Javier Camarena: El tenor de las óperas imposibles
ALIDA PIÑÓN
Un viaje a Nueva York para regresar al Metropolitan Opera House después de un exitoso debut en 2011 como el Conde Almaviva en El barbero de Sevilla de Rossini. Un vuelo de regreso a México en las próximas diez horas después de una celebrada participación como Elvino en La sonnambula de Bellini. De pronto, una llamada: Juan Diego Flórez, el tenor peruano que cantaría el rol protagónico de La Cenerentola de Rossini, al lado de la soprano norteamericana Joyce DiDonato, está enfermo. Una invitación: reemplazarlo como Don Ramiro en las tres primeras funciones. En la primera, ante la ovación, se piensa en la posibilidad de realizar una hazaña para la siguiente vez.
En la segunda fecha, se inscribe en la historia como el tercer tenor en bisar en el teatro en los últimos 70 años, al repetir, a petición del público y con la anuencia del director Fabio Luisi, el aria “Sì, ritrovarla io giuro” (Sí, juro que la encontraré) del segundo acto. La tercera fecha: repite el fenómeno, dos bises en dos funciones seguidas. Un bautizo: Javier Camarena, “el príncipe de los tenores” nacido en Xalapa, Veracruz, en 1976.
El 26 de abril, un día después de que el tenor bisara en el Metropolitan, la prensa internacional y nacional comenzó a hablar del bis que lo colocaba al lado de Luciano Pavarotti (1994) y del propio Juan Diego Flórez (2008 y 2012). La crítica especializada se deshizo en halagos. La ovación duró alrededor de un minuto; lo usual son máximo unos 30 segundos. Tres días después de aquella noche histórica, el día 28 el mexicano regresó al escenario para ofrecer su última función como Don Ramiro. Los aplausos del público se prolongaron por más de dos minutos. Una locura que provocó el otro bis.
Los días posteriores no hubo medio de comunicación mexicano que no consignara lo sucedido, incluidos programas de televisión dedicados exclusivamente al mundo de los espectáculos y la farándula. De acuerdo con el propio departamento de prensa del Metropolitan, unos ocho mil medios en todo el mundo difundieron la noticia.
A un mes del suceso en el canal de YouTube del Metropolitan el video del aria se ha reproducido poco más de 53 mil veces; sólo videos con más de un año de publicados, con figuras como Anna Netrebko, superan esa cifra de vistas. El aria no sólo se ha reproducido en video, también en aplicaciones como Spotify. El primer disco del artista, Recitales, producido por la disquera mexicana Urtext, ha sido uno de los más vendidos en las últimas semanas. Su éxito se convirtió en un fenómeno pocas veces visto en el mundo de la ópera.
En mayo en Parterre box, uno de los blogs más visitados por la comunidad operística en el mundo, fundado por el crítico neoyorquino James Jorden —quien publica además en el New York Post—, se asignó un premio a lo mejor y lo peor del Metropolitan, y el tenor mexicano, nominado por Elvino y por Don Ramiro, ganó con el 65% de los votos por La Cenerentola.
El éxito de Javier Camarena no es gratuito; es resultado de diez años de trabajo, a partir de que ganó en agosto de 2004 el primer lugar del Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, por su “gran talento, unión de calidad y seguridad en el escenario”. Sin embargo, su caso es realmente inusual. Son pocos los mexicanos que en los últimos años han construido una sólida carrera internacional, como Ramón Vargas y Rolando Villazón y, antes de ellos, Francisco Araiza, maestro de Camarena.
El veracruzano encabeza ahora a una generación de cantantes que poco a poco ganan presencia en el competido y reducido mundo operístico mundial, pero la lista aún es corta; Arturo Chacón-Cruz y María Katzarava son sólo algunos de ellos.
El encantador de públicos
El tenor es, además, un encantador de públicos que gusta hacerse presente entre sus admiradores y ha sabido utilizar las redes sociales para crear puentes con ellos. En Facebook, por ejemplo, suele publicar su día a día, comparte fotografías y videos. Incluso ha logrado hacer popular una frase entre sus seguidores: “¡A darleeee!”, que usa para referirse a que está por ir a un ensayo o una función.
La prensa mexicana, sensible al humor de los artistas, ha seguido puntualmente su carrera y él nunca niega una entrevista. En marzo pasado, en medio de sus ensayos de La sonnambula, le pidió a sus seguidores en Facebook que lo entrevistaran. La publicación generó casi 250 comentarios. Ahí el tenor reveló, por ejemplo, que le encantaría trabajar al lado de Anna Netrebko, otrora gran diva de la ópera, y que su debut en el Palacio de Bellas Artes con La hija del regimiento, su debut en Zúrich con L’italiana in Algeri, su debut en el Met y San Francisco con El barbero de Sevilla, Le comte Ory con Cecilia Bartoli y Rebeca Olvera en Zúrich y el concierto con Claudio Abbado en Salzburgo, eran sus presentaciones más entrañables.
Que le gustan cantantes y grupos que nada tienen que ver con la ópera como Maroon 5, Norah Jones, Elis Regina, que entre sus cantantes favoritos figuran Pedro Infante y Javier Solís, que le gusta bailar salsa, cocinar, pasar tiempo en casa cuando le es posible, jugar con sus hijos, comer sushi. Que es simplemente un tipo normal que cree que cantar es más fácil que ser padre, pero como cantante desea ser parte de la historia de la ópera, convertirse en el primer tenor Camarena. “No el segundo Domingo, ni el sucesor de Pavarotti ni qué la manga del chaleco… Dejar huella en este arte tan complejo sería una buena forma de ser recordado”.
Aunque hoy las actividades del veracruzano son atendidas por las instituciones, la crítica y la prensa mexicanas, antes de su debut en el Met Camarena era, como casi todos los cantantes de su generación que están labrando una trayectoria internacional, prácticamente desconocido salvo en los círculos de especialistas, en parte también porque fue hacia 2006 cuando se marchó del país. Un año después de participar en el taller de la Ópera de Zúrich se convirtió en solista de ese teatro y ahí ha cantado Lindoro en L’italiana in Algeri, Osiride en Mosè in Egitto, Rodrigo en Otelo, el protagonista de Le comte Ory y Almaviva en El barbero de Sevilla, entre muchos otros, con éxitos también en Viena y París.
A mediados de 2011 Camarena, siendo ya una figura en Europa y con la agenda cubierta hasta 2015, se encontraba en México para ofrecer un concierto en la ciudad de Toluca y para vacacionar antes de su debut en el Met. Casualmente acudió al Palacio de Bellas Artes y ahí, ante un comentario sobre su poca presencia en México, las autoridades le ofrecieron un recital en el recinto. El cantante, con ansias de actuar en su país, aceptó, pese a la improvisación. Aquel concierto resultó un gran acontecimiento, se redescubrió el talento del “tenorsasazo”, como lo llamó Rolando Villazón en una entrevista. Desde entonces su presencia en el país ha ido en aumento. El próximo 4 de julio volverá para celebrar diez años de trayectoria con un concierto en Xalapa.
Formación mexicana
El director de orquesta Enrique Patrón de Rueda le aconsejó que hiciera de México su escuela. Y lo hizo. Sus inicios en la música fueron de manera fortuita, en su juventud no tenía la menor intención de dedicarse a la ópera, un género que desconocía por completo. Estudiaba ingeniería, pero desertó y quiso estudiar algún instrumento como la guitarra. El canto no era una opción, excepto para cantar en el coro de la iglesia, en fiestas familiares y para ofrecer serenata.
Camarena entró a la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana y ahí su maestra Cecilia Perfecto lo guió hacia el canto; como parte de sus estudios comenzó a ver grabaciones de óperas y un video de Plácido Domingo en el Met cambió su vida. “¡Yo quiero hacer eso!”, pensó.
Una vez fijado el rumbo, el joven se fue a Guanajuato para continuar con sus estudios, y en 2004, a punto de concluir la carrera, participó en el Morelli y ganó; enseguida se dio su debut en Bellas Artes y poco a poco fue creciendo su presencia en los escenarios nacionales. Hasta que un día le aconsejaron irse del país.
Así lo contó en la revista Pro Ópera: “En México hubo oportunidad de hacer más cosas. Gané el Morelli e hice el Concurso Viñas, y fue ahí donde me encontré a otra gran amiga, Rosa Elvira Sierra, que estaba en el Ópera Studio de Marsella. Me invitó a hacer una audición y me aceptaron, pero en México también se me presentaron oportunidades de trabajo y yo quería crecer más sobre el escenario; decliné la oferta de quedarme en Marsella y regresé a México. Después de La hija del regimiento hice Don Pasquale, El elixir de amor, El rapto en el serrallo y muchísimos conciertos. Y fue entonces cuando Rebeca me dijo que me tenía que ir de México. Ella había estado en Zúrich y me dijo que allá no abundaban voces como la mía y que tendría la oportunidad de hacer algo. En el Concurso Morelli, el que entregó los premios fue el maestro Araiza y yo sabía que él ya tenía una referencia mía. Rebeca me dijo que él era el que estaba dando clases en Zúrich y eso me motivó, por sobre todas las cosas, a irme a Suiza. La idea de ir a trabajar con él fue motivante. Hablé con Raúl Falcó, él me puso en contacto con el maestro Araiza, y él, a su vez, me puso en contacto con los de Zúrich, quienes me aceptaron posteriormente”.
Los orígenes no los olvida; en cada oportunidad que tiene cuenta que su formación es mexicana, aún con algunas deficiencias como que nadie le había dicho que el registro de su voz lo podía llevar a ser un tenor belcantista como ahora se le identifica, aunque no desea encasillarse en un repertorio específico.
Hoy, su retrato cuelga en las paredes del Met, la crítica neoyorquina le llama el “tenor de las óperas imposibles” y “príncipe entre tenores”. En The Huffington Post se escribió que Camarena es sencillamente el tenor joven “más emocionante en la actualidad” y que está “en el camino de convertirse en la próxima súper estrella de la ópera mundial”.
Ve la actuación de Camarena en la Ópera Metropolitana de Nueva York:
https://www.youtube.com/watch?v=aNASLUVNobY
*Fotografía: Camarena durante un ensayo de “El barbero de Sevilla”, presentada en el Palacio de Bellas Artes en octubre de 2012./ARCHIVO EL UNIVERSAL
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