Hayao Miyazaki: el vuelo de la fantasía

Jun 21 • Miradas, Pantallas • 8453 Views • No hay comentarios en Hayao Miyazaki: el vuelo de la fantasía

 

POR MAURICIO MONTIEL FIGUEIRAS

 

Con once largometrajes y varios cortometrajes en su haber, el japonés Hayao Miyazaki (1941) se ha convertido en un clásico vivo no sólo de la animación global sino del cine de fantasía. Por eso causó sorpresa y pesar el anuncio de su retiro de las cámaras, efectuado en el marco del Festival Internacional de Cine de Venecia de 2013, donde se presentaba su filme más reciente, Se levanta el viento, que acude a El cementerio marino de Paul Valéry en pos de inspiración inicial: “¡El viento se levanta! ¡Hay que intentar vivir!”El retiro de Miyazaki, según se dio a conocer, implicaba también su renuncia al puesto de director de proyectos de animación de Studio Ghibli, la influyente compañía fundada en 1985 en complicidad con Isao Takahata que toma su nombre de los aviones italianos que exploraban el desierto del Sahara durante la Segunda Guerra Mundial y que ha establecido una competencia digna con poderosos estudios del ramo afincados en Estados Unidos como DreamWorks Animation y Pixar. Así pues, ya se puede hablar no sin tristeza del legado de Miyazaki, constituido por un puñado de personajes que han conquistado el gusto de un público cada vez más amplio y ávido de relatos que sacudan no sólo la sensibilidad sino la inteligencia. Porque sensibles e inteligentes son todas las cintas de Miyazaki, que comulgan con la noción de levedad preconizada por Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio. (He ahí a dos autores próximos: Miyazaki, se me ocurre, es el candidato ideal para adaptar varios libros de Calvino, entre otros Las ciudades invisibles, Las cosmicómicas y la trilogía Nuestros antepasados). Esa levedad es patente en la cualidad aérea que palpita en las tramas del cineasta japonés, amante de los altos vuelos de la imaginación, y no debe confundirse en lo absoluto con la ligereza característica de muchas muestras de la animación contemporánea. Desde El castillo de Cagliostro (1979), su debut luego de colaborar en series de animé como Heidi y De los Apeninos a los Andes, Miyazaki evidenció un talento peculiar y un sello distintivo —cabría decir eólico— que en Se levanta el viento, su canto del cisne, salen de nuevo triunfantes.

 

Dos rasgos llaman la atención en Se levanta el viento: la incursión en el género de la biopico película biográfica y la inclinación por un realismo que remite a La tumba de las luciérnagas (1988), la obra maestra de Isao Takahata. Para decir adiós a la pantalla grande a la que tanta magia ha traído, Miyazaki elige contar la historia de JirōHorikoshi (1903-1982), el ingeniero aeronáutico que para la firma Mitsubishi proyectó el célebre caza Zero que sería aceptado por la Armada Imperial Japonesa y usado en los combates de la Segunda Guerra Mundial. Hombre polémico, ya que su invento fue clave en el bombardeo a Pearl Harbor y por ende en la entrada de Estados Unidos en el conflicto —hay una escena en que lamenta el empleo que se ha dado al avión—, Horikoshi aparece retratado como uno de los trabajadores-soñadores a los que nos tiene acostumbrados Miyazaki, a quien se le ha criticado su renuencia a exhibir los estragos bélicos pese a que la cinta es claramente antibélica como otras obras del director y apuesta una vez más por subrayar el nexo de concordia que el hombre busca entablar con la naturaleza y su entorno inmediato. El orbe laboral, patente de varias maneras en Kiki: entregas a domicilio (1989), El viaje de Chihiro (2001) y El increíble castillo vagabundo (2004), por citar tres ejemplos elocuentes, resurge a través del tesón de bordes románticos que Horikoshi y sus colegas despliegan frente a sus diseños y de la admiración por las aeronaves que se les revelan durante un viaje a Alemania. El elemento ilusorio, que otorga al fundamento realista del filme la levedad indispensable para despegar hacia tierra miyazakiana, lo conceden los sueños con Giovanni Battista Caproni (1886-1957), el ingeniero italiano que en 1908 fundó una fábrica de biplanos cerca de Milán, mientras que el factor amoroso corre por cuenta de la joven con la que Horikoshi entra en contacto durante el gran terremoto de Kantō de 1923, registrado en una secuencia magistral. Otra cara de la moneda de Porco Rosso (1992), el aviador dotado de una seductora fisonomía porcina gracias a una extraña maldición, el JirōHorikoshi de Hayao Miyazaki carga con la miopía que le impide ser piloto y emprende el vuelo de la fantasía hacia los dominios donde siempre se levanta el viento.

 

[Queridos lectores: Durante julio y agosto me ausentaré de este espacio. En septiembre retomaré los paseos por el mundo del cine. Gracias por leer.]

 

*Fotografía: “Se levanta el viento” narra la historia de Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico que proyectó el caza “Zero”, usado por los japoneses en los combates de la Segunda Guerra Mundial./ ESPECIAL

 

 

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