Joachim Trier y el aprovechamiento vital

Mar 19 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 15750 Views • No hay comentarios en Joachim Trier y el aprovechamiento vital

 

Julie se encuentra en medio de un caos existencial y amoroso, y piensa que la aparición de una nueva persona le ayudará a mejorar su perspectiva

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En La peor persona del mundo (Verdens verste mennske, Noruega-Francia-Suecia-Dinamarca, 2021), jubiloso opus 5 del estilista dinástico noruego de 48 años Joachim Trier (Volver a vivir-Reprise 06, Más allá de las bombas 15, La maldición de Thelma 17), con guion suyo y de Eskil Vogt, la linda flaquita oslense a punto de la crisis de la treintena Julie (Renate Reinsve arrolladora) ha logrado desde su juventud, con apoyo de su protectora madre y de su patético padre ceroalaizquierda, botar carreras de medicina y psicología y fotografía, ejercer su sexualidad, cebar un innato talento literario provocador feminista (defendiendo el derecho a gozar con un miembro que se erecte poco a poco bajo el exclusivo estímulo femenino), y acabar trabajando como dependienta en una librería y cohabitando con el célebre historietista satírico de 44 años Aksel (Anders Danielsen Lie) que vive concentrado en las transgresoras hazañas de cierto gato antiburgués Gaupe de su invención, y aunque enamoradísima de su galán alentador, la monstruosamente indecisa Julie no sabe si desea procrear el hijo por él ansiado, pero al colarse en una boda privada conoce al irresistible dependiente de cafetería Eivind (Herbert Nordrun), de inmediato conecta sensorialmente con él, aun sin atreverse a concretar algo que sea realmente sexual (conformándose con sucedáneos como verse mutua y desglamourizadamente orinar) porque ambos están comprometidos en otras relaciones, hasta que al volver a verse la autorreprimida infidelidad de la nueva pareja estalla deteniendo el espaciotiempo del mundo entero, Julie rompe con el buen Aksel y Eivind con su esposa activista por la reivindicación del pueblo originario lapón Sunniva (Maria Grazia Di Meo), los amantes viven felices juntos por un intenso período y, sin embargo, la indecisa mujer vuelve a darse a la fuga poco antes de descubrirse embarazada, acercase de nuevo a Aksel ahora moribundo por un fulminante cáncer de páncreas, quedar desecha, abortar de modo natural bajo la ducha y quedar otra vez disponible para abandonarse a su peculiar idea heterodoxa y paradójicamente desperdiciadora de un aprovechamiento vital.

 

El aprovechamiento vital se compone con alegría y por todo lo alto de doce capítulos (más un prólogo y un epílogo) muy distintos entre ellos que, aparte de servir al avance y al desarrollo del fino, ligero, humorístico y delicioso relato casi etéreo, funcionan como aventuras y dimensiones humanas de la protagonista incomparable Julie, siempre ella misma y siempre vertiginosamente distinta en cada una de sus salidas quijotescas hacia la ultrapermisiva, superavanzada y sin embargo ferozmente rígida sociedad noruega, trátese del repelente fin de semana lacustre con los amigos de frustrante vida prefijada llena de hijos (“Los otros”), de la deserción ante el éxito ajeno para volver a vibrar con una experiencia erotizadamente lúdica (“Infidelidad”), de la catastrófica visita a los viejos padres (“Nuestra familia”), del cortón en seco al amante de actitudes mutables previas al supercogidón del adiós (“Mal momento”), o de la efímera incursión francamente irresponsable en el mundo psicodélico (“El circo narcisista de Julie”), por ejemplos edificantes/antiedificantes.

 

El aprovechamiento vital abre además virtuosísticamente su estructura a una especie de brillante collage de invenciones expresivas y formales que incluyen el espaciotiempo congelado por algún ilusorio rayo paralizador al primitivo estilo vanguardista de París que duerme (Clair 24) para que la pareja cruce las calles y puentes de Oslo como un páramo abismal de figuras estáticas que permiten agenciar la obscena caricia-gag entre una parejita romántica, la vertiginosa genealogía sarcástica de madres solteras en añorantes fotofijas que se remontan al siglo XVIII escandinavas para preceder el informulable designio fecundador de la heroína, el onirismo excentricista de un viaje sensorial con hongos alucinantes que remite a un semidesconocido clásico genial más letón soviético que hollywoodense como El misterio del tercer piso (Ingster 40), o detalles como la triste mano del examante moribundo discreta y compasivamente retirada de su caricia carnal en un seno por la atribulada visitante, todo ello gracias a la vivacidad de una sofisticadísima fotografía en apariencia cotidiana de Kasper Tuxen, a la celeridad de una edición a rajatabla de Olivier Bugge Coutté y a una música lírica de la compositora Ola Flotten cediendo de continuo su lugar a un popurrí de exitosas baladas puntuales.

 

El aprovechamiento vital plantea desde su título programático el problema y el enigma de quién es la peor persona del mundo, aquél que se declara y casi proclama tal como el pobrediablo conformista servidor de café ab aeternum Eivind al confesarse indigno de la heroína, o ésta misma, cuya índole desubicada picatodo e inasible desde la crucial adolescencia desestabiliza a cualquiera que a ella se acerque amorosa o cohabitadoramente, vehiculando una suerte de ensayo psicosociológico a la vez que filosófico y satírico sobre los temas de la desubicación existencial y la vulnerabilidad inabarcable, al estilo Gracián o Cocteau o Fromm, sus manifestaciones diversas y extremas, sus estados alterados, su omiso arte de la prudencia, su dificultad de ser, su falta de miedo a la libertad, la aceptación franca de sus daños propios y los colaterales, en suma, su ensimismada alienación alienadora.

 

Y el aprovechamiento vital cierra su elegante retrato de ese adorable y desbordante personaje femenino fuera de mesura con una última visión paradójica, permitiéndole asumir con cubrebocas pandémico su antigua vocación de fotógrafa, sumergiéndola en la autoconsciencia del cine dentro del cine durante un rodaje, confrontándola con una bella actriz que es la nueva galana de su inolvidable desechado Eivind ya cargando al fin su bebé tan deseado, y dejándola a solas, tierna presa de su amoral e indeterminada libertad indefinible.

 

 

FOTO: Herbert Nordrun acompañado de Renate Reinsve, ganadora del Premio del Festival de Cannes a la mejor actriz en su edición 2021/ Crédito de foto: Especial

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