Fragmentación y escritura
En A los dieciséis, antología de Margo Glantz que publica el CCH, radica una forma de expresión inacabada que invita al lector a darle sentido
POR BENJAMÍN BARAJAS
El Colegio de Ciencias y Humanidades ha coeditado una serie de libros en la colección La Academia para Jóvenes, con el propósito de que el alumnado del bachillerato disfrute de la lectura y el conocimiento de las obras escritas por algunos de los más destacados integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua.
Es el caso de la antología A los dieciséis de Margo Glantz, una compilación elaborada por Felipe Garrido y presentada por Isabel Gracida, la cual concentra los filones más preciados de la producción literaria y ensayística de la eminente investigadora universitaria.
Como bien lo señala Felipe Garrido en el epílogo, las obsesiones más frecuentes de Margo Glantz son la memoria, la familia, los viajes, el feminismo y la recuperación del cuerpo como centro del ser de la mujer en la escritura, cuya expresión se decanta en una forma de expresión breve, a veces sentenciosa y fragmentaria. Por ahora, sólo nos ocuparemos de esta última cuestión.
Agustín Yáñez, quien fuera maestro de Margo Glantz, vio en sus escritos un conjunto de perlas sin engarzar, quizá porque el insigne novelista se enfrentaba a una estética nueva que había renunciado a las relaciones de causa y efecto establecidas por la narrativa tradicional, cuyo propósito era la construcción de un mundo de ficción equivalente al real.
Los poetas románticos como Schlegel, Novalis y Hölderlin reniegan de la concepción renacentista e ilustrada, según la cual los hombres (y mujeres) son capaces de sintetizar el cosmos; en cambio, ellos sólo recrean, en los fragmentos de su poesía, la parcialidad de lo que observan.
Los movimientos de vanguardia, situados entre los siglos XIX y XX acentúan la percepción fragmentaria del mundo, merced al desarrollo de la técnica, del maquinismo y la velocidad que transforma la concepción del tiempo y el espacio. La pintura, el cine y la literatura de vanguardia suelen usar la forma del collage, de la obra abierta, o el texto inacabado para transferir al lector la tarea de la construcción del sentido.
En este contexto, las novelas surrealistas se convierten en cadenas sin eslabonar, donde la acción y los personajes se diluyen en una serie de archipiélagos que el lector debe unir dando saltos. La narrativa de Louis Aragón, André Breton o el mexicano Gilberto Owen son un buen ejemplo de ese fluir de la conciencia.
Pero dentro de dicha innovación radical, cuyo objetivo es destruir la forma de los textos, emerge una escritura que no rehúye del todo al sentido y se refugia en el hipertexto, entendida como aquella obra breve que cobra significado en otros textos que apenas son aludidos, para que el lector siga los indicios sembrados por el malicioso autor.
Epigramas, aforismos, ensayos cortos o las famosas greguerías de Ramón Gómez de Serna se van abriendo paso por esa breve herida que tiende a diluir la frontera de los géneros, para llegar a una especie de hibridación que se refleja primero en las novelas y luego en los relatos. En México, destacan Julio Torri, Augusto Monterroso y Juan José Arreola, quienes son antecedentes muy respetables de la narrativa de Margo Glantz.
FOTO: En enero, la escritora mexicana Margo Glantz cumplió 93 años. Crédito de imagen: Archivo El Universal
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