Jaque mate, de Opus ballet
POR JUAN HERNÁNDEZ
La compañía Opus Ballet, dirigida por Ricardo Domingo, estrenó la obra Jaque mate en el Teatro de la Ciudad. Si hacemos la analogía entre el ajedrez y el trabajo coreográfico, diríamos que al creador le salió mal la jugada: envió a sus alfiles, caballos, peones, torres y a su reina, al campo de batalla (el escenario), sin una estrategia sólida.
El coreógrafo tomó como punto de partida el tablero del ajedrez, un juego-deporte que implica una agudeza del pensamiento para adelantarse a los movimientos del contrincante, decidir los propios y lograr, finalmente, acorralar al Rey del oponente, en una jugada final: jaque mate.
Ricardo Domingo retomó el formato del tablero de ajedrez para dar sentido a su obra. La trama es simple: una mujer, obsesionada con este juego, se desvela sosteniendo partidas en las que ella mueve las piezas de ambos lados. Una noche se queda dormida y se sueña como la reina en un tablero viviente. El sentido de la dimensión onírica es dar salida a los temores más profundos del personaje.
Esto suena bien y hasta interesante, en palabras; sin embargo, la puesta en escena de la idea del coreógrafo se desarrolló en otro sentido. El montaje evidenció problemas de articulación, es decir que las partes de la composición no lograron embonar en la maquinaria teatral para hacer que el artefacto escénico funcionara.
A los problemas de composición podríamos añadir la poca eficiencia de la iluminación (diseño de Virginia Bravo). Los bailarines hacían sus secuencias prácticamente en penumbra, de tal modo que sus esfuerzos corporales se diluían en la oscuridad; y las breves partes luminosas carecían de matices y de una intención dramática.
En todo caso lo que advertimos fue una débil dirección escénica de Ricardo Domingo, quien debió identificar estas fallas —por demás obvias— y corregirlas antes de exponer su obra al público.
Si a esto sumamos un vestuario —diseñado por Lucy Franco y Ricardo Domingo— poco agradable a la vista, burdo en su diseño y, sobre todo, incómodo para los bailarines, no es de extrañar que el resultado de la jugada coreográfica estuviera muy cerca, desde el inicio, al jaque mate. Trajes en negro y líneas blancas, cubriendo toscamente los cuerpos, demeritaron la expresión y la estética fina de las formas de los bailarines.
La compañía Opus Ballet se fundó en 2009 y desde entonces ha tenido una constante actividad escénica. En el 2010 recibió el apoyo de México en Escena para producir la obra Aqua, y en el 2011 obtuvo la beca del Programa de Coinversiones Culturales otorgada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). En su repertorio tiene obras como: No somos, soy, Cardumen y Ateh, la posibilidad de ser.
No se trata de una compañía amateur. Los bailarines Ana Roca, Yanniré Gaitán, Indra Alzati, Laura Trejo, Arturo Velázquez, Moisés Alcaraz, Paul de Jesús y Óscar Michel, participantes en la coreografía, son profesionales.
La falla, consideramos, está en la concepción de la obra: una idea coreográfica que no profundiza en sus motivaciones, un drama superficial que apenas sirve para encender la llama de un espectáculo que se apaga al instante, y un uso inadecuado de los recursos de la escena, que en nada ayudan a crear un cosmos compositivo trascendente.
El montaje coreográfico transcurrió sin momentos luminosos en el sentido de la expresión sublime de la danza. Los bailarines ejecutaron los movimientos aprendidos, pero no reflexionados y, mucho menos, originados en la entraña. La interpretación apenas alcanzó a cumplir con elementos técnicos básicos.
No obstante lo antes señalado, la existencia de una compañía como Opus Ballet tiene sentido porque es una iniciativa que busca desarrollarse en una línea estética poco explotada en el medio de la danza escénica mexicana actual, en el cual prevalece drásticamente la división entre el ballet y la danza contemporánea.
Se aplaude el esfuerzo del coreógrafo Ricardo Domingo, quien crea obras actuales para bailarines entrenados con la técnica clásica, y explota así la veta que, en otras partes del mundo, es la base de las compañías de mayor relevancia en el quehacer dancístico internacional.
Lo cierto es que este proyecto necesita de recursos de todo tipo. Sobre todo creativos: un coreógrafo con una claridad de pensamiento y capacidad para manejar los elementos compositivos de una puesta en escena (creación de un mundo que se expresa en el instante), bailarines que trabajen no sólo con las extensiones del cuerpo (como deportistas) sino con el alma (para lograr empatía con sus espectadores), diseñadores de vestuario que apoyen la unidad lingüística y potencien dramáticamente a la obra e iluminadores que no obstruyan el trabajo expresivo poniendo luces por aquí y allá sin ton ni son.
En fin, mover los alfiles, torres, caballos, peones y reina con base en una profunda reflexión y evitar así —como ocurre en la obra estrenada por Opus Ballet en el Teatro de la Ciudad el 14 de marzo— un fulminante jaque mate.
Jaque Mate, coreografía de Ricardo Domingo, con la compañía Opus Ballet, música original de Joen Koening, iluminación de Virginia Bravo, escenografía de Carolina Garrido y Ricardo Domingo, y la interpretación de Ana Roca, Yanniré Gaitán, Indra Alzati, Laura Trejo, Arturo Velásquez, Óscar Michel Pérez, Moisés Alcaraz y Paul de Jesús, se estrenó en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, el 14 de marzo.
*Jaque mate tomó como base un tablero de ajedrez / Foto: Diego Bonilla/Secretaría de Cultura de la Ciudad de México