J. M. Coetzee y la filosofía de la infancia
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Al igual que en La infancia de Jesús, anterior libro del Nobel sudafricano, Los días de Jesús en la escuela es una novela sobre el éxodo y las fronteras del lenguaje y la cultura
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POR OMAR CRESPO
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Casi cuatro años han pasado desde que J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) publicó La infancia de Jesús (Debolsillo, 2013). Ahora, bajo el título Los días de Jesús en la escuela (Random House, 2017) el Nobel sudafricano hace la segunda entrega de esta historia en la que construye un relato alegórico sobre la paternidad, la educación y la sociedad.
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A través de la mirada de David, un niño de seis años, Coetzee plantea un cuestionamiento más filosófico y complejo –en comparación con La infancia de Jesús– sobre el mundo y la manera de vivir en él. A veces ético, a veces moral, pero siempre crítico y políticamente implícito, el novelista explora la pasión a partir de la curiosidad innata del hombre durante la infancia. Con apego al sentido de la verdad –característico en la narrativa coetziana–, Los días de Jesús en la escuela representa un universo ficticio y al mismo tiempo paralelo al nuestro, dominado por el Eros y el Tánatos, donde el crimen, la muerte y el miedo también tienen cabida.
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Desde Novilla, David, Simón e Inés han llegado prófugos a la ciudad de Estrella. En este nuevo escenario, que al principio se percibe esperanzador, es donde el relato recrudece y fragmenta la vida de los tres. En esta secuela el autor no traiciona el origen narrado de sus protagonistas en La infancia de Jesús –Simón y David cruzan en océano en un barco hasta arribar a Novilla, sitio donde se les entrega una nueva identidad– y continúa con el insistente anhelo de los personajes por desprenderse del pasado que han ahogado en el mar y del que lo único que conservan es una identidad traspuesta a su realidad.
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Simón e Inés no son los padres de David, sin embargo, han decidido educarlo bajo las normas cívicas de la educación convencional. David, que no hace más que preguntar sobre todo, adjudicarse a sí mismo una inteligencia arrogante y ante los fracasos de Simón e Inés por instruirle con un profesor particular, es inscrito en La Academia de Danza perteneciente al matrimonio Arroyo, la cual ofrece una formación integral de la disciplina dancística con estrecha relación a los números y las estrellas, estimulando la creación de una cosmovisión personal a través de la música, la cual sólo es accesible para los alumnos y profesores e incomprensible para los padres putativos del pequeño.
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El cuestionamiento sobre el amor natural, es decir, el que tendría que dar la consanguinidad y el amor, resultado de la convivencia, es frecuente entre Simón y David. Éste último es incisivo en poner a prueba el cariño de quien funge como su padre ante la impotencia de Simón por no satisfacer la ávida curiosidad del niño con las respuestas que le proporciona a lo largo de la relato.
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—Piénsalo así —dice Simón—. Vamos caminando fatigosamente por el desierto, Inés, tú y yo. Tú me dices que tienes sed y yo te ofrezco un vaso de agua. Pero en vez de bebértela la derramas en la arena. Tú dices que tienes sed de respuestas. “¿Por qué esto?, ¿Por qué aquello?”. Y yo, como soy paciente, y como te quiero, me dedico a darte las respuestas, pero tú te dedicas a derramarlas en la arena. Pero hoy finalmente me he casado de ofrecerte agua…
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Inés se lleva la mano a la boca, consternada. El niño, por su parte, hace una mueca ceñida
Dices que me quieres, pero no me quieres —dice David—. Sólo finges.
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Con este diálogo entre Simón y David y del que Inés es testigo, el autor hace un interesante juicio sobre la familia y la educación.
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¿Hasta qué punto es correcto disipar las dudas de un niño cuando éstas se vuelven incómodas e inoportunas?, es la interrogante a la que el autor enfrenta en mayor medida a Simón, el padre. Al contrario de él, Inés demuestra un vínculo más frío e indiferente hacia David. Pese a ser ella quien representa la figura maternal, Coetzee rompe con el arquetipo de la madre protectora y aunque este desprendimiento no termina por ser definitivo, sí es reconocible.
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Los días de Jesús en la escuela sugiere un análisis de la sociedad en todos sus niveles, desde el individuo hasta cómo éste se comporta en grupo.
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Ana Magdalena Arroyo, profesora de la Academia de Danza, representa la figura de la mujer inalcanzable y deseada. Cuando David ingresa a la Academia, sustituye a Inés por su profesora Ana Magdalena, pues es ella ahora la que le proporciona sabiduría y le enseña cómo llamar a los números a través del baile. Simón también encuentra en Ana Magdalena sabiduría, pero a diferencia del pequeño, ésta le provoca deseo afectivo que a veces se percibe sexual, sobre todo cuando la observa sin ropa en la playa nudista. Para el conserje Dimitri, un tercer hombre, Ana Magdalena es una verdadera Atenea, pues en ella identifica todas las virtudes de una diosa griega a la que venera como tal. Esta fascinación es la que lo empuja a poseerla para después, dominado por una pulsión tanática, asesinarla, evidenciando tres niveles de deseo, primero, uno curioso representado por David; segundo, uno mesurado pero a la vez fantasioso representado por Simón; y tercero, el que obsesiona y mata representado por Dimitri. En los tres, Ana Magdalena es el objeto.
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El éxodo es un tema recurrente en Los días de Jesús en la escuela y en la obra que le precede, pues Simón y David no sólo se mueven entre las barreras geográficas, también han tenido que sortear las adversidades de las fronteras del lenguaje y la cultura. En abril de 2016, J. M. Coetzee visitó la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México. Lazo Briones, director del Departamento de Filosofía de la institución, con respecto a la visita del Nobel, dijo que “Coetzee le contó que su última novela, La infancia de Jesús, comienza justo con un tema de migración y se desarrolla en medio del habla castellana; eso para decir que la visita a México sí le interesaba mucho, pues la historia ocurre en una frontera donde dos migrantes (Simón y David) no saben español y tienen que aprender el idioma para sobrevivir” (EL UNIVERSAL, 1 de abril, 2016).
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En esta historia se identifica la influencia que Dostoievski y la novela psicológica han tenido sobre el escritor sudafricano. Todos los personajes poseen una psique abstracta que no sólo los confronta entre ellos, sino a sí mismos y termina por sumergirlos dentro de sus propias debilidades y temores. Los días de Jesús en la escuela es un interesante ejercicio de análisis poderosamente crítico, casi brechtiano, sobre la sociedad, el hombre y la infancia.
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FOTO: J.M. Coetzee, Los días de Jesús en la escuela, Random House, México, 2017, 256 pp.