Ética y escritura

Nov 24 • Reflexiones • 4174 Views • No hay comentarios en Ética y escritura

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La influencia de Albert Camús en innegable la obra de este escritor portugués es innegable, quien aborda en este ensayo el compromiso del escritor 

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POR GONÇALO M. TAVARES

La pregunta siempre impresionante y asustadora que recordamos tanto de padres como de abuelos, que le hacen a uno de joven después de algún tiempo, “cuando no le han visto para nada”, esa pregunta temible es:

 

 

¿Y dónde te has metido? ¿Dónde has andado?

 

 

Esta pregunta es una pregunta clásica a la cual se le debe dar una atención significativa. Cuando se habla de ética, y de su sentido original, ethos: espacio ocupado, espacios recorridos, se encuentra otra forma de describir la moral de un individuo: la ética de alguien se verifica a través del análisis de los sitios que frecuenta, aquellos caminos que ha recorrido. ¿Dónde has andado?, no es tanto una pregunta geográfica, sino más bien una pregunta ética: ¿Qué caminos has hecho, qué moral has practicado? De hecho, los caminos hacen al caminante y el caminante hace lo que los caminos exijan o inciten a hacer al que camina.

 

Hablar de ética es entonces hablar de caminos que se recorren en el espacio, y aún más, es hablar de los caminos que se recorren a través de los objetos y en los otros cuerpos. El modo de tomar un objeto, con una o las dos manos, marca el camino que el cuerpo recorre en el objeto; porque un cuerpo camina en un vaso (un vaso tiene caminos más estrechos o más largos, exactamente como una montaña). Queda claro entonces que en cada cosa se puede ver un camino ético o filosófico. Para comprenderlo mejor veamos este breve pasaje de la obra Minima moralia de Adorno:

 

 

“En varias cosas hay gestos registrados y, por lo tanto, modos de comportamiento. Las pantuflas, schlappen, slippers, están concebidas para meter los pies sin la ayuda de las manos. Son monumentos al odio contra el acto de agacharse o doblarse”.

 

 

Cada objeto tiene, pues, una filosofía. Y como tal, de acuerdo con la forma y modo de usarlas, pueden crearse unas pantuflas que desarrollen el servilismo o unas pantuflas que desarrollen el orgullo personal.

 

También se puede, y con mayor legitimidad e intensidad, escribir un libro que desarrolle, exactamente como la semilla introducida en la tierra, lectores serviles o lectores orgullosos. El escritor decide si quiere una literatura para aduladores o algo que tome para sí mismo el lema de René Char: “No te curves ni dobles sino para amar”. Una literatura orgullosa.

 

Camus es, a mi modo de ver, un autor que usando pantuflas schlappen, escribió para lectores que usaban pantuflas schlappen.

 

 

Las tres morales

A partir de la referida obra de Adorno podemos tratar de hacer una distribución teórica de la moral en 3 niveles:

 

Moral mínima: bajo la cual está el criminal.

 

Moral media: que es la moral instalada por la democracia, donde los votos de la mayoría determinan, no sólo una solución política, sino una solución moral; la moral de la mayoría es la moral de la ciudad, de la polis; los votos son un acto que decide la moral que va a dominar en un periodo determinado.

 

Moral máxima: la del santo, aquel que abdica del beneficio propio en detrimento del beneficio de los otros, y esto no sólo durante un día o mientras está siendo observado. La moral máxima no descansa, es algo constante.

 

¿Qué moral, entonces, desearía para él mismo un escritor como Camus?

 

Nos arriesgamos a decir que: al escritor en tiempos de guerra y en tiempos de paz se exige una moral mínima: el escritor no es un criminal. Tampoco es un santo. Escribe porque desistió de ser un santo (moral máxima), de ahí en fuera los moralismos absolutos conducen a la mala literatura. Y tampoco no se lleva bien en medio de multitudes (moral media), no se revisa frente a leyes morales dichas en coro. El escritor tiene una moral mínima y de ella no abdica: no disminuye su cantidad ni la aumenta.

 

Pero, mas allá de esta moral mínima, el escritor no abdicará, en tiempos de guerra o de paz, de una perversión constante, de una perversión mínima, de un poner algo en causa de manera permanente, de una colocación dislocada en relación al poder (moral media) cualquiera que éste sea, aún cuando el poder o el más fuerte tenga una moral, en principio, coincidente con la del escritor. Es entonces cuando el escritor debe exigirse a sí mismo jamás tener la misma moral del más fuerte. El escritor debe buscar al más débil, siempre, cualquiera que sea la posición que éste ocupe en la polis, y deberá defenderlo. ¿De qué lado de la ciudad está el más débil? Eso no importa. El escritor deberá estar del lado del más débil, y ahí construir su barricada. Así, me parece, pensaba Camus.

 

 

Diagnóstico

Camus en su tratado El hombre rebelde cita a Baudelaire: “Vivir y morir frente al espejo”.

 

Es el diagnóstico de un siglo. El espejo como referencia máxima. He aquí lo que parece cada vez más claro: substituimos a Dios por el espejo.

 

 

Versión al español de L. Fátima Andreu

 

FOTO: El escritor Albert Camus es autor de El extranjero y El hombre rebelde. / UPI, de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

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