Francisco Toledo, el creador revolucionario
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A lo largo de seis décadas, Francisco Toledo enriqueció el inventario de la imaginación, conquistando lienzos y maderas, dando vida a obras de arte que fueron la lengua de un hombre que hizo de la pintura poesía pura a través de las imágenes
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POR GERARDO VALDIVIESO PARADA
En 1968 Francisco Toledo montó su primera exposición en los pasillos del Centro Escolar Juchitán, la escuela de dos pisos que el general Heliodoro Charis gestionó ante el presidente Lázaro Cárdenas en 1938. Así lo recuerda el juchiteco pintor Víctor Cha’ca’, quien estaba en sexto grado de primaria cuando vio su primera exposición de pinturas y conoció a Toledo.
El entonces severo director de la emblemática escuela, Jeremías Mendoza, se opuso a que se montara la exposición aduciendo que dañarían las paredes de su escuela. Toledo tuvo que amenazar con quejarse con su amigo Víctor Bravo Ahuja, entonces gobernador de Oaxaca, para que finalmente se montara su obra. El amigo poderoso se convertiría luego en secretario de Educación; a él acudiría otra vez para hacer realidad un sueño: la Casa de la Cultura de Juchitán. Se crearía la institución a cambio de un mural a cargo del artista juchiteco. El extinto poeta Macario Matus contó que la idea la traía Toledo consigo desde su estancia en París, inspirada por el proyecto cultural del ministro de cultura André Malraux.
El pintor de pelo largo, barba, con el paliacate anudado a la frente y los pies descalzos, se hospedaba cerca del centro de Juchitán en la casa de la prima de su padre, Lupe Pan, retratada por Graciela Iturbide en el callejón de su casa teniendo como fondo una pared pintarrajeada. Enfrente de esa casa estaba sentado el pintor cuando lo abordó el joven abogado Víctor de la Cruz quien traía varios proyectos en mente sobre el rescate de los valores de la cultura zapoteca.
Ambos, el joven poeta y el artista plástico, fundarían la legendaria revista Guchachi’ Reza (Iguana rajada), nombre de un son zapoteco compuesto por un músico ciego que inmortalizaría Miguel Covarrubias en un dibujo en su libro Sur de México. La publicación inició como un suplemento cultural del periódico El Satélite. El primer número aparecería con un texto de Toledo sobre las iguanas, ésta como las primeras ediciones de la revista las financiaría el propio pintor.
Uno de los amigos entrañables de Toledo fue el músico de flauta, Sidru Pitu, de la Séptima Sección, el barrio mas representativo de Juchitán, en donde el pintor es conocido como “Ta Min” apócope de Benjamín, su segundo nombre, a quien visitaba con regularidad y consiguió que ejecutara los sones tradicionales en Bellas Artes. Gracias a la fundación de la Casa de la Cultura y al taller permanente de ejecución de flauta de carrizo, tambor y caparazón de tortuga, pervive aún en muchos niños juchitecos la afición por estos instrumentos prehispánicos y la permanencia de sones tradicionales heredados de maestros antiquísimos que concibieron piezas como “Berelele” (Alcaraván), “Gubi binidxaba guetabachi” (Se comió el diablo el tamal), “Telayú” (Amanecer), “Mbioxho” (“Viejo”) entre otros.
En la Casa de la Cultura, inaugurada en 1971 por el presidente Luis Echeverría Álvarez, inició un proyecto cultural que coincidió con el movimiento popular y político de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI); Toledo aseguraría que el movimiento político se apoyaría sobre el proyecto cultural y nunca al revés.
En el objetivo de revalorar la cultura zapoteca y su historia de rebeldías, el proyecto cultural de los tres intelectuales –Toledo, Víctor de la Cruz y Macario Matus– dio como resultado una generación de trovadores que revaloraría a los viejos compositores como Juan Xtubi, Taquiu Nigui, Rey Baxa, con canciones con letras en la lengua nativa.
De la Casa de la Cultura surgió alentado por el poeta Macario Matus, una generación escritores como Víctor Terán, Enedino Jiménez, Esteban Ríos, Jorge Magariño, Rocío González, Natalia Toledo. Su bien equipada biblioteca infantil sería semillero de otra generación de escritores, que empezaron leyendo a Asterix y Obelix y Tintín y terminaron por escribir poemas como
Irma Pineda, Héctor Pineda, Víctor Cata y Luis Amador.
De su colección de arte particular expuesta en la Sala de Arte Moderno de la Casa de la Cultura que incluía obras del japonés Utamaro, Rodríguez Lozano, Vicente Rojo, Tamayo, fue influenciada una generación de pintores de donde salieron artistas de la talla de Jesús Urbieta, Víctor Cha’ca’, Soid Pastrana, Sabino López y toda una camada de artistas locales que se formaron en el taller de artes gráficas.
En 1981 la COCEI ganaría el primer municipio importante para la izquierda, el ayuntamiento Popular recibiría el apoyo del pintor y la editorial Ediciones Toledo imprimiría decenas de publicaciones bajo el sello del Ayuntamiento Popular pero financiada por el pintor juchiteco. Las ediciones darían el sustento ideológico e histórico del movimiento político. Se imprimieron libros sobre la vida de los rebeldes del pasado juchiteco como José F. Gómez, Adolfo C. Gurrión, mártires de la época revolucionaria, en las ediciones de Guchachi’ Reza se sabría que los juchitecos se revelaron contra Juárez por el control de las salinas, se daría a conocer la vida de los rebeldes zapotecos del siglo XIX Che Gorio Melendre y Mexu Chele.
Toledo trajo consigo a Juchitán a la fotógrafa Graciela Iturbide quien, un día conviviendo con las comerciantes del mercado, capturaría su imagen más famosa: Nuestra Señora de las Iguanas; del apego de la fotógrafa a Juchitán capturaría una gran cantidad de imágenes tanto del movimiento popular como de la cotidianidad de los juchitecos, que ilustraría libros como Luz, luna y las lunitas de Elena Poniatowska que escribiría de Juchitán y sus mujeres. Además de Iturbide vendrían más fotógrafos, como Héctor García, Rafael Donis, Heriberto Rodríguez, Rogelio Cuéllar, entre otros.
Durante la existencia del Ayuntamiento Popular, vendría a solidarizarse con los coceístas Carlos Monsiváis, que prologaría varios libros de Ediciones Toledo, como un libro con las antiguas imágenes del fotógrafo juchiteco Sotero Constantino, un olvidado personaje que Toledo sacaría a la luz. En los mítines de la COCEI se solidarizarían también el escritor Fernando Benítez y el poeta Óscar Oliva; a su lado, hombro con hombro, el artista del istmo.
Francisco Toledo se exiliaría de Juchitán para no volver jamás, por la brutal represión del estado. En 1977 habrían desaparecido al dirigente campesino Víctor Pineda Henestrosa, además asesinaron y torturaron a decenas de dirigentes y militantes de la COCEI. La hora de Toledo llegó a principios de 1982, unos días antes de la desaparición de poderes del Ayuntamiento Popular y la toma del Palacio Municipal por el ejército, cuando el automóvil en la que iban el fotógrafo Rafael Doniz, el historiador Víctor de la Cruz y el pintor, fue baleado en La Ventosa durante la disputa de un terreno comunal; salieron airosos de milagro.
Toledo ya no volvió al pueblo ni siquiera para acompañar el sepelio de su querida tía Lupe Pan. Su exilió estaría alimentado por la tremenda decepción que le causaron los líderes de la COCEI que empezaron a corromperse. Desde la ciudad de Oaxaca siempre se mantuvo al tanto de Juchitán. El artista cuando tenía un encuentro con un paisano siempre quería charlar en torno a lo que sucedía en Juchitán.
Toledo el padre lejano pero cariñoso
Hace un lustro surgió el “El camino de la iguana”, proyecto concebido y desarrollado por los escritores Víctor Cata y Natalia Toledo para difundir la lengua “diidxazá” entre los niños en las escuelas, esto ante la escasez de hablantes entre los menores de edad. Ambos escritores daban talleres de lecto-escritura de la lengua a través de cantos antiguos y poemas en la lengua materna.
El pintor se entusiasmó con el proyecto, y como ha sido con todos sus planes, quiso hacer lo que nunca se había hecho: empezó a proveer a los niños juchitecos de materiales de lectura y aprendizaje, imprimiendo folletos sobre las partes del cuerpo humano y los colores en “diidxazá”, juegos lúdicos como la lotería en la lengua nativa, que ha servido de material e inspiración en varias escuelas en donde existen ejemplos de niños que están aprendiendo la lengua zapoteca que no les enseñaron sus papás en su casa.
De ese impulso editó las fábulas de Esopo en zapoteco, que derivaría en la traducción del libro en otras lenguas indígenas de Oaxaca. En este tenor crearía los premios literarios CaSa, que premia a los mejores textos en zapoteco en las categorías de narrativa, poesía, música y cuento para niños. De este concurso surge una nueva generación de jóvenes escritores en lengua zapoteca, como Evis Guerra, Nelson Guerra, Héctor Pineda, Fernando Valdivieso Magariño, y ha generado el interés de mas jóvenes que escriben en su propia lengua.
El sismo y las cocinas comunitarias
La noche del sismo del 7 de septiembre de 2017 que arrasó con Juchitán, Toledo se comunicó por teléfono con su hija Natalia, estaba preocupado, desde ese momento se quería poner de acuerdo con ella para ayudar a los juchitecos. Como en el siglo pasado, se apoyó en dos escritores para llevar acabo su proyecto cultural; en su estrategia de ayuda, después del sismo se apoyó en jóvenes artistas como el escritor Nelson Guerra, el artista plástico José Ángel Santiago y el fotógrafo Francisco Ramos, todos de la Séptima Sección el barrio más golpeado por el sismo.
A través del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y el Centro Fotográfico Álvarez Bravo (CFAV) recibió donaciones y destinó apoyos para crear las Cocinas Comunitarias que surtieron de pan, tortilla, maíz, granos, verduras, frutas y carne a esta organización de mujeres que se organizaron para cocinar y repartir desayuno, comida y cena a los damnificados. Los apoyos que consistieron principalmente en productos enlatados, en las Cocinas Comunitarias se preparaba con insumos frescos la comida tradicional a la que estaban acostumbrados los zapotecos. Las cocinas comunitarias se mantuvieron con el apoyo constante del maestro; cuando las cocinas del ejército y demás instancias federales que acudieron a ayudar a los damnificados en los albergues se retiraron, las cocinas comunitarias se mantuvieron. Estas cocinas que fortalecieron la organización comunitaria duraron más de un año, en donde también se realizaron eventos culturales para niños y adultos.
En tanto, su hija Natalia Toledo y sus vecinos, niños del callejón de Los Pescadores de la Séptima Sección, se encargaron de distribuir despensas y otros enseres no sólo a los damnificados de Juchitán sino a los pueblos mas alejados, como los pueblos huaves y mixes. Los niños, que se encargaban de descargar los víveres, empaquetar las despensas y luego distribuirlos, quedaron con el nombre de Binni Biri (hormigas) por su trabajo y dedicación, y que hoy es una organización que aún sigue trabajando en talleres y eventos culturales.
La segunda etapa de la ayuda a los damnificados del maestro Toledo fue la edificación de casas. Mientras muchas empresas engañaron a los damnificados y se quedaron con sus apoyos del gobierno y nunca les construyeron sus casas, el IAGO y el CFAV iniciaron la reconstrucción de casas de personas que perdieron sus hogares, principalmente en la Séptima Sección. Las casas fueron reconstruidas con el diseño de las casas de tejavana, un proyecto que se mantiene y que coordina el fotógrafo Francisco Ramos.
La noticia de la muerte del maestro Toledo “Ta Min” ha consternado a los juchitecos y generado una gran tristeza en varias generaciones de artistas istmeños que vieron su herencia en las publicaciones, en la Casa de la Cultura, hoy destruida, en sus pinturas, en su lucha por los monumentos históricos, por la ecología, por la defensa de la cultura. Artistas como Víctor Cha’ca’ consideran que no habrá otro Quijote defensor de las mejores causas como Toledo y que se ha derrumbado uno de los grandes apoyos en que se sostenía la cultura zapoteca.
FOTO: Autorretrato, 1995. / Tomado de Francisco Toledo. Publicado por Fomento Cultural Banamex
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