Ilustradores, los otros viajeros del espacio

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POR FRIDA JUÁREZ
Seguimos sin descubrir sus límites y sus más profundos secretos, y aun así tenemos una idea general de cómo luce el espacio. No hay día que el telescopio Hubble no capte las imágenes más extraordinarias de galaxias, estrellas o agujeros negros. También tenemos acceso a imágenes en directo sobre la superficie de Marte, gracias al rover Curiosity.

 

Esto no era posible hace 46 años. Pese a que en 1968 el hombre tomó la primera fotografía de la Tierra vista desde el espacio durante la misión del Apolo 8, el resto del espacio era difícil de concebir. Es por eso que, durante la década de los 70, la Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) contrató al ilustrador Rick Guidice para imaginar cómo luce el espacio y cómo serían las colonias espaciales en las que algún día el humano viviría.

 

Estos asentamientos aún no son una realidad, pero con el impulso de una nueva generación de empresarios, como Elon Musk, y científicos se ha retomado el camino para alcanzar este sueño; una generación que creció y encontró inspiración en el trabajo de Guidice, quien en aquel entonces no tenía conciencia del impacto que tendrían sus ilustraciones.

 

 

¿Alguna vez pensó en que tuvo el trabajo que deseó desde de niño?
Sí, sí lo he pensado. Estoy muy agradecido por haber podido hacer ese gran trabajo y haber tenido esa oportunidad en la vida fue una gran bendición.

 

 

¿Cómo es que alguien se vuelve un artista que trabaja para la NASA?
Siempre fui un buen ilustrador en la escuela y cuando empecé a dibujar en la secundaria, mis habilidades salieron a relucir, así que de inmediato me incliné por seguir dibujando. Más tarde, en la preparatoria, un maestro reconoció mi habilidad para dibujar perspectivas; era muy natural para mí lograr dibujar de forma acertada. Este profesor me dijo que estaba por dejar su trabajo en un despacho de arquitectura y me preguntó si quería probar suerte. En ese entonces sólo tenía 16 años. Fui, hice la prueba y me dieron el puesto. Entonces tuve un inicio ventajoso, a diferencia de otras personas. Me pagaban por dibujar y pintar; ahí desarrollé habilidades haciendo rendering de arquitectura.

 

Diez años después, mis habilidades llegaron al punto en que los directores artísticos en Sillicon Valley sabían que era ilustrador. Así que cuando la NASA se dio a la tarea de buscar a un ilustrador, muchos me recomendaron. Fui a la entrevista, me contrataron, me dieron el trabajo de inmediato y así fue como inició una relación con la NASA que duró 15 años.

 

 

¿Y cómo llegó al programa de “Colonias espaciales”?
Cuando surgió la serie de Colonias espaciales ya tenía cuatro años trabajando en la NASA. Fue en el verano de 1975 cuando el Centro de Investigación Ames cofinanció un estudio con un programa de 10 semanas sobre diseño de sistemas de ingeniería, en la Universidad de Stanford. El objetivo era diseñar sistemas de colonización espacial. Para entonces, el director técnico del estudio era el físico Gerard K. O’neill —de la Universidad de Princeton—, quien ya había trabajado en el diseño del sistema y hecho los cálculos desde seis años antes.

 

 

Mi primera asignación fue el cilindro de O’Neill. Sabía que era una oportunidad única en la vida de demostrar las habilidades que había desarrollado hasta entonces. Mi tarea era traducir los planos arquitectónicos en cómo se vería la estructura final. Una imagen en sí en perspectiva con todos los colores de la superficie, los materiales e incluso mostrar cómo la luz del sol iluminaría la estructura.

 

¿Cuándo pensó que las colonias espaciales se volverían una realidad?
Bueno, quizá nunca sean una realidad, pero tecnológicamente se podrían hacer si la sociedad estuviera dispuesta a financiar un proyecto así. Y ese es el problema principal. O’Neill solía pensar que, si alguna vez fueran a hacerse, sólo lo podrían costear gobiernos como el de Estados Unidos. Decía en aquel entonces que si no pasaba en los siguientes 20 años, no sucedería nunca. Aseguraba que el enfoque del gobierno en otros asuntos quitaría prioridad en producir algo como el cilindro de O’Neill. Lo que vemos hoy en día es que justo el gobierno no está en posición de financiar algo así, pero la industria privada está interviniendo, como SpaceX y otras empresas que quieren ir a Marte, vivir en el espacio y poblar la Luna. Entonces tenemos toda una nueva generación de empresas privadas interesadas en esta especie de hábitats fuera de la superficie terrestre.

 

 

Pero mientras hacía estas ilustraciones en los años 70, ¿lo creyó posible?
Sentí que era una especulación a largo plazo y que tenían que pasar muchas cosas antes de que fuera una realidad. Durante esos tiempos creativos, todos eran muy optimistas sobre el futuro y uno no era lo suficientemente escéptico como para decir “eso nunca sucederá”. Uno hubiera dicho entonces “sí siempre hay una posibilidad de que haya algo así”, al menos en una escala más pequeña y eso fue lo que pasó, con la Estación Espacial Internacional. Es una versión pequeña de un hábitat, no está habitada por gente común y corriente, sino por científicos y astronautas, pero un desarrollo a largo plazo siempre es posible.

 

También existe la idea de tener vuelos comerciales para hacer tours, ir y venir del espacio. Es otro paso hacia esa dirección.

 

 

¿Cree que hoy en día seguimos siendo optimistas sobre el futuro?
Eso creo. Creo que hubo un periodo, después de O’Neill en el que no éramos optimistas, pero lo que veo ahora es que las nuevas generaciones están muy emocionadas sobre las posibilidades de expandir la civilización más allá de la superficie de la Tierra.

 

 

Hablando de generaciones, ¿alguna vez pensó que su arte ayudó a formar el concepto del futuro en el espacio de toda una generación?
¡No, nunca lo pensé! En aquel entonces sólo era un trabajo, un servicio para los estudios que estaba haciendo la NASA con ingenieros y académicos. Pensaba que estas ilustraciones sólo ayudarían para compartir y desarrollar sus ideas visualmente, pero lo que pasó es que todo ese material se publicó a nivel mundial para libros escolares y la gente se interesó en estas ideas inusuales como las colonias espaciales, lo veíamos en los niños. Ahora ellos son adultos que toman de decisiones empresariales, o en el gobierno, en la industria y muchos más son científicos. Hay gente llamándome todo el tiempo diciendo: “¿Sabes?, tu trabajo me inspiró a dedicarme a este negocio y mirar al futuro”. Una vez alguien escribió que estas imágenes se volvieron cultura popular y nos dieron una idea común de cómo se vería el futuro y eso me parece muy interesante.

 

 

¿Siente que tiene una responsabilidad o qué piensa sobre esta idea de haber formado a toda una generación de científicos?
Me da gusto que el trabajo haya sido reconocido e influenciara a mucha gente. Incluso lo veo en las películas sobre el espacio, como en Encuentros cercanos del tercer tipo que dirigió Steven Spielberg. Ahí el personaje principal está en su cuarto construyendo un volcán, tiene una visión de que una nave espacial se está acercando y al fondo, en su muro está una de mis pinturas. Entonces, el hecho de que Spielberg y su equipo supieran de la existencia de esa imagen y la hayan puesto en ese muro significa que es algo que tendría un personaje visionario como él. Entonces encuentro ese tipo de referencias que aparecen aún hoy como algo que me hace sonreír.

 

 

¿Por qué cree que hoy en día estamos retomando este estilo retro futurista, la idea del pasado sobre cómo sería el futuro?
No sé. Es difícil, sólo podría decir que no se ve mucho del futuro en estas colonias espaciales que dibujé. No hay muchas visiones de los demás para expandir esa idea y permanece como la única fuente que aborda este concepto, altamente difundido y disponible para el público. Así que esta visión ha permanecido.

 

 

¿Cómo fue trabajar con un físico como Gerard O’Neill?
Fue muy interesante. Hablé con una persona, me gustaría poder recordar su nombre, y me dio una presentación sobre qué era lo que él quería. Entonces tomé esos bocetos y comencé a producir los dibujos, luego el departamento de arte procedió a mostrárselos para ver si le gustaban y luego seguimos con las pinturas, de las que hicimos una serie de al menos 12 sobre las colonias espaciales.

 

Y luego, volviendo a mi relación con O’Neill, de vez en cuando había una conferencia en la que él hablaba sobre el tema, a las cuales yo iba sólo como alguien de la audiencia.

 

Pero después él quiso agregar algunos elementos a las ilustraciones y quiso conocerme. Me llamó y me dijo “Sabes, Rick, quisiera ir y conocerte y hablar”. Así que vino a mi casa, nos sentamos, hablamos sobre todo lo que estábamos trabajando y fue una buena oportunidad para conocernos en un nivel personal.

 

 

¿Para este proyecto tuvo que seguir indicaciones específicas como ciertas medidas, como un proceso científico, con precisión? ¿O pudo agregar elementos de forma libre y creativa?
Me dieron documentos técnicos de la parte física del objeto, como diagramas, fotos, modelos e incluso descripciones orales. En este caso el cilindro que debía medir una milla de ancho y 21 millas de largo. También las medidas del radio. Me dieron esos documentos para que pudiera describir de una forma el objeto. Pero en cuanto a la composición de la ilustración, cómo sería colocada en la página y sobre cómo debería verse el paquete industrial, eso lo decidí yo.

 

Sobre cómo se vería la gente, dónde estaría colocada y cómo se verían los edificios, me gusta que sea parcialmente poblada, al estilo de la campiña inglesa o francesa. Esa era la asignación, por eso se ven así las primeras ilustraciones. Aproveché al máximo la experiencia. Era como una presentación de NOVA (programa de TV sobre ciencia transmitido en Estados Unidos hasta la fecha) sólo para mí. Entre más entusiasmo le imprimían a la explicación, mejor quedaba la ilustración.

 

¿Por qué la población de estos asentamientos en el espacio tienen un aspecto bucólico que contrasta con el exterior de las estructuras? No parece que vivan en el futuro.
Mucho del diseño exterior tenía que ser funcional, mientras que el interior tenía que ser familiar para la gente, reconocible, como un hogar. Así que por eso existe ese contraste, no diseñé el interior como algo moderno, eso es lo que hubieran hecho muchos otros artistas. He hecho otras ilustraciones con personajes futurísticos y es muy divertido dibujar seres inusuales de otras partes del universo como los podemos ver en Star Wars, pero es necesario tener algo familiar que genere un ambiente seguro para la población donde se sientan cómodos. Creo que era algo importante.

 

 

¿Qué ha pasado con todas esas obras? ¿Dónde se conservan?
Muchas de las ilustraciones que hice las tomaron empleados de la NASA. Otras nunca fueron registradas por la Agencia. Después de mucha presión de mi parte, la NASA creó un programa para proteger las ilustraciones que quedaron; las catalogaron y almacenaron en una locación segura. Estos trabajos ahora están bajo protección del Archivo del Centro de Investigación Ames.

 

 

¿Qué artistas influenciaron su trabajo?
Fui influenciado por ilustradores como Robert McCall y Sid Mead. Entonces también aspiraba a pintar escenas con autos y gente hermosa como lo hacía Burnie Fuchs.

 

Cuéntenos sobre su tiempo ilustrando para Atari
Fue muy divertido. Como ilustrador estos son trabajos soñados. Los directores artísticos realmente confiaban en que los ilustradores elevarían las ideas a otro nivel. Tratábamos de hacer las ilustraciones más divertidas, entretenidas y glamorosas posibles. Teníamos mucha libertad.

 

 

¿Sigue haciendo trabajo de ese tipo?
Ya no hago trabajo de ilustración y la mayoría de mi trabajo en los últimos 40 años de mi carrera estuvo enfocado en mi despacho de arquitectura. En 2014 dejé de aceptar nuevos clientes para hacerme de tiempo y pintar al aire libre.

 

 

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Han sido varios los ilustradores que mostraron cómo sería la vida en el espacio en el futuro. Estas imágenes también tuvieron un rol fundamental en la ciencia ficción, tanto en literatura como en cine, e incluso en la arquitectura.

 

Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética recurrió a sus artistas para mostrar cómo serían los asentamientos espaciales y hacer gala de su tecnología para llevar a humanos —y perros— al espacio. Estas obras fueron publicadas principalmente en revistas científicas populares como Science and Life, Knowledge Is Power y Technology for the Youth, las cuales eran financiadas por el gobierno soviético y tenían como objetivo exaltar la “superioridad” tecnológica de la URSS y entusiasmar a la población por la carrera espacial. Alexandra Sankova, autora del libro Soviet Space Graphics (Phaidon), explicó a un medio estadounidense que las revistas fueron una herramienta efectiva de propaganda porque su producción era barata y rápida para presentar información en un formato fácil de comprender.

 

Aunque desde antes que el humano llegara al espacio ya se estaban creando imágenes espaciales, Sankova asegura que fue gracias al trabajo del físico Konstantín Tsiolkovsky que se impulsó la estética espacial soviética; también destaca que la mayoría de los ilustradores contaban con una formación técnica. Alekséi Leónov no sólo fue el primer hombre en realizar un paseo espacial, sino que también fue un artista —fue al espacio con lápiz y papel para dibujar—. Su obra incluso llegó a la pantalla grande. Según contó el escritor Arthur C. Clarke, en las notas de 2010: Odyssey Two, en la película 2001: A Space Odyssey, de Stanley Kubrick, al inicio cuando se muestra la alineación de la Luna, la Tierra y el Sol es esencialmente la misma imagen que plantea Leónov en su pintura Near the Moon de 1967, sólo que sin la perspectiva angular.

 

Además del cine, el estilo cósmico fue implementado en la arquitectura de la Unión Soviética, como en el Monumento a los Conquistadores del espacio, del escultor A.P. Faidysh-Krandievsky y los arquitectos A.N. Kolchin y M.O. Barshch; el Sanatorio Druzhba, del arquitecto Igor Valikievsky o la torre de telecomunicaciones Ostankino, que fue en parte diseñada por el pintor y arquitecto Andréi Sokolov, que colaboró en ilustraciones junto a Leónov.

 

Antes de que el Sputnik fuera el protagonista de las ilustraciones, los trabajos de los años 50 eran más realistas. Por un tiempo, el humano no fue representado en el espacio, sino dentro de laboratorios. Fue hasta que los cosmonautas llegaron al espacio que los ilustradores plasmaron a humanos fuera de naves espaciales, para después imaginar colonias espaciales. En los años 70 aumentó el uso de colores llamativos y se aplicó una visión más optimista y psicodélica sobre el espacio, se representó a los planetas como lugares accesibles. Para inicio de los 80 el furor descendió, tras la firma de un tratado por la exploración espacial pacífica en 1972 entre Estados Unidos y la URSS, la carrera espacial inició un declive que llevó a crear ilustraciones realistas y con colores sobrios.

 

Al igual que en la Unión Soviética, la ilustración espacial estadounidense se utilizó con el fin de promover los avances tecnológicos de la NASA entre la población en general. Las obras fueron usadas principalmente en el área de prensa para exponer de forma más digerible y amigable la ciencia espacial.

 

El arte espacial se convirtió en un género por sí solo, la comunidad de artistas fue creciendo a tal grado que, en 1982, se creó la Asociación Internacional de Artistas Astronómicos, una asociación sin fines de lucro que hasta la fecha busca promover, conservar y educar sobre el género que abarca corrientes como el surrealismo e impresionismo.

 

En la década de los 70, además de Rick Guidice, el ilustrador Don Davis participó en un programa del Centro de Investigación Ames de la NASA para dibujar colonias espaciales. Davis, quien inició su carrera en la ilustración geológica se abrió paso al arte espacial gracias a sus detalladas ilustraciones de la Luna. Su talento le valió recibir la mentoría de Chesley Bonestell (1888-1986), mejor conocido como el padre del arte espacial.

 

La carrera de Bonestell estuvo marcada por hitos; fuera del arte espacial, trabajó en el despacho del arquitecto Willis Polk y formó parte de los equipos que diseñaron megaestructuras como el Golden Gate, en San Francisco, y el edificio Chrysler, en Nueva York. En cuanto a la pintura, Bonestell fue clave para popularizar los viajes espaciales gracias a su obra, la cual evolucionó de panoramas espaciales desérticos hasta asentamientos futuristas.

 

Sus imágenes fueron portada en múltiples ocasiones de la revista Life y también ambientaron cintas como El Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles, y La guerra de los mundos, dirigida por Byron Haskin en 1953.

 

Además del cine y de la arquitectura, Bonestell se ganó su lugar entre íconos literarios. “No hay artista hoy en día, en el campo de la ciencia ficción, que no se haya iniciado con Chesley Bonestell”, dijo en su momento el escritor Ray Bradbury. Mientras que el astrónomo y escritor Carl Sagan aseguró que no sabía cómo se veían otros mundos, hasta que conoció la obra de Bonestell.

 

La visión del espacio de Bonestell le valió un premio Hugo, que reconoce a lo más destacado del campo de la ciencia ficción, al mejor artista profesional en 1968. El impacto del ilustrador trascendió el planeta Tierra y su nombre llegó hasta el espacio, específicamente en un cráter de impacto en el hemisferio norte en el cuadrilátero Mare Acidalium de Marte que fue bautizado en su honor, al igual que el asteroide 3129.

 

En cuanto a la relación de la NASA y el arte espacial, ésta inició en 1962, cuando James Webb, entonces administrador de la agencia, vio un retrato de Alan Shepard, el primer estadounidense en el espacio, pintado por el artista Bruce Stevenson. Además de solicitarle al artista los retratos de todos los astronautas de la NASA, Webb se dio cuenta del potencial de introducir arte a la agencia.
Así fue cómo surgió el programa de arte de la NASA, bajo la dirección del artista James Dean y con la asistencia de H. Lester Cooke, curador del National Portrait Gallery. A partir de ese momento la agencia espacial solicitó obras a pintores por la módica cantidad de 800 dólares, pero a cambio vivirían de primera mano los avances tecnológicos y científicos en sus instalaciones para que se inspiraran.

 

Andy Warhol, Norman Rockwell, Robert McCall —quien además de ilustrar la carrera espacial y diseñar parches para la NASA, también se encargó de las ilustraciones de la cinta 2001: A Space Odyssey—, Peter Hurd, Mitchell Jamieson y la fotógrafa Annie Leibovitz, son algunos de los artistas que han contribuido a la colección de arte de la NASA y que ayudaron a crear la creciente leyenda de la NASA como agencia espacial.

 

FOTO: Ciudad futurista según la mirada de Rick Guidice, circa 1972./ Especial

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