“Intento escribir un texto totalmente libre”: Gonçalo M. Tavares
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Inclasificable por su carácter experimental y su variedad de registros, Gonçalo M. Tavares es uno de los escritores más destacados de la literatura en lengua portuguesa contemporánea. Aquí una entrevista con el autor de Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre (Almadía), su más reciente libro en español
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POR ANA RITA SOUSA
Gonçalo M. Tavares nació en Luanda, Angola, en 1970. A lo largo de diez años fue acumulando sus obras antes de aventurarse a publicar. Cuando por fin lo hizo, conquistó todos los premios literarios más importantes de Portugal y, desde entonces, sus obras han salido a la conquista de lectores por todo el mundo. Sus libros conocen más de 160 traducciones. En México, editorial Almadía ha publicado cuatro volúmenes de su obra. Algunas de ellas son Aprender a rezar en la era de la técnica, Historias falsas y El barrio y los señores. Otras más están en camino de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en la que Portugal es el país invitado.
Han pasado 17 años desde su primera obra, Libro de la danza, y este año llega a su cuadragésimo libro. ¿Cómo recuerda esa primera experiencia de publicación?
Tenía 31 años y de cierta manera ya me sentía preparado para lo que pudiera pasar. Es un libro muy híbrido, una mezcla entre investigación y poesía. Y quizá haya marcado de inmediato un determinado tono de mi escritura, que es un tono en que los géneros literarios están completamente diluidos. Y de alguna manera, en cada libro busco crear un género literario.
Comenzó a publicar con 31 años, ¿cómo empezó su proceso de escritura y cómo comenzó a publicar?
Durante 10 años, escribí de manera salvaje todos los días por la mañana, varias horas. Leía y escribía unas cinco o seis horas. A partir de los 18 años escribí mucho. Publiqué hasta después de tener muchos libros ya escritos. Casi todos los libros que salieron durante diez años años habían sido escritos en un periodo entre mis veinte y treinta años. Es el periodo que considero de mis inicios. Comencé así, digamos, a construir una obra intentando comenzar por la base. Y por eso creo que ha sido el periodo más importante de mi vida, entre los veinte y los treinta, antes de publicar.
Jerusalén conquistó el Premio José Saramago 2003 y lo dio a conocer en Portugal; sin embargo, con Aprender a rezar en la era de la técnica alcanzó reconocimiento internacional y fue mejor recibido fuera de Portugal. ¿A qué atribuye esto?
Los libros hacen una historia diferente en cada país. Aprender a rezar en la era de la técnica tuvo un gran impacto en Francia y en otros países donde fue finalista (en concursos literarios) y ganó varios premios; es curioso cómo en Portugal no. Los libros son así, hacen su camino. Hay una novela que para mí es esencial, que es Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre, y estoy seguro de que hará un trayecto fuerte en el extranjero. Me parece que cada libro tiene una biografía diferente en cada país.
Entre sus lecturas, ¿qué nombres considera más importantes para su escritura y para la concepción de una obra tan caleidoscópica?
Bien, yo tengo un pequeño libro que se llama Biblioteca en el que hablo de cerca de doscientos cincuenta autores que son importantes para mí. No hay uno o dos, me interesa todo. Me interesa el género de lo imaginario (si pensamos en Italo Calvino), pero también me interesa Thomas Mann. Me interesa también el arte contemporáneo. Todo eso me interesa. La ciencia, todo, todo está ligado y está en mi literatura.
Su obra está organizada en varios universos o series literarias y se ha modificado a lo largo de los años. Unos universos parecen estar en expansión y otros parecen detenerse. ¿Cómo surge esta organización y qué relación tiene ésta con los géneros tradicionales y la forma como los entendemos?
Sí, yo pienso mucho cada libro como un tabique. Cada tabique forma parte de una gran construcción. Cada libro tiene, digámoslo así, familias, o, si se quiere, para usar otra metáfora, cada libro es un animal. Hay animales de la misma familia o animales más lejanos. Y por eso muchas veces un libro apenas abre un camino que después otros libros vuelven más claro. Esta lógica de la serie tiene que ver con eso, con la idea de un mundo que necesita de algunos tabiques o de algunos animales distintos para definirse. Y sí, considero que mi obra está fuera de los géneros tradicionales. No me interesa esa cuestión de “la novela” y “el ensayo”. Me parece que es una definición rebasada que no debe influir en el creador. El creador es totalmente libre de trabajar con el alfabeto. Mi material de trabajo es ése. No es la novela, ni la poesía, ni el ensayo. Intento escribir un texto totalmente libre. Me gusta la palabra texto. Es un texto. Después yo trato de entender a qué mundo pertenece, qué animal es, en dónde lo puedo colocar. Y casi nunca logro colocarlos en los géneros tradicionales. Por eso necesito crear nuevos géneros. Eso para mí es muy claro. La libertad del creador no está a un lado, está afuera por completo de la idea de géneros literarios tradicionales. Cada libro debe fundar un género, eso para mí es muy evidente.
Además de la escritura, su literatura está marcada por la organización conceptual de la página y del objeto-libro. ¿Dónde se origina esta relación y qué pertinencia le atribuye?
La cuestión de la obra aparece con un mapa en el espacio. Tiene que ver necesariamente con mi cerebro espacial, digámoslo así. Me gusta mucho ver. Me gustan mucho las ideas que se pueden transformar en dibujo. Por cierto, en algunos textos como Breves notas sobre ciencia hablé un poco sobre eso: me interesa el lenguaje que se puede transformar en dibujo, textos que puedan ser visibles. Un texto material concreto que hable de mesa, piso, vaso y no de cosas abstractas e intangibles. Me interesa mucho lo concreto. En ese aspecto el dibujo es una forma de volver visible el mundo del lenguaje. Me gusta organizar mis mundos diferentes de la escritura mediante las representaciones gráficas. Pienso que el dibujo y la escritura son evidentemente del mismo mundo. Considero cada libro como un objeto que tiene que tratarse con cuidado y al mismo tiempo es un objeto-libro. Un libro no siempre tiene que ser igual. No tiene que tener siempre un mismo aspecto. No tiene que leerse siempre de la misma manera. Pienso que la libertad del lector también es ésa. Es una libertad que exige que el objeto-libro no se presente siempre del mismo modo, con el mismo rostro, con la misma ropa. No es una cuestión de cambiar la forma sólo por cambiarla; es una cuestión de entender que hay modos de decir que necesitan de determinadas formas. Por ejemplo, tengo un libro escrito en tablas, aquello que denomino tablas literarias. Tengo otros libros en los que hay una mezcla de dibujo, imagen, fotografía. Cada libro pide una forma. Y lo que no me gusta es la idea de que cada libro sólo pueda presentarse de una manera. Me parece miserable. A veces pienso que, por ejemplo, los libros infantiles son más creativos, más estimulantes en términos formales, que los libros para adultos. Eso es un tanto absurdo. Parece que para un niño sí se vale, la libertad del libro es total y el libro puede tener formas completamente diferentes, pero cuando se llega a los libros para adultos, todo es monocorde, aburrido, como si sólo los niños necesitaran estímulos creativos.
En Portugal muchas veces se comenta el peso intelectual/filosófico de sus libros, así como las influencias menos preponderantes o populares de la literatura portuguesa. ¿Cómo reflexiona sobre su trabajo en relación con la literatura portuguesa y de qué forma eso puede o debe ser pertinente para el escritor contemporáneo?
Es evidente que tengo muchos libros muy distintos, pero para mí es muy evidente que la literatura y la lengua portuguesas están en una de mis partes de la literatura, muy en el centro. Si se quiere, por ejemplo, Un viaje a la India parte de Los Lusiadas de Camões. Tengo un libro que tiene la estructura del gran clásico de la lengua portuguesa. Sólo eso es ya un peso enorme de la literatura portuguesa y de la lengua portuguesa en mi trabajo, pero hay más. Por ejemplo, tengo un libro de Enciclopedia de Breves notas sobre Maria Gabriela Llansol y Maria Filomena Molder, que fue una extraordinaria filósofa portuguesa. No conozco muchos autores contemporáneos portugueses que tengan un libro sobre autores portugueses vivos o clásicos, como Camões, Maria Gabriela Llansol, Maria Filomena Molder. Yo diría que hay una parte de mi obra que está claramente centrada en Portugal, en la literatura portuguesa y en la lengua portuguesa. Claro que hay muchos otros libros de otros mundos, mundos más vinculados con el siglo XX, la visión del Holocausto, que me interesa mucho. Ahí, como es evidente, pensar en Jerusalén, en Aprender a rezar en la era de la técnica, el mundo es mucho más europeo, de la Europa central, un mundo no-portugués. Yo diría que hay varios mundos; uno e ellos, centrado en la literatura y en la lengua portuguesa.
Entre los muchos personajes tutelares de su obra, Bloom parece ganar preponderancia los últimos años…
Sí, Bloom es un personaje que apareció en A perna esquerda de Paris, un libro de mis inicios y al que llamé “Bloom books”, precisamente porque estaba este personaje Bloom. No es necesariamente de Joyce. Aquí la elección fue mucho más por la sonoridad: blum. Me gusta mucho el nombre y Bloom me da una determinada libertad que me permite hacer de todo. Últimamente, sí, me interesa este Bloom como un personaje que puede tener todas las formas, todas las posibilidades, todos los géneros, todas las formas de contar. En fin, es un personaje adaptable. Recientemente escribí Breves notas. Sobre literatura-Bloom, el diccionario sobre literatura Bloom, en donde hablo de Bloom como un hombre que es casi como una especie de portada, es un personaje X, que puede ser todo.
La crítica entendió Canciones mexicanas como muy aparte de otros libros. ¿De qué modo se conectan su viaje a México y el libro?
Canciones mexicanas surgió después de un viaje a México, pero no es nada biográfico. Es pura ficción, pura invención. Lo que creo sí que tiene es el ritmo de México, un cierto toque de tambor, que parece que hace temblar al libro. Es un libro muy radical vinculado con una serie a la que llamo Canciones. Está ahí también lo animalesco de Agua, perro, caballo, cabeza. Son libros compuestos de pequeños fragmentos que no clasifico como cuentos y por eso mismo sentí la necesidad de llamarlos Canciones como si fueran fragmentos de lenguaje que se transforman en algo emotivo; como si fuera una apreciación casi auditiva, pero que nos lleva a sentir determinadas emociones. Es un libro que considero de los más radicales y esenciales de mi obra. No es un libro fácil; es difícil, y lo considero muy importante, al igual que el resto de la serie.
En México, Almadía ha publicado los libros que integran la serie El Barrio y dos que forman parte de la serie El reino. ¿Cómo les explicaría a los lectores mexicanos estos dos universos o series tan importantes en los primeros diez años de su carrera? ¿Son universos cerrados o se pueden expandir?
Ambos son universos más o menos concluidos. Principalmente la serie El reino, que tenía que ver con querer entender el mal de una determinada manera. Son tres o cuatro libros. En ediciones de algunos países junté Un hombre: Klaus Klum y La máquina de Joseph Walser en un único volumen. Es un mundo en que los personajes pasan de una novela para otra, un mundo ya cerrado. Claro que hay libros cercanos a ese mundo como Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre, pero la serie El reino está más o menos concluida. Me interesan ahora otras cosas, como las mitologías.
Su último trabajo Cinco meninos, cinco ratos integra la serie Mitologías. ¿Cuál es la importancia de este universo y cómo se relaciona con los libros anteriores?
Es una especie de Mitología del siglo XXI. Pensar cómo los hombres y los animales se pueden juntar con las máquinas para formar una nueva mitología. Porque las mitologías clásicas tenían estas mezclas entre naturaleza, animales, hombres, dioses, pero las máquinas estaban ausentes. Creo que la gran novedad del siglo XXI son las máquinas y en estas mitologías las introduzco como personajes dentro de un mundo donde todo puede pasar. En Portugal han salido dos libros de estas Mitologías: Cinco meninos, cinco ratos y A Mulher-Sem-Cabeça e o Omem-do-Mau-Olhado. Hay una línea de ficción cercana a la novela, una novela mitológica libre, hacia donde el mundo está avanzando en este momento.
¿Qué nuevos títulos pueden esperar los lectores mexicanos en el futuro?
Ahora en Guadalajara sale el Atlas, ensayo gigante que mezcla arte, teatro, danza, centrados en el cuerpo y la imaginación. La segunda parte de la Enciclopedia y Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre. Espero que el próximo año comiencen a salir las Mitologías.
Traducción de Alma Delia Miranda Aguilar
FOTO: Gonçalo M. Tavares, autor de Cuentos mexicanos, en una fotografía de 2012. / EFE
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