Ilustración y feminismo
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Las redes sociales han popularizado el trabajo de un sinfín de ilustradoras en América Latina. Este panorama presenta sus temas recurrentes, desde los derechos sexuales a su participación política
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POR MIRIAM CANALES
La escena ilustrativa todavía se encuentra dominada por la testosterona, pero ellas y su pincel disruptivo pintan el mundo a su manera influidas por sus circunstancias familiares, personales y su propia sensibilidad. Si bien en América Latina ha predominado una escuela de caricatura eminentemente masculina, otras voces femeniles se proclaman ya sea mediante los medios tradicionales o incluso las redes sociales como Instagram trazando sus propias historias.
Se trata en su mayoría de autoras jóvenes que han ido brotando tanto en la oferta literaria como cinematográfica y en exposiciones itinerantes que se han adentrado en temas como el aborto, el machismo, el ejercicio de la sexualidad. Algunas que viven este auge son Paola Gaviria, alias “Powerpaola”; Catalina Bustos Mendoza, “Catalina Bu”; María Hesse; Raquel Riba Rossy, “Lola Vendetta”; María Luque; Sara Medina, “Shara Limone”, sin soslayar la predominante influencia de la pionera argentina Maitena Inés Burundarena “Maitena” y su peculiar modo de fotografiar la histeria femenina con un ácido humor. Mención aparte es que ha sido la única ganadora del premio “La Catrina” en la Feria del Libro de Guadalajara de 2013 que rinde tributo a la trayectoria de los caricaturistas hispanoamericanos a la par de Quino, Rius, Sergio Aragonés o Roberto Fontanarrosa.
Aunque otros países como Colombia, Argentina, Chile o España tienen un peso actual evidente, en México se percibe una especie de rezago. El terreno de la ilustración es más prolífico, mientras que la historieta y el cartón político lucen semidesérticos en cuanto a nuevas propuestas. Un ejemplo urbano es el homenaje a la caricatura mexicana en la estación Zapata del metro capitalino con un vasto acervo de dibujos dedicados a este personaje revolucionario por moneros masculinos, pero que carece de autora alguna. En contraste, resalta una carrera como la de Cinthia Bolio cuyo trabajo se ha publicado desde los noventa en La Jornada, Milenio y revistas como El Chamuco y los Hijos del Averno. Como autora de Puras Evas, su historieta más emblemática, ha sido una de las plumas más tradicionales y destacadas y que en la actualidad promueve proyectos independientes como talleres gráficos para reclusas.
Sin embargo, otras chicas ilustradoras buscan abrirse paso en México, como Alejandra Espino, Estelí Meza, Abril Castillo, Helena Ortega, Jimena Estibaliz o María Conejo, cuyo trabajo independiente posee una calidad notable. Por otro lado, Instagram es otro terreno fértil de un sinfín de nombres y seudo nombres que se han popularizado, pero todavía a un nivel underground: Miriam González “El pinche barrendero”, ilustradora y fotógrafa con el personaje “El pinche Miguelito”; Pamela Medina, Iurhi Peña o “Wina Obake”.
Catalina Bu
“Yo sí me considero feminista y es necesario decirlo. Mi familia es bastante tradicional, mi mamá es muy feminista, nunca estuvimos relacionados con la religión. Ella tiene mucha influencia y fue muy fuerte; es enfermera y siempre ha estado vinculada con temas de género y salud pública. Para mí siempre ha estado eso desde que tengo consciencia”. Tiene 29 años y es chilena de nacimiento, se hace llamar “Catalina Bu” y ostenta el feminismo como uno de sus estándares. A su edad ha obtenido reconocimiento dentro y fuera de su país desempeñándose como ilustradora de marcas internacionales, pero confiesa su escepticismo personal hacia la religión o política debido a su formación en un colegio laico.
En su currículum resalta una saga llamada Diario de un solo (2014) y para 2019 planea un nuevo libro “más personal”. “Las mujeres siempre tendrán una voz distinta, una manera de ver las cosas. Más bien a nivel mundial están pasando cosas muy interesantes respecto al feminismo y la política. Lo más chistoso es que siempre han existido, pero ahora tenemos más rabia ante el machismo, la desigualdad y a cosas que están normalizadas. Todo lo que está pasando a nivel de género hace que las mujeres tengamos una opinión fuerte y necesaria”. El diario El Mercurio la eligió en 2016 como una de las “100 jóvenes líderes”.
Powerpaola
Su nombre como historietista se ha popularizado tras la adaptación fílmica de su novela gráfica Virus tropical con tintes de Persépolis de Marjane Satrapi. Paola Gaviria se retrata como una niña proveniente de Ecuador, miembro de una familia católica bajo una serie de eventos que van marcándola como su ruptura, la turbulenta etapa adolescente y una mudanza a Colombia. Es autora de otros trabajos como Por dentro, Diario y Todo va a estar bien. Hoy reside en Buenos Aires, después de tener un paso itinerante por Australia, donde a sus 42 años defiende sus derechos femeninos en diferentes vertientes, una de ellas como simpatizante de la “ola verde” argentina. “Más que proaborto es una lucha contra el aborto clandestino. Yo quisiera que las mujeres pudieran tomar esa decisión, de una manera legal, ¿sólo las ricas puedes hacerlo? Y las pobres se mueren y los Provida están peleando por una vida que no ha salido aún, que está en proceso y las de las mujeres no les importan. Ahí la iglesia tiene mucho que ver y es una doble moral terrible”.
Respecto a esta situación, inquiero si éste es un momento oportuno para ejercer su arte aprovechando la coyuntura social: “Siempre trato de hacerlo desde mi propia experiencia y de las cosas que veo alrededor, lo que veo con mis amigas, que me parece que contando un poco la realidad la gente puede tener un poco más claro de qué se trata. No vamos a echar niños por doquier porque a todas nos encante. La lucha es por las mujeres que no pueden hacerse un aborto de una manera digna”. Aun así, Paola expresa gratitud dentro de su formación: “Tengo agradecimiento con las monjas que me educaron, estoy en una discusión conmigo misma. No es que pueda decir: ‘quememos a todos los hombres’ (risas). Estoy tratando de encontrar mi manera de pensar y lo que quiero decir. Está en este proceso”.
María Hesse
Esta sevillana de 36 años ha ideado un mundo fantástico conformado por unicornios sin cabeza, corazones, cuerpos desnudos, mujeres masturbándose; íconos modernos como las cantantes inglesas Florence Welch y Amy Winehouse y a su vez Frida Kahlo y David Bowie de quien se declara enamorada desde la infancia por su película Laberinto. A estos dos últimos les ha dedicado sendos libros biográficos. María posee una sensibilidad característica que le ha impulsado a dibujar desde los seis años.
Ella no considera radical su causa particular feminista sino más ligera a comparación de otras de sus colegas. “A mí me gusta mucho dialogar y explicar todas las veces que tenga que explicar mi postura sobre el feminismo e intentar que alcance el mayor público posible, pero esta es mi postura. No tiene más valor ni menos. Mi trazo es cuestión de personalidad. Yo soy como son mis dibujos”. Inquiero de qué modo la ilustración puede contribuir a la causa sin caer en un discurso agresivo. “Debe haber todo tipo de discurso porque en toda lucha tiene que haber un movimiento que haga ruido, que se dé a conocer, que no es mi caso, porque yo no soy agresiva”. Lo dice bajo un tono de voz suave y una personalidad que denota delicadeza.
María ha participado en mesas locales sobre feminismo con periodistas como Lydia Cacho como en el pasado Hay Festival en Querétaro en el que debatieron acerca del polémico #MeToo, en su visita a México. Confiesa su admiración por Frida Kahlo, a quien reconoce su papel precursor, pero a la vez admite que no fue la única creadora que se desenvolvió como una mujer atípica de su época: “En ese sentido creo que ha habido mujeres que han hecho mucho más por el feminismo que Frida en cuestión de lucha. Ella por la bisexualidad, pero pintaba para sí misma, no para nadie más. Ha habido mujeres que han intentado ser artistas y han pertenecido a la lucha, pero que han salido a la luz hasta hace poco y ojalá sean tan valoradas como ella. Un ejemplo inmediato que le sugerí fue Carmen Mondragón “Nahui Ollin” cuya célebre exposición en el Museo Nacional de Arte causó furor a lo largo de 2018 siendo que muchos la desconocían.
Alejandra Espino
Otra pluma mexicana que se ha caracterizado por su línea en favor de la causa femenina es la de Alejandra Espino, hija del escultor Carlos Espino, que revela como su padre la encauzó en el arte, pero su vocación siempre fue más afín a la historieta gracias a Mafalda o Calvin y Hobbes. Egresada de La Esmeralda, hasta la fecha no se considera “joven promesa”, pero ha sido becaria, contribuido en fanzines, proyectos independientes y otros más institucionales como en el año dual México-Alemania donde elaboró Fantasmas, un cómic basado en su viaje por ese país.
“En México como ilustradoras todo es bastante parejo, y con trabajo reconocido, en cómic creo que sí está rezagado todavía. Por lo que escucho de compañeras. En las becas del Fonca se cree que es un favor y una cuota de género darle una beca a una chava de cada generación cuando el trabajo es incluso mejor que de los chavos. Hay una ceguera institucional con las mujeres que hacen historieta. Me parece grave”.
Uno de sus próximos proyectos profesionales consiste en una novela sobre una chica aspirante a muralista en la era dominada por Orozco, Siqueiros y Rivera: “Se dice que no hay mujeres en la historia, pero tal vez nadie habló de ellas. Se habla de que fueron las amantes, modelos o musas, pero seguro que al mismo tiempo de los que pasaron a los libros debió haber mucha gente queriendo hacer cosas. Al final no sabemos quién va a quedar registrado a futuro”.
Cada una tiene su voz propia que busca hacerse escuchar y trascender. La sororidad galopa en esta nueva escena conformada por este acervo femenino que ha encontrado un nuevo nicho. El cómic latino se inclina hacia la progesterona.
ILUSTRACIÓN: El trabajo de la ilustradora mexicana Alejandra Espino también abarca el cómic y el fanzine. / ESPECIAL
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