Fronteras imaginarias

Ene 3 • Lecturas, Miradas • 2679 Views • No hay comentarios en Fronteras imaginarias

 

POR DANIEL GIGENA 

 

La Nación / GDA

 

Con una tesis simple y apenas insinuada —¿puede el paisaje cambiar a los hombres?—, En el bosque, segunda novela de Katie Kitamura (1979), cuenta los incidentes que ocurren a lo largo de pocos años en la granja de un viejo colono blanco en tierra extranjera. Habitada por indios a quienes él considera, como mucho, supersticiosos y astutos, el colono y su hijo deben enfrentar los rumores, primero, y luego las consecuencias de una reforma agraria. Antes de que ésta, más temprano que tarde, tenga lugar, el viejo trae a la casa a Carine, una chica de reputación dudosa de quienes sus parientes se desentienden con alivio, para que se comprometa con Tom, su hijo. Sin embargo, el viejo y la joven anulan a Tom en una súbita ecuación erótica e inician entre ellos una relación mellada por el deseo y la violencia de él y la codicia de la joven (o tal vez sólo su instinto de supervivencia, atento al valor de cambio que representa su cuerpo para el viejo tirano).

 

Contada desde el punto de vista del hijo desplazado por el padre, y por una voz narrativa apenas levemente por encima de los sucesos (y de la conciencia de los personajes, que no es poca), la aparición de esa mujer en la finca tensará los vínculos hasta que, estallido volcánico mediante, todo cambie. Carine empieza a lucir las joyas y los vestidos de fiesta de la madre de Tom, a pasearse semidesnuda por la casa y a ocupar el lugar del hijo en la mesa. Sin embargo, en un agasajo del viejo a los colonos de la zona, es víctima de una violación colectiva. “No hubo ira. Nada se detuvo. Siguió adelante. Lo que un cuerpo puede soportar es siempre más de lo que un cuerpo puede soportar hasta que no soporta más; hasta que dice basta. El cuerpo de la chica sobrepasó ese punto y ella ni se enteró”.

 

Como una comedia negra sin héroes, hecha sólo de la pesadez y de la maldad de los personajes, la novela no descuida nunca el registro descriptivo de la naturaleza, quizá la única fuerza aislada y a salvo de los hombres (y contra los hombres y sus proyectos de explotación). “Al otro lado de la frontera hay una montaña; y una mañana la montaña estalla.” A partir de entonces, las circunstancias cambian, tanto en las posesiones del viejo como fronteras adentro del país. Pronto se decide expropiar las tierras de los blancos y distribuirlas, con tres vacas, una oveja y una bolsa de semillas, entre los nativos.

 

Las fronteras de la nación imaginaria de la novela de Kitamura aluden también a las que separan las individualidades que protagonizan este ménage à trois de exclusión y barbarie que, cuando no se expresa en las acciones de los personajes, cobra un relieve siniestro a través de una niebla de cenizas, de un río de barro que asfixia a los peces o de la agonía del viejo.

 

Si bien En el bosque posee un escenario y un elenco limitados, donde los nativos son apenas una presencia colectiva percibida por los colonos como amenaza (pero utilizada casi siempre como mano de obra esclavizada), le bastan a la autora para urdir una trama que no descuida los aspectos sociales de cualquier drama privado. Con concisión, ironía y lucidez para la caracterización psicológica de sus personajes (que parecen caricaturas de los dramas de Ibsen o, más cerca en el tiempo, de Elfriede Jelinek; en ambos casos moldeados por las pautas de la novela poscolonial), Kitamura aborda la vulnerabilidad y las heridas abiertas dejadas por las estrategias coloniales europeas y la incertidumbre histórica de sus hombres, al borde de la ruina no sólo económica, sino también erótica y ética.

 

*Katie Kitamura, En el bosque, traducción de Jesús Gómez Gutiérrez, Sexto Piso, México, 2014, 161 pp.

 

*Fotografía: La autora Katie Kitamura nació en 1979 / Cortesía Sexto Piso.

 

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