Guillermo Fadanelli: Pelear vía la conversación

Jul 28 • Conexiones, destacamos, principales • 9885 Views • No hay comentarios en Guillermo Fadanelli: Pelear vía la conversación

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“¿Tenemos un país? Yo creo que no”, expresa el escritor mexicano, autor de El Billar de los suizos: Memorias atendidas (Cal y Arena, 2017), su más reciente libro, en esta entrevista en la que habla sobre la política que nos incumbe como ciudadanos. “Hay que rescatar al individuo”, propone

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POR CARLOS DÍAZ REYES

Guillermo Fadanelli habla como escribe. Cierra los ojos y se concentra en cada palabra antes de dar una respuesta, como si dentro de su cabeza hubiera una sala de redacción, editando hasta dar con la frase correcta. No bebe del anís (más seco que dulce) que le sirvieron en el Restaurant Bar Nuevo León de la colonia Condesa, hasta que ha dado un punto de vista largo y detallado. El problema de edición es mayor para quien transcribe sus palabras. “El escritor siempre se hace a sí mismo preguntas que no debe hacerse, inventa problemas a partir del lenguaje”, dice al señalarle su marcado pesimismo, que se ve a lo largo de su obra literaria, desde novelas como Lodo (2002) y Educar a los Topos (2006), hasta su más reciente libro, El Billar de los Suizos: Memorias atendidas (2017), donde recopila crónicas de viaje.

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¿Se arrepiente de haber escrito todo eso?
“Me arrepiento de haber nacido”, responde. “Me molesta haber nacido, me molesta haber vivido en el mundo en el que me encuentro. Me hubiera gustado haber nacido en sociedades más civilizadas o más avanzadas, menos bárbaras, menos estúpidas para organizarse. Menos criminales. Al final de cuentas soy consecuencia de una época o de un siglo de genocidios y de muertes injustas y terribles”. Una gorra cubre su cabello despeinado. Alrededor hay unos cuantos comensales que sólo prestan atención a su plato y meseros que van de un lado a otro. Fadanelli no abre los ojos, sigue como meditando ante cada pregunta. Le preocupan las palabras. En su cráneo alguien teclea.

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Has recibido diversos reconocimientos por tus libros, ¿qué significan para ti los premios literarios?
Los premios son accidentes. Son decididos por distintas subjetividades, por varios escritores. Nos hacen pensar que la literatura todavía es importante, pero si soy estricto son actos superficiales, decorativos. ¿Cómo vamos a medir a los escritores? Si nosotros podemos medir a los escritores es que estos han dejado de ser peligrosos y se han vuelto inofensivos. Un escritor, o por lo menos el que a mí me gusta, no un contador de historias, un escritor, en el sentido más francés de la palabra, y más ruso, un escritor no puede ser medido por nadie y menos por un conjunto de jueces. Tiene que escaparse de las manos, estar lejos de la mira, estar alerta y a veces ser irreconocible. Eso se llama supervivencia estética. Los premios son un deporte de jardín de niños, sólo me interesan cuando me los dan a mí o a un amigo mío que los necesita. Por lo demás me parecen una trivialidad. Otra virtud que podrían tener es que a veces son un medio de divulgación de buenos escritores. Yo leí a Imre Kertész a partir de que ganó el Premio Nobel y ya eso es mucho.

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¿Qué opinas de los escritores que tienen cercanía con el poder?
Es su vida, es su decisión y tendrán su responsabilidad. (Robert) Musil, el escritor alemán, decía que el escritor no debería de acercarse al poder, porque tarde o temprano el poder lo utiliza o lo castra o le quita su fuerza. Yo sí creo, sin embargo, que los artistas, los escritores, los ensayistas y los filósofos, los hombres de ciencia y los eruditos, podrían acercarse para dar su consejo y su voz a quienes desempeñan cargos públicos o están en la política y el poder. En lugar de que sean los publicistas, los creadores de imagen, quienes se acerquen al poderoso para hablarle al oído, ojalá fueran hombres inteligentes, letrados y de gran cultura. Desde hace décadas, la palabra intelectual es peyorativa, como si el intelectual estuviera en otro mundo y en otra realidad. Es absurdo, el intelectual forma parte del mundo y tiene opiniones que dar y tiene que ser escuchado. Cuando los filósofos de la ciencia o los escritores más connotados o ensayistas dejan de ser escuchados es que estamos en un mundo desierto. Creo que el intelectual y el escritor tienen que acercarse al político para reclamarle y criticarlo, para denostarlo, para pelear con él. Pero pelear vía la conversación, la reflexión y la confrontación de ideas. Porque si un escritor toma partido por un partido o por un Dios, por un líder, pues yo dudaría de su capacidad de crítica y de independencia.

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¿Por qué los mexicanos vivimos en constante pesimismo, sin ideas de un cambio radical en nuestra sociedad a futuro?
Yo creo que es una percepción justificada. Además es una percepción generosa y positiva. Si el ciudadano no se queja con el propósito de extender el espacio del bienestar general, entonces es un rehén o un esclavo de la cosa pública. En el más reciente libro que he publicado, El Billar de los Suizos, cito a Joseph Roth cuando dice en su novela Hotel Savoy: “La gente no es mala, si tiene espacio donde moverse”. Mi definición, si me has leído la conocerás, de la Ciudad de México es que representa una mala broma de Dios, una pésima broma que nos han jugado porque en ninguna mente responsable, prudente, inteligente, dotada de cierto criterio, podría existir una ciudad como ésta. Además yo considero a la Ciudad de México como parte del Estado de México. La zona metropolitana es una aglomeración obscena, criminal, de personas que no logran convivir del todo.

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Dices que te hubiera gustado haber nacido en sociedades más civilizadas y menos criminales. ¿Te refieres al mundo en general o a México en particular?
Me refiero a ambas cosas. Un país donde el crimen impune se ha sobrepuesto a la impartición de justicia y la Federación —o el pacto entre Estados— se ha resquebrajado; donde los partidos políticos no poseen ya casi ninguna credibilidad y el ciudadano es desconfiado a priori y se advierte en su actitud una alta dosis de rencor hacia los otros; un país en el que las instituciones muestran grandes fisuras (la inequidad económica atormenta y deteriora la vida cotidiana); un país en el que los grandes monopolios de la comunicación suplantan a las instituciones educativas propias del Estado o del pacto común, no puede sino representar un escenario terrible y nocivo para la comunidad que lo habita. Por lo tanto también aludo a este país sin tener clara conciencia de cómo podríamos definirlo positivamente en términos civiles de bienestar o convivencia. ¿Tenemos un país? Yo creo que no.

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¿Cómo se debería gobernar México?
Para gobernar un país que a causa de su geografía y de su complejidad cultural resulta casi ingobernable, requieres primeramente conocerlo. Si una característica han tenido los últimos presidentes en México es la ausencia de conocimiento de su país. Lo conocen en las universidades de Estados Unidos, a partir del bienestar elitista de su familia, desde su posición privilegiada, pero no lo caminan ni lo conocen, no lo han vivido. Este país ha sido la mala teoría de varios ex presidentes. Es natural: dado que no conocen México y no están al tanto de su complejidad lo imaginan como una extensión del jardín de su casa. No tienen vergüenza, tendrían que estar haciendo labores de servidumbre pública, no tratando de gobernar.

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En el sexenio de Enrique Peña Nieto han sido asesinados al menos 45 periodistas.
Si un Estado no es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos, ha fracasado. El asesinato de periodistas es muestra evidente de este fracaso. Más una agravante: el periodista es voz pública y, por lo tanto, no solamente asesinas a una persona, también acabas con la posibilidad de una voz disidente. Eso es dictadura o Estado enfermo y carente de instituciones públicas de seguridad nacional. Si el gobierno no puede representar al Estado y brindar a los ciudadanos seguridad para caminar en las calles y ejercer su trabajo, tendría que dimitir. Después de los asesinatos en Ayotzinapa o Tlatlaya ningún gobierno tendría que continuar gobernando.

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¿Algún día podremos llevar una relación cordial con Donald Trump?
Creo que los Estados Unidos fue un gran proyecto de país cuando fue fundado. Porque los colonos provenían de una Europa desgarrada por las guerras religiosas y civiles. Siempre fue un país incluyente y una utopía. Donald Trump representa, desde mi punto de vista, el peor malentendido que ha producido la democracia desde hace mucho tiempo. Es el antiestadista por naturaleza, el populista creado desde la empresa, no desde el pueblo, la sociedad civil o la provincia. Su brutalidad es inédita, sus miedos son exhibicionistas y espectaculares. Carece de política, es un perro pavloviano, un perro flaco. Sus amenazas ensombrecen el panorama político, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo. A mí me parece que la democracia tendría que poner otra vez en duda sus fundamentos, porque si Trump es la consecuencia de la democracia, entonces yo creo que tenemos que repensarla.

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¿Cuál es la mejor manera para sobrellevar esta sociedad “estúpida y criminal”?
Rescatando al individuo. Edificar una utopía personal, desarrollar, a partir de la libertad que toda democracia debe brindarte, tus propias habilidades y construir un mundo íntimo y personal. Al mismo tiempo uno debe pelear por el progreso del vecino, por un aumento del bienestar público. Porque incluso el más pobre debe vivir dignamente y tener acceso a los bienes de la civilización. Sin embargo, ¿quién soy yo para dar consejos? No soy un mesías, ni un político o un experto; soy un escritor que escribe ficciones, ensayos y que tiene opiniones políticas porque vive dentro de una polis y se ve afectado por ella. Tal como veo las cosas, creo que las personas podrían —si no han sido reclutadas por los medios visuales y las redes— construir al individuo a partir de la lectura, la crítica, la reflexión, el conocimiento: la duda como un método y también como vehículo de la rebeldía. Si la democracia fracasa, ¿entonces a dónde vamos? No hay dirección ni horizonte habitable para el futuro y, sin embargo, tenemos que seguir viviendo.

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¿Qué opinas de los candidatos independientes que se han deslindado de los partidos políticos en años recientes en México?
El problema es que existen muchos candidatos. Yo no soy monoteísta, soy polígamo y politeísta. Creo que la conversación entre muchos nos puede dar a ese candidato. Pero ese candidato tiene que tener un papel menor. No tiene que ser el dictador del futuro, el mesías del nuevo mundo. Simplemente sería un representante de la conversación entre personas honradas, honestas e inteligentes, que conozcan su país y que tengan ideas importantes, con raíz para el futuro. Si detrás del presidente hay un grupo de ciudadanos con dos cámaras legislativas, que sean imaginativas, cultas, que inventen soluciones para realidades abruptas, entonces creo que podemos seguir caminando. No hay un solo candidato, hay mil, la cuestión es que esos mil conversen. Lo más importante es que haya un acuerdo entre los diferentes. Por eso no les creemos a los partidos políticos, porque no logran acordar, no saben conversar, no les importa el diálogo. El país se está cayendo y ellos continúan atacándose de manera personal, meramente local y vacua. Si esos mil candidatos conversan y pueden ir unidos en un frente general, no importa quién los represente.

 

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FOTO: El escritor Guillermo Fadanelli, fotografiado en el Salón Covadonga de la Ciudad de México./Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

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