Lee Chang-dong y el misterio ardiente
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El desempeño las orquestas de la Ciudad de México ha pasado de las sorpresas, a las malas interpretaciones de algunas de sus respetables luminarias
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POR JORGE AYALA BLANCO
En Burning (Beoning, Corea del Sur, 2018), enigmático opus 6 del semirretirado estilista surcoreano en retorno a los 64 años Lee Chang-dong (Pescado verde 96, Brillo solar secreto 07, Poesía 10), con kilométrico guión suyo y de Oh Jung-mi basado en el cuento Quemar graneros del escritor policial japonés de culto Haruki Murakami, el posuniversitario medio mandadero en un mercado público medio aspirante a novelista faulkneriano Jang-su (Ah-in Yoo encogido deprimente) se topa con una lanzadaza jaladora de clientes excondiscípula suya Hae-mi (Jeong-seo Jun desbordada inquietante) que dice haberse restado fealdad mediante una cirugía plástica, lo seduce con su espíritu libertario al fumar juntos rememorando su infancia común en un pueblaco, le da baje con el relojito rosa para dama recién ganado por él en un sorteo callejero, lo impresiona otra vez en un café con su capacidad para dormirse intempestivamente en cualquier parte y con su arte de la pantomima a partir de una supuesta naranja (“No se trata de creer que está, sino de olvidar que no está”), así como por su conocimiento de las danzas bosquimanas cuya euritmia distingue lo “poco hambriento” (físicamente) de “lo muy hambriento” (del sentido de la vida), y al verse por tercera vez le encarga a su gato Caldero ya que parte al África, antes de hacer el amor con el deslumbrado muchacho, quien debe alimentar al animal sin jamás verlo en el depto ajeno, mientras también se hace cargo de la modesta granja de su padre (Soo-kyong Kim) nunca repuesto del abandono de su esposa y hoy judicialmente acusado de agravio contra las autoridades, pero la libérrima Hae-mi, al regreso de Nairobi, lo presenta con el opulento joven ocioso Ben (Steven Yeun inasequible impositivo) que introduce a ambos con su selecto círculo de amistades sofisticadas, pues también él está fascinado con la libertad de la chava, quien asegura haber sido rescatada de un pozo por Jang-su cuando chicuela y hoy no retrocede en semidesnudarse para bailar ante sus dos adoradores en un atardecer en la granja, hasta que, estando ella dormida luego de fumar mariguana los tres, Ben confiesa a Jang-su que en realidad se dedica a incendiar un invernadero abandonado cada 2 meses, en tanto que éste le confiesa estar enamorado de la chica indecisa e inasible, y sin embargo, tras reclamarle a Hae-mi haberse encuerado como prostituta ante ellos, el afligido Jan-su la ve partir en el Porsche de Ben para siempre, ya que, por más que vigile los invernaderos de la región (removiéndole el recuerdo de uno quemado hace lustros por su propio progenitor) y por más que tienda un cerco de espionaje al chavo adinerado y por más que recoja versiones contradictorias sobre la existencia cierta de un pozo en su pueblo natal, jamás volverá a verla, si bien Jan-su va a sucumbir anímicamente, atormentado tanto por la ausencia de la chava como por su renuncia al empleo de mandadero, tanto viendo al padre recibir una severa sentencia carcelaria pese a todos sus esfuerzos por reivindicarlo con cartas vecinales como siendo contactado por una reaparecida madre aún dependiente y explotadora (Hye-ra Ban), pronto el chavo sospechará lo peor al descubrir el reloj rosa en el baño de Ben y comprobar que un gatito aparecido en la suntuosa mansión de éste responde al llamado de Caldero, y al ver que su amigo acude a la cita en un paraje sin la añorada Hae-mi, tomará una brutal decisión, merced a la quemadura psicológica de ese insondable misterio ardiente.
El misterio ardiente impone la regia belleza de un hurgamiento constante de ámbitos luminosos y espacios fractales siempre ignorados y recorridos por vez primera, sea la novedad inabarcable del mercado público, de la granja desastrosa, del depto femenino y la mansión insultante plenos de secretos, o de los invernaderos diseminados que mueven al impulso pirómano de inmediato reprimido, gracias a la pesadillesca fotografía de Hong Kyung-pyo, la fastuosa dirección de arte de Shin Jeom-hui y una música percutiva metálica de Mowg con efectos taladrantes.
El misterio ardiente presta su relato, muy deliberada, fascinante y calculadoramente lleno de aristas intrigantes e incidencias ocultas, a múltiples interpretaciones entreveradas: una trágica historia de amor (autosaboteada apenas admitida, abortada, imposible), un thriller potencial del pirómano confeso (sin cesar haciéndose y deshaciéndose), más bien un antithriller (nunca definido como tal género, diseminando pistas para frustrarlas y ponerlas en irrisión y burlarse de ellas), una furiosa fábula política subrepticia (“Hay demasiados Gatsbys en Corea”), un cuento elevado a novela en clave donde todo detalle parece crucial en exceso (el relojito rosa, las probables inexistencias del gato y el pozo, un telefonema fantasmal), una metafísica de la desaparición (neoantonionesca, a la deriva, inconsolable, asesina), un doliente retrato de cualquiera juventud urbana actual y universal (desencantada, perdida, castrada), un rabioso juguete literario (como ya lo era la anterior Poesía del mismo Lee Chang-dong aunque ahora con base en relecturas de El sonido y la furia de Faulkner y sublimada traslación del seductor villano perverso Ripley/Alain Delon de Patricia Highsmith A pleno sol), un desesperado estudio semiótico-clínico de cierta rigurosa psicotización a la vista (vehiculada y hundida con la ayuda de ambos padres deleuzianamente edipizantes y explotadores), un arrodillado homenaje de impotencia a la libertad femenina hipervital (aún bailando intocable y reverberante en la magnificencia inflamable el sol poniente), un delirio del sueño súbito (en sitios inopinados), un réquiem en cortocircuito (esas anticipadas lágrimas que derrama Hae-mi por sí misma) y así cerca de un borgeano texto absoluto.
Y el misterio ardiente sólo puede concluir en la asumida brutalidad de la tentación pirómana y vengativa, en un verdadero incendio interior por fin objetivado, en un subjetivo sol devastado.
Películas basadas en Haruki Murakami
1.– Tokio Blues, 2010
Director: Anh Hung Tran
2.- All God’s Children Can Dance, 2008
Director: Robert Logevall
3.- The Second Bakery Attack, 2010
Director: Carlos Cuarón
FOTO: Protagonizada por Hae-mi (en la imagen), Burning recibió el premio de la crítica internacional en el Festival de Cannes 2018. / Especial