Godzilla: El regreso del monstruo
SALVADOR QUIAUHTLAZOLLIN
En las profundidades oceánicas, kilómetros arriba del infierno submarino, un saurio gigante sale de su intenso sueño. Con pesadez mal calculada, el leviatán se despereza y lentamente asciende a la superficie marina. Una vez que ha sentido el tenue aire frío que roza las olas, lanza su terrible rugido.Hemos visto en acción a Godzilla, el monstruo que, quién lo dijera, cumple 60 años como el héroe más grande de la cultura popular. Y lo hace en concordancia con su desorbitado tamaño: este año ha tenido un éxito arrollador en su primera semana en cartelera: 200 millones de dólares recaudados en todo el mundo constatan que la audiencia no se cansa de pesadillas a la décima potencia.
No lo neguemos: es el descendiente de dinosaurio más querido y recordado de la historia del cine. Godzilla es justo la criatura que se acomoda a los depresivos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial: es gigante, es imparable y es sádico. Nacido en Japón en 1954, y a lo largo de sus primeras cuatro películas, Godzilla se mostró como un titán que disfrutaba sus tropelías con saltos de felicidad y exclamaciones de gusto. Destruir ciudades completas, abatir tanques y aviones y golpear a otros monstruos le producían un placer indescriptible del que también participaba su público, que rápidamente olvidó la metáfora del horror nuclear que la bestia representaba. Pero los tiempos cambiaron y Godzilla también. Era muy admirado y producía demasiada identificación como para seguir siendo un enemigo mortal. Entonces, otros enemigos, ahora venidos del espacio exterior, amenazaron al planeta, que tuvo que recurrir a su antiguo verdugo: Godzilla se convirtió en el defensor de la Tierra. La paternidad en los años sesenta dulcificó sus acciones, pero no el celo con que nos defendía. Frente a los terrores extraterrestres, las aberraciones ecológicas y las desmesuradas creaciones tecnológicas, él era nuestro campeón.
El 3 de noviembre de 1954 se estrenó en Japón una cinta que los japoneses comprendieron perfectamente: Gojira era el símbolo del terror nuclear; el monstruo era el horror atómico travestido de reptil gigante. Su director, Ishiro Honda, había trabajado tras la cámara con el prestigiado Akira Kurosawa, y Gojira era el vehículo con el que se manifestaba sobre el bombardeo atómico de objetivos no militares. La cinta fue un éxito instantáneo que no pasó inadvertido para los productores norteamericanos. Se estrenó en Estados Unidos el 27 de abril de 1956, retitulada como Godzilla, King of The Monsters, en programa doble con Prehistoric Women. De las trogloditas en bikini nadie se acuerda, mas todos tuvieron en sus sueños al rey Godzilla. Uno de los nuevos fanáticos de esta primigenia versión es el director Gareth Edwards, responsable del novedoso filme homónimo. En entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL, Edwards habla de esta cinta pionera:
“Mi favorita es la original de 1954, la original en blanco y negro. Mucha gente que está familiarizada con Godzilla, pero no ha visto las películas, o quizá sólo un par cuando eran niños, no se dan cuenta de qué tan seria fue la primera película. Fue una versión realista y una visión muy real del monstruo”.
Edwards no llegó a la dirección del descomunal blockbuster de 2014 como un neófito, como esos directores presuntuosos que, al realizar nuevas versiones, presumen no haber visto las películas anteriores. Todo lo contrario, Edwards se aplicó a conocer al titán nipón con la obstinación del fan:
“Cuando el estudio me llamó para ofrecerme dirigir Godzilla me dijeron que no comentara nada. No le dije ni a mi mamá durante tres meses. Un día, en Australia, donde me hallaba promoviendo la película Monstruos: zona infectada, en una tienda de cómics me encontré una colección de los devedés de Godzilla, algunos de los cuales no tenía. Yo era pobre en ese momento —acababa de hacer una película de poco presupuesto—, no tenía dinero, pero gasté lo que me quedaba en comprar esas películas. Las escondí en una bolsa. Cuando me reuní con mi distribuidor, vi que él también tenía las cintas, porque distribuía Godzilla. Vio mi bolsa y me dijo: Me hubieras dicho y te las regalaba”.
La devoción con que el cineasta emprendió su cometido se nota en la pantalla. Lejos estamos de los garrafales errores geográficos que, sin embargo, dotaban de ironía a la hiperrealista y efectiva Monstruos: zona infectada. También olvidamos la consistencia nostálgica y la peculiar poesía televisiva de los animes sabatinos que se saboreaba en Titanes del Pacífico, de Guillermo del Toro. Ahora, las quimeras en pantalla parecen amenazas concretas, suspendiendo la incredulidad del espectador e introduciéndolo en una realidad donde Hawai es destruido por criaturas de índole mitológica. Por supuesto, el duelo de titanes no se hace esperar. Edwards explica:
“Hay una tradición en las películas japonesas de que Godzilla siempre se enfrenta a otras criaturas, y queríamos que esta cinta se sintiera como una de las clásicas de Godzilla. Así, era lógico que terminara con otra criatura, porque quienes hicimos la película nos inspiramos en los monstruos con los que crecimos”.
La apuesta de la compañía Toho, la poderosa productora nipona dueña de Godzilla, fue acertada. Toho se quedará con las ganancias que la película genere en el sol naciente, y al ceder los derechos a Hollywood tuvo posibilidad de sugerir elementos clásicos del personaje, para así salvar de la vergüenza a la criatura, llevada al cine en 1998 por Roland Emmerich en un desastre fílmico que sin embargo representó una taquilla espectacular. Por cierto, la iguana agigantada que vimos en esa versión ya forma parte del bestiario de la Toho, y es conocida como Zilla, pues los japoneses afirman que con esta adaptación, Emmerich le quitó el “God” (Dios) a Godzilla. Pero el espectador puede estar tranquilo, pues el mismísimo Gareth Edwards garantiza calidad:
“Quisimos crear una historia original, así que, quien nunca ha visto Godzilla, con esta película aprenderá algunas cosas y la disfrutará en sí misma, pero quisimos hacerla de tal manera que remitiera a las películas japonesas originales. Filmar esto para mí ha sido un sueño hecho realidad, ha sido muy difícil, pero estoy muy orgulloso de la película”.
Creer que saurópodos gigantescos de origen radioactivo y organismos pantagruélicos se enfrenten bajo el Golden Gate suena a delirio pueril. Aún así, millones de niños grandes, que abarcan más de cuatro generaciones, disfrutarán junto con los infantes del nuevo milenio de este nuevo Godzilla, que de entrada ya rompió récords de taquilla. Un monstruo que se alza imparable en el 2014 como una constatación de que en el séptimo arte, el tamaño sí importa… y mucho.