Gabriela Medina, voz discordante de la danza
POR JUAN HERNÁNDEZ
A la bailarina, coreógrafa y maestra Gabriela Medina (México, DF, 28 de marzo de 1970) se le identifica por estar a la vanguardia con un lenguaje artístico libre de ataduras a dogmas y estereotipos de la danza contemporánea. El estilo de la artista es absolutamente identificable, como lo es también su personalidad contrastante.
A unos días de cumplir 44 años de edad, la creadora ha alcanzado la madurez artística. Luego de una larga trayectoria en la danza y ligada usualmente a proyectos discordantes, la artista se ha colocado como figura preponderante en el medio dancístico de México.
La intérprete ha buscado siempre una plataforma de libertad para crear personajes a partir de sus propios impulsos y necesidades, y no sólo responder a las peticiones de los coreógrafos. Es decir, ser una bailarina creadora, jamás una bailarina instrumento.
Cómo no recordarla en el grupo Asaltodiario, en obras que causaban nerviosismo cuando los intérpretes arriesgaban su integridad física al realizar proezas técnicas sobre el pavimento o en las alturas de un edificio y sin red de seguridad; o aquella exquisita interpretación que hizo de Betty Boop en la obra The kisch (en) and the X (eggs) (2001), de Raúl Parrao, en la que Medina se robaba la escena con ese personaje de caricatura y naturaleza trágica.
Ya ahí, en la danza “bizarra” de Parrao, la bailarina mostró dominio del lenguaje escénico y abrevó de la multimedia, que sería después una de sus fuentes preferidas en el ámbito de la creación coreográfica.
Si bien fue bailarina en proyectos de coreógrafos como Cecilia Appleton, Francisco Illescas y Benito González, entre otros, sin duda fue su colaboración con Parrao la más sobresaliente en términos artísticos. La personalidad de Medina se ajustaba muy bien al carácter “bizarro” de la propuesta del entonces coreógrafo “impertinente”.
Gabriela Medina ha luchado contra lo establecido. A partir del momento en que el modelo dominante para la selección de los cuerpos “aptos” para la danza le negaba a ella la posibilidad de desarrollarse en la disciplina que animaba su espíritu, la creadora adoptó una postura contestataria como mujer y artista.
Chaparrita, de cuerpo con redondeces, en la vida diaria ha expresado su inconformidad a través de su apariencia física. Se le ha visto a rape o con el cabello rojo y la ceja depilada hasta la inexistencia. Sin embargo, esa apariencia brusca contrasta con el tono suave de su voz y risa que enternece el gesto de su mirada.
Así como su personalidad son sus danzas, que van de un planteamiento violento, avasallante, desesperanzador, a la reconfortante luz de lo sublime y de un profundo amor por la vida.
Su quehacer coreográfico floreció de manera significativa cuando se encontró con Mario Villa, artista visual y especialista en video. Juntos fundaron, en 1994, la compañía La Manga: Video y Danza, y crearon una propuesta artística que llamaron: “video instalación coreográfica”. Es decir, un tipo de obra que lo mismo se pudiera presentar en un foro como coreografía que en una galería como instalación de carácter coreográfico, en la medida en que el movimiento del cuerpo humano estaría involucrado.
Así nacieron las obras emblemáticas de Medina y del repertorio de La Manga: Video y Danza: Outrage-Irritante, El jardín del tartamudo, El hershey man, La muñequita del pastel y En vida hermana en vida.
En Outrage-Irritante, El jardín del tartamudo y El hershey man, la coreógrafa realizó una reflexión profunda sobre el uso del poder y la violencia en el mundo, como manifestación de un instinto de autodestrucción del ser humano. En La muñequita del pastel, por otro lado, elaboró un discurso sarcástico y doloroso sobre lo que significa “convertirse” en mujer, a partir del festejo de los 15 años, y de cómo las mujeres son víctimas de los estereotipos y del estigma social.
Gabriela Medina y Mario Villa concretaron un lenguaje de gran potencia visual al recurrir a nuevas tecnologías y, en particular, al uso del video como parte esencial de la propuesta escénica. Las obras denominadas “video instalación coreográfica” son realizadas a partir de la experimentación larga, de búsquedas concretas, de desarrollo de un mapa emocional y también de un diseño espacial para dar a la escena forma y contenido.
En El hershey man, por ejemplo, la proyección del video sobre el piso determina el mapa por el cual habrá de transitar la bailarina, quien establece una compleja relación entre el tiempo y el espacio de su expresión corpórea, y el tiempo y el espacio del video. En este caso, el video se convierte en la vía que resalta y hace visible el espacio interior y exterior del cuerpo que danza.
Gabriela Medina ganó el primer lugar en el XVI Premio INBA-UAM con la obra Fábula de Hilario (1995), y con El hershey man obtuvo el primer lugar en el Award Show de Nueva York (2006). Ha recibido becas del Fonca como bailarina y coreógrafa y a partir del 2006 ingresó al Sistema Nacional de Creadores.
Sus cualidades como bailarina y coreógrafa la han convertido en una figura emblemática de la danza de concierto actual. Como maestra forma a nuevas generaciones de creadores del arte de Terpsícore. Su discurso artístico provoca emociones pero sobre todo la reflexión profunda sobre lo que ocurre en el mundo y nos atañe a todos. De ahí su pertinencia.
*Fotografía: Gabriela Medina en el video instalación “El Hershey man”/Cortesía de La manga: vídeo y danza.
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