Irasema Terrazas y la lección de “Anastasia”
El musical basado en la vida de la duquesa María Fiódorovna Romanova, presentado en el Teatro Telcel, fusiona la fantasía y los sucesos históricos.
Su éxito se debe al libreto, dice el crítico
POR LÁZARO AZAR
En estos tiempos que pareciera que todo es desechable y que han proliferado infinidad de “hartistas” y farsantes, se añora a aquellos verdaderos artistas que bastaba con mencionar en la cartelera para garantizar el éxito de la taquilla. Lejos estamos de tener figuras como las que evocara Enrique Alonso Cachirulo en Conocencias, sus sabrosísimas memorias donde cuenta que el público se refería a María Conesa lo mismo como “La Gatita Blanca” que como “La Tiple de la Revolución”; a Esperanza Iris como “La Reina de la Opereta” o la “Emperatriz de la Gracia”; o, en tiempos más recientes, a María Antonieta Pons como “El Ciclón del Caribe”. Fueron divas cuya versatilidad se manifestaba por igual sobre un escenario que en el celuloide.
Hará un par de meses, Armando Cuspinera se animó a presentar también sus memorias y las tituló Escenarios de mi vida. En ellas podemos continuar asomándonos a los avatares que de mediados del siglo pasado para acá se han vivido en nuestros escenarios teatrales, así como durante los albores de la televisión mexicana. Quienes tenemos el gozo de platicar con él, sabemos que, aunque omitió algunos de esos chismes que nadie más podría narrar en primera persona, vertió en estas páginas historias y anécdotas que causarán revuelo, como el porqué del exilio de Silvia Pinal a raíz de ciertas truculencias en las que, aunque usted no lo crea, el héroe de dicho entuerto resultó ser posteriormente el muy temido procurador Alejandro Gertz Manero, a quien describe como “un hombre muy educado, de vasta cultura y enorme simpatía”. ¡No cabe duda que los tiempos cambian!
Tristemente, pareciera que cada vez son más escasas esas “bestias escénicas” que lo mismo cantaban, bailaban y actuaban, y no faltan los fatalistas que advierten que dicha extirpe se extinguirá con Silvia Pinal, quien, además, fue una prestigiada productora. No lo creo. Ahí tenemos a Daniela Romo, Bianca Marroquín o Lolita Cortes, pero, hasta ahorita y dentro de mi radar, ninguna con las credenciales que ha consolidado Irasema Terrazas, rara avis que, como artista interdisciplinaria, transita admirablemente por los caminos del canto operístico, la comedia musical, el doblaje, la academia y la actuación.
Si la traigo ahora a colación es porque ante el asueto estival de las orquestas, ha sido el teatro lo que ha llenado estos días mi agenda y, aunque apenas este jueves 3 se levantó oficialmente el telón del Teatro Telcel para recibir la más reciente producción de OCESA, el domingo pasado presencié la función para familiares y amigos de Anastasia, el musical con libreto de Terrence McNally y música de Stephen Flaherty donde esta notable soprano da vida a uno de sus personajes fundamentales: la emperatriz María Fiódorovna Romanova.
Desde niño me atrapó la historia de los Romanov y su infausto destino, y en Anastasia se fusionan afortunadamente la fantasía con hechos reales. Muchos conocen la trama por haber visto la película animada de 1997, pero, como me comentó Flaherty al término de la función, gran parte del éxito de este musical se debe a su libreto y McNally era experto en este tipo de ficciones: baste recordar lo que hizo en torno a María Callas en Masterclass, aquella obra teatral con relevantes escenas musicales en la que también participó Terrazas al lado de Diana Bracho, durante su primera puesta en México.
“Pareciera que cada vez son más escasas esas ‘bestias escénicas’ que lo mismo cantaban, bailaban y actuaban”
En una entrevista reciente, la productora Julieta González recordaba que, cuando OCESA montó El Fantasma de la Ópera hace 25 años, Irasema fue su primera Christine. En este ámbito también ha intervenido en Les Misérables, Peter Pan, Los Piratas de Penzance y El sello Escarlata, pero, en el de la música clásica, su trayectoria ha sido más larga y exitosa. A lo largo de casi siete lustros se ha hecho de un repertorio que incluye más de treinta roles y lo mismo se ha desenvuelto cantando música barroca que contemporánea, ópera, opereta y zarzuela que música de cámara y repertorio sinfónico. Dieciséis discos compactos dan fe de su evolución y versatilidad.
Como dicen que “no hay quinto malo”, recuerdo con especial cariño estos cinco hitos de su trayectoria, que se distingue por su apabullante transversalidad creativa: la Cuarta Sinfonía de Mahler que hizo —a nada de ser madre— al lado de Alondra de la Parra y la Filarmónica de Jalisco; los Liebeslieder Walzer de Brahms que cantó con el cuarteto Arveiros que conformó con Verónica Alexanderson, Óscar de la Torre y Armando Gama; su versión de Ch’io mi scordi di te? Non temer, amato bene, K. 505 de Mozart con la OSSLA y Gordon Campbell en ocasión del premio que le otorgamos en la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música; la desbordada Blanche Dubois que interpretó en el estreno latinoamericano de la ópera de André Previn A Streetcar named Desire, basada en el clásico de Tennessee Williams, y su desgarradora actuación en La voix humane de Cocteau.
Su papel en Anastasia es entrañable, y volviendo a esta puesta, aplaudo el desempeño de Mariana Dávila como la epónima y de sus dos galanes, Javier Manente como Dimitri y Carlos Quezada como Gleb, así como de Gloria Toba, quien está deliciosa en el papel de Lily, la Condesa. Si tuviera que hallarle un “pero” a lo que vi, sería a las pelucas, que me recordaron aquellas que emplearon en aquella puesta de I Puritani de Bellini que protagonizó Javier Camarena en Bellas Artes y eran tan feas que, aunque él se negó a ponerse la suya para la segunda función, parece que le tomó cariño. Por lo demás, resulta ejemplar lo que se puede conseguir con imaginación, disciplina y respeto a la profesión.
¿Por qué digo esto?, porque por evidente que sea la inversión, más aún es lo que puede hacerse con oficio y conocimiento. Fíjense en la escenografía: basta con girar las plataformas sobre las que reposan los arcos para cambiar los ambientes de la trama, y si a ello sumamos lo bien realizadas que están las proyecciones, resulta ejemplar lo que estas logran durante la escena del tren. Del profesionalismo de los músicos y del cuerpo de baile no hay nada que objetar.
Acaba la función y uno sale “bien y de buenas”. Algo que no ocurre ante los estropicios que se han cometido en nombre de la Ópera, en el que debiera ser nuestro máximo escenario, durante esta administración. Lo dije líneas arriba: ¡no cabe duda que los tiempos cambian! Y es tan triste ver cómo el resentimiento populista acabó con el esplendor del Imperio zarista, como ver imponerse una dictadura que se conforma con un 10% de experiencia… que implica algo más que un 90% de ineptitud: un 100% de inmoralidad.
FOTO: Anastasia se estrenó el 3 de agosto en el Teatro Telcel y estará hasta el 29 de octubre. Crédito de imagen: Cortesía OCESA
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