“Los escritores somos aves carroñeras”
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Javier Cercas, Premio Planeta 2019, regresa a la novela policiaca con Independencia, una obra implacable que se nutre del conflicto separatista de Cataluña
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POR MATÍAS NÉSPOLO
Locuaz y cercano como de costumbre, parece el mismo de siempre, pero no lo es. Esta nueva versión de Javier Cercas (Cáceres, 1962), con una ristra de premios más larga que la barba de un profeta, ya no se dedica a la autoficción que lo catapultó hace un par de décadas con Soldados de Salamina. Ni siquiera a ese híbrido entre ensayo y novela sin ficción que fue su definitiva consagración con Anatomía de un instante, sobre el fallido intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Ahora Cercas escribe novela policial. Y no sólo eso, sino que parece empeñado en convertirse en una suerte de James Ellroy español, porque las suyas son violentas y descarnadas, al más puro estilo hard-boiled.
Lo que comenzó con el Premio Planeta España 2019 por Terra Alta, que muchos interpretaron como un guiño al popular galardón, iba en serio. Porque el agente de los Mossos d’Esquadra (policía autonómica catalana) Melchor Marín regresa en la nueva Independencia (Tusquets, 2021) para descargar toda su brutalidad contra la corrupta casta de poderosos que mueven los hilos en Cataluña y extorsionan a la alcaldesa de Barcelona con un video sexual. Es más, dice que ya tiene una tercera entrega acabada, gracias a los confinamientos de la pandemia que, “si no hubiese sido una catástrofe colectiva, sería una bendición personal”, se sincera.
Desde hace años Cercas se ha posicionado como una de las voces críticas más virulentas e implacables sobre el conflicto catalán, contra el llamado “proceso independentista”. Y la ficción que escribe ahora no escapa de eso, al contrario. Desde su título la novela destila un tono bronco y contundente en cada página.
Creo que usted está cabreado…
Sí, muy cabreado. Intento ser sobre este asunto una persona razonable, pero no soy un ángel. Y desde 2017 llevo dentro de mí mucha furia, dolor, cabreo… Es la parte maldita que llamaba Georges Bataille y la literatura es el lugar donde darle salida, abrir la jaula y sacar la bestia que llevamos dentro. El lugar del mal. Mire, cuando publique El monarca de las sombras me di cuenta de que había cerrado un ciclo. Era la contracara de Soldados de Salamina, la novela sobre un demonio familiar, el héroe franquista de mi familia, del que siempre había querido escribir. Si seguía por ahí, corría el peor riesgo de un escritor: convertirse en imitador de sí mismo. La furia también viene de allí, de mi necesidad de reinventarme, pero la desencadenó lo que ocurrió en 2017 [el referéndum de autodeterminación, la represión policial, la fallida declaración de independencia…], un shock que aún no hemos asimilado. Josep Fontana, el patriarca de los historiadores catalanes independentistas, decía que este país estaba en un clima de preguerra civil y yo estoy de acuerdo. Este ciclo de novelas no trata directamente de esto, pero ese es su carburante.
¿Qué se le perdió en la novela negra?
Borges decía que todas las novelas eran policíacas, yo creo que mis anteriores también lo eran. Eso lo explico en un librito que se llama El punto ciego. Con Terra Alta en el mundillo decían que escribía una novela de policías para ganar el Planeta, pero ahora se va viendo la realidad. Yo no fui a buscar la novela policíaca, en las primeras versiones Melchor Marín no era policía, era un tipo lleno de dolor y de furia. Eso surgió por azar, cuando me di cuenta de que era el mosso que abatió a los terroristas islamistas el 19 de agosto de 2017, cuya identidad desconocemos. Y entonces entendí que el tema global de la serie era el deseo de venganza y el sentido de la justicia. Es verdad que este ciclo tiene un aire más policíaco que mis novelas anteriores, pero en la tercera entrega ya no lo será tanto, porque Melchor Marín deja la policía.
¿Se hace bibliotecario?
Exacto, eso se ve venir… Pero déjeme decirle una cosa: quien cree que en literatura existen géneros mayores y menores es porque no sabe qué es la literatura. Existen formas mayores o menores de usar los géneros y sólo hay dos tipos de novelas: las buenas y las malas.
De acuerdo, no fue a buscar el género, pero algo encontró allí…
Sí, he descubierto un territorio nuevo. Los escritores nos alimentamos de todo lo malo, somos aves carroñeras. Y en mis relatos reales ya no podía meter toda esta furia. He descubierto la ficción pura: narrar en presente, el uso de una tercera persona distanciada, porque desde Soldados… hasta El monarca… siempre narraba en una primera muy próxima, incluso a veces se llamaba Javier Cercas. Y también el uso de un futuro inmediato, todo eso me da una libertad extraordinaria.
¿Por qué la novela se ambienta en 2025?
Es anecdótico, me di cuenta de que la primera novela trascurría cuatro años después del atentado de 2017 y ésta, otros cuatro años más tarde. Y esto me sirve, porque me da mayor libertad. No conozco ninguna novela ambientada en un futuro inmediato en el que no han cambiado muchas cosas, no es una distopía.
Le pregunto porque para entonces Cataluña no es una república independiente…
Ni de broma, porque ni siquiera España lo es. Tiene una moneda llamada euro. Titulé Independencia para que me lo pregunten.
Lo hago.
Es la historia de un tipo que busca la independencia personal de manera equivocada. Arrímate a los buenos, le decía su padre, y él se arrima a los que tienen la sartén por el mango. Estamos hablando de las mismas élites económicas y políticas enquistadas en el poder que operan con absoluto cinismo y desvergüenza aquí y en Latinoamérica. ¿Y qué hacen con él? Lo mismo que en Argentina y en cualquier parte, lo utilizan para sus fines perversos y luego se deshacen de él como papel higiénico. Y eso es también lo que vienen haciendo las élites aquí desde 2012 sacando la gente a la calle.
Otro personaje dice que el millón de personas que siguen movilizadas son idiotas…
Bueno, luego lo matiza. En 2012 pasamos una crisis brutal y las élites lo aprovecharon. La gente estaba muy enfadada con razón, existían los indignados, y al cabo de poco tiempo estaban indignados con Madrid. Había un clientelismo tremendo y le ofrecieron una utopía disponible: crearemos un país maravilloso, seremos la Dinamarca del sur y nos libraremos de los españoles. Esto no es una opinión, es un hecho. Te lo cuentan los mismos que ahora reconocen el error, porque ya no pueden controlarlo. No digo que las élites inventaran el proceso independentista, pero sí que le pusieron nombre y contribuyeron decisivamente a crearlo, disponían de dinero y de los medios de comunicación. Igual que Hitler no inventó la movilización, había una serie de elementos. Y las élites alemanas decidieron apoyar al de la camisa parda para frenar a los comunistas, hasta que perdieron el control.
La alcaldesa de su novela es cínica, manipuladora, maquiavélica… ¿Qué le ha hecho Ada Colau [alcaldesa de Barcelona]?
Que el personaje Virginia Olivier sea Ada Colau lo dice usted [risas]. El lector la identifica porque no ha habido otra alcaldesa, porque también viene de los movimientos sociales y evoluciona de izquierda a derecha, pero no es ella. No tenía a Colau en la cabeza al componer el personaje. Más bien sería una sucesora de Colau. Necesitaba a una mujer porque el tema de la serie también es la violencia sobre las mujeres. Es verdad que esta alcaldesa es una mala bestia, pero también es una víctima.
¿Le da miedo el futuro de Cataluña?
Miedo no, tristeza. No soy para nada optimista. Los números económicos son muy claros, la decadencia es un hecho, ya estamos por debajo de Madrid. La gente está muy enfadada y ya no quiere volver a casa, porque les han contado toneladas de mentiras que se han creído. Y las élites están muy asustadas. Siento tristeza y tengo la certeza de que esto no va a acabar bien.
FOTO: La relevancia de Javier Cercas en la literatura en lengua española se dio por su experimentación en los géneros narrativos, una apuesta que concretó en Soldados de Salamina (2001)./ Archivo EL UNIVERSAL
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