Hollywood contra Jodorowsky

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POR MAURICIO MATAMOROS DURÁN

 

 

La industria del cine se encuentra llena de sueños y pesadillas. Como suele suceder en el registro de la historia, sólo los sueños son los que terminan siendo protagonistas.

 

Jodorowsky’s Dune (2013), documental de Frank Pavich, bien podría ser la historia de una de estas pesadillas, tal vez lo sea… aunque la energía de los artistas detrás de este relato impide que se trate de una historia de fracaso, pues la entereza autoral e ideológica que demuestran transformó el proyecto malogrado en el catalizador de las historias más originales del cine y de otros medios.

 

Jodorowsky’s Dune es la historia de un proyecto extraordinario que no se concretó, la del libro indescifrable que provocó y la de la posible transformación que catalizó en el cine de fantasía hollywoodense.

 

Pavich no cuenta una historia desconocida. La historia del esfuerzo malogrado de Jodorowsky para adaptar la saga Dune, de Frank Herbert, se ha relatado desde hace cuatro décadas casi como una mezcla de historia aleccionadora y cuento de hadas entre los conocedores de la obra de Jodorowsky y del cine de ciencia ficción. Pero sucede que para una gran cantidad de espectadores y amantes de la ciencia ficción se trataba de un episodio desconocido de nuestra historia, lo cual no deja de sorprender.

 

En 1975, Alexandro Jodorowsky ya no era un enfant-terrible a los 46 años de edad; es decir, era prácticamente la versión de Aleister Crowley en el arte, era una “Gran Bestia” que, a cada golpe de obra que realizaba en teatro o cine, escandalizaba y generaba controversia, odio y admiración. Para entonces, ya contaba con infinidad de escándalos teatrales (como La Ópera del orden que sólo duró una función en el Teatro de los Músicos, pues fue censurada y clausurada el mismo día de su estreno) y tres filmes que le causaron toda clase de amistades y enemistades: Fando y Lis (1967), El Topo (1969) y The Holy Mountain (1972), todas realizadas y conspiradas en México (a pesar de que la última contó ya con el dinero de Allen Klein, manager de Rolling Stones y John Lennon).

 

En ese trance, Jodorowsky recibe la invitación del entonces joven productor francés Michel Seydoux para realizar el filme que se le antoje y, tras un sueño premonitorio, decide comprar los derechos para adaptar el clásico de la ciencia ficción Dune.

 

Aunque Jodorowsky venía de las tablas teatrales, en el cine había encontrado la suma de todas las artes y el medio más poderoso para generar cambios en el público. Sus tres filmes hasta el momento eran variaciones de un mismo tema: viajes iniciáticos. En el camino del arte, encontró el misticismo, y fue así que el siguiente paso fue llevarlo al arte. Con esa consigna comenzó a trabajar en Dune, con la idea de crear un “filme profeta”, y para ello buscaría artistas que ofrecieran algo nuevo al cine y cuyo trabajo funcionara como el de un apóstol, como el de un samurái, haciendo del filme, así, una especie de evangelio.

 

Durante dos años de trabajo, entre 1974 y 1975, Jodorowsky recorrió tres continentes en busca de los artistas, los técnicos y los escenarios que formarían su filme. El primer samurái que reclutó fue el gran historietista francés Jean Giraud “Moebius”, a quien encargó diseños de personajes y, sobre todo, la realización de un caprichoso storyboard que guardó celosa y detalladamente la forma entera del guión y las imágenes que minuciosamente dictó Jodorowsky.

 

Jodorowsky juntó al equipo más extraordinario del que se tenga memoria en el cine: Orson Welles y Salvador Dalí para interpretar a emperadores estrambóticos de otros mundos; Dalí le presentó al realizador a H. R. Giger, pintor suizo cuyas pesadillas en el óleo le darían forma al oscuro imperio Harkonnen, y al que se unirían para el resto de diseños, el pintor inglés Chris Foss y el especialista en efectos Dan O’Bannon; para la música tendría a las bandas Pink Floyd y Magma, y el filme podría durar entre 5 y 12 horas.

 

Con ese equipo agendado y el libro extraordinario bajo el brazo, Jodorowsky y Seydoux visitaron productores en Hollywood para reunir los últimos 5 millones que les faltaban de los 15 que necesitaban para concretar el proyecto.

 

Cada productor quedó encantado, y cada productor se negó a colaborar. La historia, tal vez, podría ser contada de manera distinta por los productores, pero para los protagonistas se trató de una especie de complot. Tras este fracaso surgieron películas como Star Wars y Alien que presentaron elementos formales y dramáticos del proyecto (en el primer caso) o, bien, se llevaron el equipo creativo reunido por el realizador (en el segundo caso).

 

Hoy, esta historia finalmente ha sido presentada al mundo y ha comenzado a generar nuevas epifanías: el realizador Nicolas Winding Refn (Drive) está interesado en realizar este guión o llevar al cine Le Incal (la historieta de culto de Jodorowsky y Moebius, resultado del fracaso de Dune); Seydoux produjo el más reciente filme de Jodorowsky: La Danza de la Realidad, y están por comenzar la realización de su continuación; y el filme ha ido transitando por festivales su mensaje. Ha podido verse durante algunas fechas en México como parte del festival de Documental Ambulante (aparentemente distribuida por Disney quien, curiosamente, se negó a producir Dune hace 40 años), puede verse como parte de la oferta de cine digital del portal Cinepolisklic.com y pronto se ofrecerá igualmente como parte de las películas on demand de algunos servicios de TV por cable.

 

Al final de la versión de Jodorowsky, toda la población de Dune sería una con el planeta: “Soy Dune”. Hoy día, como Brontis Jodorowsky plantea en el documental, “Soy Dune” parece escucharse a través de gran parte del cine y del cómic de Ciencia Ficción.

 

 

 

*Para la producción frustrada de Dune, Jodorowsky contaba con la participación de Orson Welles y Salvador Dalí / Foto: Especial.

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