Jesucristo en la literatura: protagonista de un calvario

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La figura de Jesús ha suscitado un sinfín de lecturas más allá de Los Evangelios, en un afán de comprender su importancia fuera del ámbito religioso

 

POR DANIEL GIGENA
Los Evangelios, y en especial los últimos días de la vida de Cristo, desde la entrada triunfal en Jerusalén, montando un pacífico burro, hasta el vía crucis, la muerte y la resurrección, exceden el marco de la religión cristiana y forman parte de la cultura universal. A lo largo del tiempo, y sin dejar de cuestionar la historia oficial, destacados escritores recrearon en clave literaria su vida y sus enseñanzas. “Por debajo de la herencia cultural debe haber una herencia psicológica en común; si no fuera así, toda forma de cultura e imaginación que no estuviera dentro de nuestras propias tradiciones no sería comprensible”, postulaba el crítico literario canadiense Northrop Frye. ¿Cómo se representa a Jesús en la literatura contemporánea?

 

“¿De qué puede servirme que aquel hombre / haya sufrido, si yo sufro ahora?”, se interroga el poema “Cristo en la cruz”, de Jorge Luis Borges. Estos versos de Los conjurados se agregan a una larga serie de escritos en los que el autor argentino reflexionó sobre un héroe religioso, mitológico y también literario: Jesús de Nazaret. Del relato filosófico “Tres versiones de Judas” —donde se especula que Jesús podría ser Judas o que este es un factor clave para su ambicioso plan de salvación universal— al cuento “El Evangelio según Marcos”, en el que se parodia la crucifixión en una estancia bonaerense y se equipara a Jesús con otro judío perseguido (el filósofo Baruch Spinoza), Borges humaniza la figura del Redentor. “Tiene que haber sido un hombre extraordinario —dijo sobre Jesucristo—. Al mismo tiempo, si una persona cree que es Hijo de Dios, si confiesa opiniones tan extraordinarias como esa, no sé hasta dónde podemos juzgarlo. Indudablemente es una de las personas más raras y admirables con que ha contado el mundo”. En la colección Biblioteca Personal, Borges había seleccionado Los Evangelios Apócrifos, que presentan a un Jesús más humano, sensual y temperamental, a diferencia del bíblico.

 

En Historia de Cristo, el italiano Giovanni Papini (otro autor elegido por Borges para su Biblioteca Personal), presenta a un personaje diferente del que fue consagrado por la Iglesia y por los relatos devotos, que el autor califica de “marchitos y rancios”. En ese libro de 1921, uno de los mayores éxitos del escritor (que de detestar la creencia cristiana se transformó en un vehemente apologista), Cristo rebosa de vitalidad y se perfila como un activo oponente de los poderosos. Papini también analiza en capítulos breves episodios y escenarios de la vida de Cristo: su nacimiento en un establo, los tres reyes magos, los apóstoles, las parábolas, la sinagoga de Cafarnaúm, la montaña donde dio el sermón y los milagros. “Vivimos en la era cristiana —escribe Papini—. Y esta no ha terminado. Para comprender este mundo nuestro y nuestra vida, para comprendernos a nosotros mismos, hay que referirse a él. Cada edad debe volver a escribir su Evangelio”.

 

En la novela histórica Rey Jesús (1946), el británico Robert Graves reinterpreta a Jesús como un personaje histórico que, por filiación materna, hubiera podido ascender al trono de Israel. Narrada desde el punto de vista de un hombre que pertenece a una secta judeocristiana (los ebionitas), la ficción de Graves presenta a Jesús como un mago, un sabio y un asceta judío que proclama un orden civil y sagrado que amenazaba a las elites de su época. “De las muchas hazañas de Jesús, no fue esta la menos fabulosa: aunque sus ejecutores certificaron su muerte después de una crucifixión normal, y lo pusieron en una tumba, volvió dos días después al lado de sus amigos galileos de Jerusalén y los convenció de que no era un espectro; luego dijo adiós y desapareció de modo igualmente misterioso. El Rey Jesús (porque tenía derecho a ser así llamado) es ahora adorado como un dios por una secta conocida como los cristianos gentiles”, afirma Agabo el Decapolitano, narrador de Rey Jesús. Para Graves, el cristianismo pregonado por el apóstol Pablo (al que juzga de engreído e inescrupuloso) es una distorsión del mensaje de Jesús. En Nazarene Gospel Restored, Graves y el investigador Joshua Podro destacan el legado de las tradiciones judía y griega en Los Evangelios.

 

El portugués José Saramago también eligió a Jesús como héroe de su célebre novela El Evangelio según Jesucristo, al centrarse en los años de infancia y juventud del Hijo de Dios. En esta historia alternativa, Jesús presencia el martirio de su padre terrenal (José), se convierte en aprendiz de un misterioso personaje, debate ásperamente con Dios en el desierto y convive con María Magdalena. Al momento de la publicación, en 1991, el Premio Nobel de Literatura 1998 fue considerado un “blasfemo” en Portugal y en otros países católicos, a pesar de que había señalado que su novela era una relectura de Los Evangelios, que comienza con la dramática escena de la crucifixión: “En este lugar, al que llaman Gólgota, muchos son los que tuvieron el mismo destino fatal, y otros muchos lo tendrán luego, pero este hombre, desnudo, clavado de pies y manos en una cruz, hijo de José y María, Jesús de nombre, es el único a quien el futuro concederá el honor de la mayúscula inicial, los otros no pasarán nunca de crucificados menores”.

 

En La última tentación de Cristo, de 1951, el griego Nikos Kazantzakis retoma la escena de la Pasión e imagina un intento de evasión del sufrimiento de Jesús por medio de una fantasía que le permite ser tentado, finalmente, por Satanás y vivir una vida de hombre (el autor también lo une a María Magdalena). “Todo hombre es un hombre-dios, carne y espíritu —escribe el autor en el prólogo de la novela—. Por ello, el misterio de Cristo no es sólo el misterio de un culto particular, sino que también alcanza a todos los hombres. En cada uno estalla la lucha entre Dios y el hombre, inseparable de su deseo ansioso de reconciliación”. Tras la publicación, la Iglesia Ortodoxa Griega excomulgó al escritor, uno de los más destacados de su país. Y la historia de censura se repitió cuando, en 1988, Martin Scorsese estrenó su adaptación al cine con guion de Paul Schrader y con Willem Dafoe como Jesús, Harvey Keitel como Judas, Barbara Hershey como María Magdalena y David Bowie como Poncio Pilato. La proyección de la película estuvo prohibida durante años en Turquía, Perú, México, Chile y la Argentina. En Estados Unidos hubo protestas de grupos católicos durante el estreno y, en Francia, grupos de católicos integristas incendiaron cines.

 

Otro italiano, el escritor y pintor Carlo Levi, publicó en 1945 el relato autobiográfico Cristo se detuvo en Éboli, donde narra su destierro en el sur de Italia a causa de su militancia antifascista. En este texto, que fue llevado al cine por Francesco Rosi en 1979, el protagonista llega a Lucania y de a poco descubre una cosmogonía diferente de la suya, en la que no solo Cristo, sino también el Estado, el progreso y la tecnología “se detuvieron” en la frontera lucana. Para Levi, se trata de “la experiencia entera que aquel joven (que tal vez fuese yo) iba viviendo le revelaba en la realidad no sólo un país desconocido, lenguajes, trabajos, fatigas, dolores, miserias y costumbres desconocidos, no solo animales y magia, problemas antiguos no resueltos y una fuerza contra el poder, sino también la alteridad presente, la infinita contemporaneidad, la existencia como coexistencia, el individuo como centro de todas las relaciones y un mundo inmóvil de posibilidades infinitas”. El libro de Levi, que describe un “cristianismo sin Cristo”, fue elogiado por autores como Jean-Paul Sartre, Italo Calvino y, en la Argentina, Enrique Pezzoni.

 

En Sed, novela de 2022 de la belga Amélie Nothomb, se narran las horas previas a la crucifixión y muerte de Jesús, en las que este siente temor y dudas, su vida a través de flashbacks y la Resurrección. En las páginas de la novela aparecen, con el humor provocativo y la ternura reflexiva de la prosa nothombiana, Poncio Pilatos, los apóstoles, María Magdalena, los milagros, el significado de la muerte, e incluso los momentos en que Jesús interpela —como pasa en el Nuevo Testamento— a su estricto Padre. Así razona el Jesucristo de Nothomb en las primeras páginas de Sed: “Siempre supe que me condenarían a muerte. La ventaja de esta certeza es que pude centrar mi atención en lo que la merece: los detalles. Creía que mi juicio sería una parodia de justicia. Y efectivamente lo fue, aunque no del modo que había creído. En lugar del trámite apresurado y formal que había imaginado, sacaron la artillería pesada. El fiscal no dejó nada al azar. Uno tras otro, los testigos de cargo fueron desfilando. No di crédito cuando vi llegar a los recién casados de Caná, los beneficiarios de mi primer milagro”.

 

FOTO: La representación del Calvario de Jesús en Iztapalapa. Crédito de foto: Hugo Salvador /El Universal

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