Jill Magid: el diamante y el discurso
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Una supuesta “historia de amor” es el eje conceptual de la polémica exposición Jill Magid” “Una carta siempre llega a su destino”, que se exhibirá en el MUAC hasta el 8 de octubre de este año
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POR ANTONIO ESPINOZA
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Pregunta: ¿es una obra de arte el diamante de 2.02 quilates que concibió la artista norteamericana Jill Magid y que fue realizado con 525 gramos de cenizas mortuorias del ilustre arquitecto mexicano Luis Barragán? Respuesta: sí. De acuerdo con los parámetros que se manejan en la actualidad para otorgar a algo la categoría de obra de arte, no hay duda alguna: el diamante en cuestión, que ha sido tan debatido en el medio cultural en estos días, es una obra de arte. Aquí viene al caso recordar la teoría institucional de George Dickie. Por un lado, para que algo sea arte es preciso que ingrese en el “mundo del arte” y entre los distintos sistemas que conforman ese mundo se encuentra el museo como instancia legitimadora. Por el otro, para ser público de arte, es necesario que el que observa tenga conciencia de que eso que se le enfrenta es una obra de arte (The Art Circle, New York, Haven Publications, 1984).
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Se puede citar a otros autores (Walter Benjamin, Marcel Duchamp, Andy Warhol) que participaron en la desmitificación de la obra de arte, pero no hace falta. Basta señalar que la misma práctica artística contemporánea desborda cualquier intento de poner límites estéticos e ideológicos al concepto de obra de arte. Este tipo de consideraciones estuvieron ausentes en la reciente polémica desatada por el diamante que provocó indignación en un sector importante de la academia y la intelectualidad. Por eso, ahora que se inauguró la exposición que incluye la pieza en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, es necesario incorporar al debate la cuestión estética de todo el conjunto. Creo que para emitir un juicio objetivo (si esto es posible) sobre la muestra de Jill Magid es conveniente pensar al margen de las implicaciones éticas, morales y legales, que han sido ampliamente difundidas en los medios. No con el ánimo de ignorarlas, sino con la idea de asumir una postura más libre y desprejuiciada sobre el asunto. La polémica sigue y seguramente seguirá, pero es mejor acercarse a la exhibición con la cabeza fría.
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La exposición Jill Magid: “Una carta siempre llega a su destino”. Los archivos Barragán abrió sus puertas con un total de 41 obras que nos permiten visualizar en conjunto la propuesta de la artista nacida en Bridgeport, Connecticut, en 1973. La muestra se centra en las obras que Magid ha producido como parte de la investigación que inició en el año 2013 sobre el legado del arquitecto jalisciense Luis Barragán (1902-1988). Como es bien sabido, el archivo personal del arquitecto permanece en México, en la Casa Luis Barragán, un museo que es Patrimonio Cultural de la UNESCO. En cambio, el archivo profesional, incluyendo los derechos de su nombre y su obra y las fotografías de la misma, fue comprado en 1995 por Rolf Fehlbaum, presidente de la empresa suiza de muebles Vitra, supuestamente como un regalo de bodas a su entonces novia, Federica Zanco.
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Esta “historia de amor” se convirtió finalmente en el eje del discurso conceptual de Jill Magid. Como a la artista le fue negado el acceso al archivo profesional de la Barragan Foundation, invitó a su directora, Federica Zanco, a colaborar con ella en una exposición basada en el legado de Luis Barragán en Nueva York. Zanco se negó y advirtió a la artista contra la reproducción de cualquier contenido del archivo. Pero esta negativa sólo vino a enriquecer el proyecto de Magid, un proyecto a largo plazo, que ha pasado por distintas etapas y que ha puesto en escena temas fundamentales como los derechos de autor, la mercantilización de los archivos, el patrimonio cultural y la propiedad intelectual.
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La exposición del MUAC nos permite ver cómo ha ido evolucionando el proyecto de Jill Magid. En palabras de la artista, la muestra es un “espacio narrativo” que describe claramente su proceso. Lo es, sin duda, a diferencia de otras documentaciones conceptualistas que se distinguen por su hermetismo. El desarrollo ideacional de Magid empieza consigo misma: Autorretrato pendiente es una obra ya concebida pero que se concretará hasta su muerte. Sucede que en 2005 la artista firmó un contrato con una empresa para ser convertida en diamante cuando muera: una joya de un quilate que será elaborada con el carbono de sus restos cremados y montado en un anillo de oro. De esta manera, la autora norteamericana correrá la misma suerte de Barragán: se convertirá en una obra de arte.
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El autorretrato mortuorio del futuro nos introduce muy bien a la exposición. La primera parte del proyecto, “Mujer con sombrero”, es una serie de obras que invitan a reflexionar sobre la ley y los derechos de autor en relación al legado de un artista que es propiedad de una corporación. La autora centra su mirada en diversos objetos (esculturas, fotografías, libros, muebles) que pertenecieron al arquitecto para intervenirlos y transformarlos, evitando reproducir copias protegidas. Aquí el intercambio epistolar entre Magid y Zanco aparece parcialmente bloqueado en un gesto irónico. Una carta precisamente que Zanco escribió a Magid, además de un intercambio bibliográfico entre ambas, es el origen de “Cuarteto”, una escala en el proceso que evidencia un acercamiento empático. En esta línea optimista se encuentra “Homenaje”, que concluye la primera etapa del discurso conceptual de Magid y que propone una postura amable respecto de los derechos de propiedad intelectual y la posibilidad de compartirlos, poniendo en relieve la relación entre el pintor y teórico alemán Josef Albers, la diseñadora cubano-mexicana Clara Porset y Barragán.
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La segunda parte del discurso conceptual de Jill Magid se llama “La propuesta”. Con el apoyo de un grupo de familiares de Luis Barragán, la artista le hizo una propuesta a Federica Zanco: devolver el archivo a México a cambio de un diamante de dos quilates creado con los restos cremados del cuerpo del arquitecto y colocado en un anillo. Fue una suerte de contrapropuesta a la oferta matrimonial de Fehlbaum a Zanco, y con la clara intención de que los dos archivos del arquitecto mexicano se volvieran a reunir. Finalmente, Ex-Voto, una serie de cuatro caballos de estaño pintados (en conjunto llamados “milagros”) que conmemoran a la familia Barragán, al gobierno de Jalisco (por su apoyo en la exhumación de los restos), al caballo de plata que Magid introdujo en la urna del arquitecto (equivalente en peso a los 525 gramos de las cenizas que retiró) y al famoso diamante. Un quinto caballo será creado si Zanco acepta el diamante y el archivo de Barragán regresa a México. En la muestra del MUAC hay un pedestal solitario en espera del final feliz.
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FOTO: Hombro a hombro miraban los libros como si fueran un doble espejo, viendo la cara del otro así como la propia, 2013, obra que incluye títulos que formaron parte de la biblioteca de Luis Barragán./Alejandra Leyva