Javier Sicilia a través del espejo
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El deshabitado, de Javier Sicilia, explora una definición del género de la novela, donde el autor se asume como personaje central, y a partir de la pérdida de su hijo expresa su “yo íntimo universal” que ha nacido del dolor
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POR ETHEL KRAUZE
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La realidad encuentra a la literatura, y la literatura es el testimonio de la realidad. Desde esta doble revelación, la novela El deshabitado de Javier Sicilia (Grijalbo), y mi novela El país de las mandrágoras (Alfaguara) se vuelve el doble espejo que pregunta y se responde, emitiendo un eco hacia las profundidades de la conciencia del lector. Especialmente del lector de hoy, el lector que vive en carne propia lo que en las páginas queda tatuado de forma indeleble. Se cumplen seis años del origen de una Ley de Víctimas en nuestro país y justo ahora la literatura los recoge en dos novelas casi simultáneas en su reciente aparición.
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La novela de Sicilia entra de lleno en este género que se define como literatura sin ficción. El autor se asume como tal, y el hombre se convierte en personaje, para que la expresión literaria cobre su total dimensión, es decir, la dimensión de una realidad universal. No es pues, una autobiografía en el sentido tradicional de la palabra, es una novela, con toda la estructura, composición y complejidad que entraña el género; la diferencia aquí es que el autor aclara, de antemano, que lo que ahí se expresa le ha ocurrido a él mismo como hombre, en su propio país, en el curso de los seis años que han pasado desde que asesinaron a su hijo en medio de la inverosímil violencia, cada día en aumento.
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El estadunidense Truman Capote es uno de los pioneros en asumir una literatura “no ficción”, cuando publica A sangre fría, la novela donde da cuenta de un asesinato cometido por dos hermanos a quienes él entrevistó. Sin embargo, es con la francesa Annie Ernaux, cuando esta modalidad cobra un nuevo giro: la literatura “sin ficción” de corte autobiográfico. En La escritura como cuchillo, una conversación con el poeta francés Frédéric-Yves Jeannet, la autora explica por qué publica tanto sus diarios íntimos, como las novelas que de ellos surgen, ya que son dos formas legítimamente literarias de expresar un yo universal. Es decir, lo literario está en quien escribe, en el “ojo” que lleva a la pluma hacia las palabras.
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Finalmente, Philippe Lejeune nos explica que entre autor y lector existe algo llamado “pacto autobiográfico”, en el cual ambos acuerdan que lo que está escrito es “real”. Esto implica que toda obra contiene un pacto entre autor y lector, ese pacto no es otra cosa que una suerte de guiño, estilo, o “epígrafe” como cuando en las películas hay un letrero al principio, o al final, según el impacto que se pretenda provocar en el espectador, con la leyenda: “basada en una historia real”. Lo real y lo ficticio, son, pues, dos caras de un mismo fenómeno literario, cuyo propósito ulterior es develar, revelar, desnudar las profundas verdades de la condición humana.
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El deshabitado es uno de estos instrumentos. Escrita en un trenzado de dos tiempos, que se alternan capítulo a capítulo, nos presenta el itinerario de un hombre, un poeta, un padre, transitando por los caminos del estupor, el horror, la lucha, el cansancio, el vacío, la esperanza, y aún, la necesidad imperiosa de poner por escrito su experiencia, y hacerlo como reza su vocación: en una obra literaria.
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El primer “tiempo” va del momento del asesinato, el surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, hasta el retiro en Francia. El segundo “tiempo” inicia en Francia, la búsqueda interior, las explicaciones, las iluminaciones, hasta el regreso a México. Dos círculos que se entrecruzan a lo largo de la trama, con una destreza milimétrica, justa, para la intelección emocional (¿se puede usar esta especie de oxímoron?) del fenómeno que narra.
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El uso de la tercera persona para hablar de Javier Sicilia o del poeta como personaje, desdoblándose del autor, es un acierto más que una osadía: es el resultado de un oficio largamente trabajado con el conocimiento de las herramientas literarias para narrar.
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El deshabitado significa el auténtico “revenant”, el que ha ido al infierno y regresa como sin vida, según se explica en la novela. Pero yo sólo veo presencia en este hermoso libro, presencias constantes que acompañan aun en los más aciagos momentos. Hay una luz que está detrás de la oscuridad, como dice San Juan, “más cierta que la luz de la alborada” en la Noche Oscura. Una luz que no se ve, pero se presiente, ahí está el hijo del poeta, acompañando a los pobres que se han quedado de este lado de la vida.
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Y ahí, mi novela viene a poner palabras a los que están acompañándonos desde ese otro lado, y a consolarnos. En El país de las mandrágoras, una profesora de español recoge las voces que surgen de la tierra como raíces que van devorando al país, son los muchachos muertos que nos hablan a través de los pájaros, del agua que corre y se depositan en palabras por todas partes. Palabras que nos responden las terribles preguntas: “¿qué estaba pensando mi hijo cuando supo que estaba a punto de morir?” “¿qué sentía?” “¿me perdonará por no haber estado con él?” “¿me perdonaré algún día?” “¿es posible seguir viviendo en un país así?”
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Esta novela nació en mí el 28 de marzo de 2011. Me negaba a escribirla. Pero las voces de los muchachos me persiguieron hasta que tuve que rendirme y hacerles los honores como se merecen, con lo que estaba a mi alcance. Es una ofrenda a El deshabitado, a todos los hombres y mujeres que han quedado rotos por la imbecilidad y la locura de las sociedades actuales. De una o de otra forma, todos estamos heridos y es tiempo de llorar juntos, y la literatura también sirve para esto.
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Pero El deshabitado, contrario a lo que podría pensarse, no es una novela de oscuridad. Parte de la oscuridad, y transita hacia la luz presentida. Es una novela de iniciación a una nueva manera de contemplar la fe y la esperanza. La vida. Una novela de vida. En mi respuesta, El país de las mandrágoras es la vida que no termina, que no termina nunca. Pese a todo…
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FOTO: El deshabitado, Javier Sicilia, México, Grijalbo, 2016, 528 pp.
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