su presupuesto (ganar 8, 526 pesos como joven creador no me parece un privilegio) y que el SNCA replique el modelo bastante incluyente de Jóvenes Creadores.

 

Y a título muy personal, quisiera esta vez hacer Retribución Social de verdad; no es el trabajo de un beneficiario del SNCA, pero, tomando en cuenta la enorme diferencia sociocultural en el país (que los artistas no creamos), me parece un deber moral hacerlo. He ido a escuelas secundarias y Normales en varios estados y visitado cárceles y asilos; he viajado en camiones de madrugada y dormido en casas de gestores culturales que no podían pagarme un hotel; pero no sólo yo, muchos artistas lo hemos hecho a pedido de ONGs o asociaciones muy activas pero olvidadas de la mano de un presupuesto municipal, estatal o federal. Como hija de un escritor que salió de una pequeña ciudad tropical a principios de los setentas, devolver el regalo de la literatura es para mí, sí, una obligación moral. Hasta la fecha, sin embargo, nadie de esta administración me ha contactado para programar mi Retribución Social y ya me han depositado el 33% del estímulo del primer año de tres. Si esto no es demagogia, explíquenme qué es.

 

FOTO: Edgar San Juan, subsecretario de Desarrollo Cultural, sin respuestas frente a los creadores. / Tomada de la página de Facebook de la Biblioteca de México

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