Intensa-mente y la filosofía Pixar
POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA
Hace un par de años, Bret Easton Ellis, el controvertido autor de Psicópata americano y Menos que cero, acuñó el término de “generación pusilánime” para referirse a los veinteañeros sobreprotegidos por sus padres y obsesionados con la corrección política que constituyen el “target” de la mayor parte del entretenimiento actual. Según Ellis, las nuevas generaciones son un montón de lloricas que protestan por todo aquello que amenace la imagen de armonía postiza en la que viven. Sólo saben de felicidad. Todo sentimiento “negativo” debe ser expulsado de su existencia.
No es casual, entonces, que Easton Ellis haya declarado hace unos días que Intensa-mente, la cinta producida por Pixar y dirigida por Pete Docter y Ronaldo del Carmen, es “por mucho la mejor película estadounidense de 2015”. Irresistiblemente emotiva, Intensa-mente es una cinta que va a contracorriente de los valores de la “generación pusilánime”. No sólo celebra a la tristeza como el pasaje obligado para acceder a la empatía, sino que al igual que Up, el trabajo anterior de Docter, explora temas como la aceptación de la pérdida y la necesidad de conectar con los demás.
Tras 15 cintas producidas, Pixar, propiedad de Disney desde 2006, se ha consolidado como marca líder de entretenimiento, estudio de animación, laboratorio de creatividad, colectivo vanguardista y filosofía organizacional, todo a un solo tiempo. Con motivo del estreno de Intensa-mente, analizamos en este texto la filosofía detrás de los procesos creativos del estudio, así como el sistema de valores bajo el que operan sus películas.
El niño feo y la “bestia”
Apenas en julio del año pasado salió a la venta Creatividad, S.A., libro donde Edwin Catmull, presidente tanto de Pixar como de Walt Disney Animation, describe el estilo organizacional de la compañía. En la obra, Catmull destaca dos conceptos esenciales Pixar: el dilema del “niño feo” y la importancia del “Braintrust”.
De acuerdo con Catmull, la originalidad es frágil. Y en sus primeros momentos es cualquier cosa menos bonita. Las primeras ideas de una cinta son como “niños feos”: torpes, vulnerables e incompletos. Necesitan cuidados y tiempo. Tras ver Up o Wall-E, el público asume que desde su estado embrionario fueron deslumbrantes y llenas de sentido (adultas, pues). Catmull explica que para llegar a ese estado se requirieron años de trabajo. La labor de los directivos es impedir que se burlen del “niño feo” y proteger lo nuevo de la gente que no comprende que para que surja la grandeza tienen que atravesar fases más humildes. “Pensemos en una oruga que se transforma en mariposa; sólo sobrevive porque está envuelta en un capullo. Está protegida de la bestia”.
La “bestia” es la ambición del corporativo que requiere de películas y productos exitosos económicamente para alimentar su expansión. La preocupación de la “bestia” es generar dinero. Demanda más y más, siempre. Por naturaleza, la “bestia” es adversa al riesgo. No tiene paciencia para ver cómo crece el “niño feo”, por lo que se concentra en proyectos seguros. Si la “bestia” hubiera tomado el control de Pixar tras el éxito de Toy Story, es probable que la saga de Woody y Buzz terminara convirtiéndose en algo similar a la del Rey León (una película clásica seguida de una secuela inferior y una tercera parte tan decepcionante que se orientó solamente al mercado de video).
La “bestia” favorece lo que ya forma parte de ella. La ironía radica en que lo probado y clonado una y otra vez fue en su origen un “niño feo” a quien le tuvieron paciencia. Tampoco se trata de proteger incondicionalmente al bebé. Como todos los infantes consentidos, el “niño feo” puede tornarse en un emperador inconsciente de los demás. Para Catmull, uno de los fundadores originales de Pixar, el punto es encontrar un balance que redunde en que el “niño feo” se comprometa a brindar resultados y acoplarse a las capacidades del equipo. Lo nuevo, sin embargo, necesita protección. La filosofía del “niño feo y la bestia” está destilada con contundencia en el final de Ratatouille (Brad Bird, 2007), cuando Anton Ego, el temido crítico gastronómico, aboga por proteger y valorar el trabajo de Remy, la rata chef:
“El trabajo de un crítico es fácil en muchos sentidos. (…) Nos encanta hacer malas reseñas, porque son divertidas de escribir y leer. Pero la amarga verdad a la que debemos enfrentarnos los críticos es que en el gran esquema de las cosas, cualquier mal producto es probablemente más valioso que la crítica que nosotros hacemos de él. Pero hay ocasiones en las que el crítico se arriesga al descubrir y defender algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento, con las creaciones nuevas. Lo nuevo necesita amigos.”
La “mente colmena”
Los directores en Pixar proponen la idea original, coordinan la realización e imprimen cierto tono e imaginería, pero no hay tal cosa como “autores” en el estudio. Cada realizador es supervisado durante todas las etapas del proceso por un grupo denominado como el “Braintrust”, conformado por los creativos y ejecutivos principales de la compañía (John Lasseter, Andrew Stanton, Brad Bird, Pete Docter y Lee Unkrich, entre otros). El “Braintrust” es una colmena sin reina; un núcleo de personalidades que rebota ideas bajo la lógica de que un equipo mediocre puede destruir una buena idea, pero una idea mediocre es susceptible de transformarse en algo valioso con un equipo brillante.
Tomemos como ejemplo la cinta más reciente del estudio. Tras preguntarse qué sucedía en la mente de su hija de 11 años, Pete Docter, director de Monsters Inc., realizó un corto animado que describía en trazos generales a los personajes y trama de Intensa-mente: las cinco emociones (Alegría, Tristeza, Furia, Miedo y Disgusto) que habitan dentro del cerebro de una niña se enfrentan a las turbulencias que conlleva mudarse a otra ciudad. De acuerdo con el reportaje Inside The Pixar Braintrust (Fast Company, 2014), la propuesta original no exploraba lo que sería a la postre el aspecto más interesante de la cinta: la ductilidad de la memoria. ¿Cómo un recuerdo feliz se transforma con el tiempo en un testimonio agridulce (pensemos en la foto de bodas de un matrimonio que naufraga en divorcio)? O viceversa: ¿cómo es que la felicidad nace gracias a la tristeza (tal y como le sucede a Riley, la protagonista, después de ser derrotada en el hockey)? Todos esos matices, así como cierto refinamiento en la estructura del cerebro de Riley, provinieron del “Braintrust”. La personalidad de Docter es visible en la película final (los pasajes laberínticos, la imaginería abstracta, la emotividad de la pérdida, los miedos infantiles), pero el producto es un modelo más de la línea de ensamblaje Pixar.
Esta armonía es destacable en cualquier organización, pero en un medio como la industria cinematográfica, tan habituado a la verticalidad y a las autoridades incuestionables, es prácticamente inédita. De acuerdo con Catmull, el secreto consiste en reunir a un grupo cuyos miembros sean lo suficientemente humildes para aceptar una dirección contraria si el conjunto desecha o transforma su idea: “Naturalmente que a todo realizador le encantaría escuchar que su cinta es una obra maestra. Lo que deben recordar es que lo que se encuentra bajo el microscopio es la cinta, y no el cineasta. Tú no eres tu idea. Si te identificas demasiado con tu idea te vas a sentir retado y hasta ofendido. El director debe asumirse como un doctor que acude a un panel de colegas para determinar el camino a seguir. Todos somos doctores que quieren que el paciente salga adelante”.
Pixar opera bajo una contradicción afortunada: produce películas inventivas cuya autoría es un tanto impersonal. Los filmes de Pixar son el arte industrial perfecto: un fruto de la innovación estética y la inteligencia de un colectivo deseoso de conectar con su época a través de la animación digital. En este contexto no hay lugar para un individuo cuya expresión se contraponga a la posibilidad de ser mutada por el “superego pixariano”, eternamente consciente del mercado masivo. Sus cintas están repletas de “niños feos”, pero estos casi siempre se mueven en función de recuperar un amor perdido (Wall-E, el papá de Buscando a Nemo) o el cumplimiento de una especie de “destino manifiesto” (Los Increíbles). Remy no es una rata que cocina con la calidad del mejor de los humanos, sino que es un humano que nació como rata. Como bien lo reconoce Catmull en su libro, el hecho de que Remy se separe del resto de su comunidad roedora y camine como un humano, en dos patas, es el centro discursivo de la cinta. La lealtad de los juguetes en Toy Story 3 también refleja una sensibilidad que premia el orden colectivo y castiga la individualidad. Sólo en una cinta de Pixar el juguete que se rebela frente al abandono humano y del orden establecido (Lotso) podría ser considerado como un villano. Intensa-mente no es ajena a esto. Riley es una niña que sirve como un envase de cinco fuerzas que la controlan sinérgicamente, pero no existe como individuo o razón. Es una metáfora de la “mente colmena”. En ¿Quieres ser John Malkovich? (Jonze, 1999), por mencionar un punto de contraste, la lucha entre la conciencia y las otras entidades que la desean controlar le inyectan una dimensión casi trágica al actor. En Intensa-mente no hay una voluntad que se contraponga al colectivo formado por las emociones. Sólo parece haber dos personajes cercanos al heroísmo “punk” en Pixar: Carl, el anciano que le dice “jódete” al mundo cuando escapa con todo y casa gracias a unos globos, y Mérida, la protagonista de Valiente que reta a su madre. Brenda Chapman, la directora de Valiente, tuvo una discusión con el “Braintrust” y salió de Pixar. El motivo: la individualidad de Mérida.
El peligro de las secuelas
El discurso de Pixar no define su calidad cinematográfica o capacidad emotiva. Simplemente es una característica ideológica de sus productos. Incluso es probable que la universalidad y eficacia narrativa del estudio sea resultado de esa estructura de valores. Ahora bien, el estudio no se encuentra más allá de cualquier recriminación, como sostienen sus legiones de admiradores. En los últimos meses, Pixar ha aceptado realizar un número significativo de secuelas que no parecen tener mayor sentido que generar dinero (Cars 3, Los Increíbles 2, Toy Story 4, Buscando a Dory). Los miembros de Pixar caminan por una cuerda floja en la que cualquier paso en falso podría redundar en ser devorados por “la bestia”.
Quizá no les alcance para ir “hacia el infinito y más allá”, pero los lances geniales de Intensa-mente son motivo suficiente para creer que el acto de equilibrio se extenderá por varios años más. Nadie, a final de cuentas, quiere ver morir a un niño, por más feo que esté.
*FOTO:40La película Intensa-mente es la producción más reciente de los estudios Pixar/Especial
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