Galápagos (fragmentos)
POR MALVA FLORES
Cuidado:
no se pierde sin castigo el pasado,
no se pisa en el aire
Ida Vitale
UNOS QUERÍAN VIVIR
el rumba rumba,
el tango, el ajetreo de aquellas largas horas
donde los parroquianos se regocijaban.
Otros querían volver al bendecido sol
de algún verano que ya no tiene nombre
y sólo podemos recordarlo como aquél:
el verano magnífico
de nuestra plenitud
—ecos de alguna charla
en el azul translúcido.
Todo está detenido acá en los riscos, suspendido
en el tiempo de las medallas:
Los dioses se fugaron
de las islas y en su sitio —me dicen los fuereños—
ha quedado el censor.
* * *
“AQUÍ SE MATAN PERROS”. Nada de cave canem.
Eso ya fue. Aquí es el rastro
para perros deslenguados: las costillas al aire
la piel llena de sarna.
Ya son pocos. Olvidados y ciegos
se mueven en una danza muda y
chocan entre sí en el matadero.
* * *
NO HAY MÁS TORTUGA METAFÍSICA y somos, de nada,
cancerberos.
Mira las flores. Míralas bien: el terciopelo en su exceso de hambre.
El polen ya no es polvo de estrellas. La duna
es una falta de aire. Pero eso sí, los querubines
de la fama doméstica recogen diariamente monedas de neón.
No había oro. No había siquiera
vacas reales. Sólo polvo y desierto
—la palabra sin gracia.
No debimos venir hasta las islas. En aquel otro sitio donde nos abrazamos, ocultos del ruido, aún somos verdaderos. En ese espejo alterno se besan quienes veían el sol al mismo tiempo y cubrieron también sus ojos con la mano.
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