Ibargüengoitia contra la historia oficial

Ene 20 • Reflexiones • 5476 Views • No hay comentarios en Ibargüengoitia contra la historia oficial

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Las novelas de Jorge Ibargüengoitia, que este 22 de enero cumpliría 90 años de edad, abundan en la sátira al poder surgido de la Revolución mexicana, que es descrita como una gran comedia de enredos

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POR CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

Hace 90 años nació Jorge Ibargüengoitia en la ciudad de Guanajuato, el 22 de enero de 1928. A él le gustaba agregar que fue el mismo año en que asesinaron al general Álvaro Obregón. Esa coincidencia fue inspiración para algunos de sus relatos. Destacó como escritor y crítico de teatro, novelista, cuentista y periodista. Logró en dos años consecutivos el Premio Casa de las Américas. Murió en un accidente aéreo cuando el avión que lo transportaba desde París no logró aterrizar en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 27 de noviembre de 1983.

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Sus novelas más sobresalientes estuvieron marcadas por una clara orientación en contra de la historia oficial. No fue algo fortuito porque cuando era ya una promesa en el teatro, vio los preparativos de los 50 años de la Revolución mexicana y decidió involucrarse queriendo representar en Bellas Artes su pieza La conspiración vendida; su proyecto fue aprobado y obtuvo un adelanto, pero fue cancelado. La Revista de Bellas Artes la publicó en 1965 y tuvieron que pasar diez años para que apareciera en forma de libro. El tema quizás influyó en su cancelación porque se trataba de la conspiración de Querétaro y los avatares de Hidalgo, Allende y la Corregidora, vista con desparpajo y humor poco frecuentado que presentía Los pasos de López, su última novela publicada en 1982, que cerró un círculo.

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Aquí lo que me interesa resaltar es su obra marcada por el cuestionamiento de la historia oficial, iniciada con los ojos sobre la guerra de Independencia, pero de manera más certera en la Revolución mexicana. El atentado estaba claramente inspirado en el episodio que costó la vida al general Obregón en La bombilla, tratado con una forma alejada del tono oficialista hizo que aunque hubiese sido premiada por Casa de las Américas en 1963, sólo se publicara en 1978 por Joaquín Mortiz, la casa editorial que albergó las propuestas literarias más arriesgadas de ese momento.

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Su carrera como novelista inició con el pie derecho con Los relámpagos de agosto (1964), que reafirmó su estilo con un humor fino con referencias en hechos históricos pero buscando un relato singular con un sarcasmo muy propio. Inevitable pensar en la relación con Martín Luis Guzmán con intenciones marcadamente políticas llevando a la ficción sucesos de nuestra historia; a quien Ibargüengoitia podría acercarse más a “La fiesta de las balas” que a La sombra del caudillo. Y ganó el Premio Casa de las Américas por segunda ocasión, promovido nada menos que por Italo Calvino quien, como integrante del comité de premiación, expuso entre otras razones que el escritor se había reído de la misma manera que lo haría el lector.

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Los relámpagos de agosto resultó la novela más notable por recurrir al humor de manera tan seria. Se trata de las memorias de un viejo revolucionario como a las que estábamos acostumbrados. Por ello el autor no negaba entre sus fuentes históricas haber leído a Álvaro Obregón de Ocho mil kilómetros de campaña. Confesaba la impresión que le había causado encontrarse en una librería del centro de la ciudad de México con el relato autobiográfico de Juan Gualberto Amaya, Los gobiernos de Obregón. Calles y regímenes “peleles” derivados del callismo. De allí se desprende ese estilo memorioso y fársico de la novela. También leyó a Francisco J. Santamaría, La tragedia de Huitzilac y mi escapatoria célebre en donde el tabasqueño relató cómo escapó del fusilamiento del general Francisco Serrano y sus partidarios. Por eso insisto en que frecuentó un humor muy serio.

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Tuvo el tino de ubicar su relato en uno de los momentos más desprestigiados del proceso revolucionario, un levantamiento de los menos memorables cuando se impuso el Maximato callista y decidieron tomar las armas los generales Francisco R. Manzo y Gonzalo Escobar en 1929. Una situación causada por el asesinato del presidente electo Obregón el 17 de julio del año anterior.

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En la novela el general José Guadalupe Arroyo (nótese que las siglas del nombre podrían ser las de Juan Gualberto Amaya) responde con sus memorias a las publicadas por otro general. Inicia cuando el presidente electo, el general Marcos González, ha muerto después de triunfar en la campaña para su reelección, pero no en un atentado como Obregón sino de apoplejía. ¿Qué podrías significar mayor escarnio para una militar revolucionario que morir en la cama y no en una campaña?

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El hecho causará la serie de enredos en que se ve envuelto Arroyo, quien ha sido llamado a ocupar un puesto oficial pero al llegar se encuentra con la muerte de su amigo y en el funeral es acusado de robarse un reloj, que en lugar de una batalla, será clave en el transcurso de la historia. Sus pasajes rebelan los intereses mezquinos y las ambiciones materiales que movían a los supuestos revolucionarios que Ibargüengoitia retrató muy bien. Huberto Batis escribió que la novela era “la parodia de los generales revolucionarios centrados no en los problemas políticos sino en las disputas personales.” Y puntualizaba, como lo había hecho Calvino, que la Revolución mexicana ya había conocido la épica y había llegado la hora de su sátira.

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En ocasiones los episodios resultan tan poco creíbles que suelen confundirse entre la realidad y la ficción como cuenta Friedrich Katz, cuando en una ocasión se reunió una multitud frente al Hotel Francia en Torreón con el fin de ovacionar a Pancho Villa. Éste salió con una pistola en la mano y ordenó que todos fueran arrestados y después escogió a los hombres más capaces y los obligó a enlistarse en su ejército.

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Ibargüengoitia escribió en un contexto favorable por la crítica al régimen, impulsada por un pensador como Daniel Cosío Villegas; por varios que ya señalaban los desatinos del sistema encabezado por el PRI, como lo hizo, por ejemplo, el grupo reunido en torno a la revista Política, incluso desde la misma trinchera, y porque estaban en el aire todos los elementos que hicieron el caldo de cultivo al movimiento estudiantil de 1968. Incluido todo el escándalo surgido a raíz de la censura que pesó sobre la película La sombra del caudillo, filmada por Julio Bracho.

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En la reunión de sus artículos en Instrucciones para vivir en México (1990), puede leerse de la Revolución mexicana: “Cuesta trabajo recordar que nació como un impulso arrollador para arrancar de su pedestal a un figurón monolítico, que en sus primeros veinte años son, en realidad, una sucesión no interrumpida de acusaciones de traición y de actos de desconocimiento, que al llegar a su madurez tuvo necesidad de reconocer la existencia de ciertos problemas fundamentales de supervivencia y que se vio obligada a claudicar en muchos terrenos”.

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El escritor guanajuatense vio la Revolución como un hecho fatal, porque en veinte años costó la vida a “casi la totalidad de los jefes revolucionarios”, los grandes y los de segunda importancia. “Muchos murieron asesinados, otros, en emboscadas, otros frente al paredón, diciendo frases célebres la más célebre de todas fue la de un general cuyas últimas palabras fueron “Good Bye” (!!!) otros, los menos, en acciones militares. La mayoría murieron en franca rebelión, otros, por causas misteriosas.

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Para Ibargüengoitia es en el contrapunto de la acción emprendida y su resolución como fracaso donde su discurso adquiere la tensión que terminará con la carcajada del lector.

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FOTO: Los pasos de López fue la última novela escrita por Ibargüengoitia. En ella, continúa su ejercicio satírico de la historia de México, ahora con los héroes de la independencia.

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