José Sanchís piensa a Chéjov

Sep 5 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 4719 Views • No hay comentarios en José Sanchís piensa a Chéjov

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

“Eramos tres hermanas” —variación de la obra original “Las tres hermanas”, del ruso Antón Chéjov (1860-1904)—, del dramaturgo español José Sanchís Sinisterra (Valencia, 1940), es uno de los montajes más enigmáticos de la escena mexicana en años recientes.

 

Dirigida por el propio Sanchís Sinisterra, con Marta Aura (Irina), Ana Ofelia Murguía (Olga) y Martha Verduzco (Masha), actrices mexicanas entrañables, la obra se estrenó en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” de la Ciudad de México, producida por la Compañía Nacional de Teatro.

 

El dramaturgo, director y docente español realiza la relectura de “Las tres hermanas”, de Chéjov, y a través de su deconstrucción hace una versión que complejiza aún más la obra del autor ruso, para potenciarla a través de un recurso psíquico de extraordinaria fuerza dramática: la memoria. La memoria en su acepción clásica y mítica: Mnemósine.

 

Sanchís Sinisterra ofrece una obra que se vive a través de la memoria, en el sentido también planteado por Michel Focault de re-elaboración de algo que ya no está. Crea un meta relato, una realidad alterna —alejada de la lógica de lo cotidiano pero no por ello menos contundente o quizá aún más—, que sucede en un tiempo y un espacio paralelos, en los que la idea de realidad es eclipsada por el concepto de po-si-bi-li-dad.

 

Quizá por eso aquella atmósfera, en apariencia alejada de nuestra geografía (la obra original de Chéjov está situada en el área rural rusa), la historia y los personajes de la obra no nos resulten ajenos. De algún modo hay una activación de la memoria colectiva, a través de la cual el espectador se conecta con aquello que parece ser el paisaje del alma de la humanidad.

 

Las hermanas son las mismas de la obra de Chéjov: Irina, Olga y Masha, sólo que en esta puesta en escena corresponden a una evocación. Existen en un lugar y en un tiempo que proponen el enigma. En ese espacio-tiempo han quedado atrapadas en la exasperación, el hastío y el desencanto.

 

Antón Chéjov y José Sanchís hacen que estas tres hermanas adquieran una dimensión simbólica mayúscula; representan la aspiración irrealizable de la felicidad universal y ratifican la naturaleza trágica de la condición humana.

 

En “Éramos tres hermanas” se vuelven a hacer las preguntas de todos los tiempos, aquellas que ocuparon a los filósofos de la antigüedad y aún a los de la contemporaneidad: ¿Para qué vivimos?, ¿por qué el dolor humano?, ¿existe la felicidad?, ¿Cuál es el sentido de la existencia?

 

La vida, dice una de las hermanas, es dura, aún así hay que vivirla, existe el temor a la muerte y no se quiere morir. La obra de Sanchís expresa esa gran paradoja. ¿Los personajes son fantasmas, recuerdos, evocaciones atrapadas en la memoria de la humanidad? O ¿es la humanidad la que está atrapada en esas evocaciones que recuerdan la tramposa espera de la realización luminosa de la felicidad? Otra vez las preguntas. Ni a Chéjov, ni a Sanchís, les interesa dar respuestas.

 

El director español consigue una puesta perturbadora: en escena vemos los vestigios de una casa que parece haber sufrido el paso del tiempo, el abandono. Las raíces de los árboles trepan por los muros agrietados y humedecidos, la puerta ya no está en su lugar. Dentro de ese espacio los personajes viven y dialogan. Se trata de uno de los experimentos de Sánchís en relación a las muchas posibilidades de diálogo existentes. No es una obra en donde un personaje se dirige al otro y este le responde. La respuesta puede venir de un tercer personaje, o de un cuarto que no está presente, de una evocación y, a veces, del silencio.
Sanchís Sinisterra reflexiona y pone en marcha, en esta puesta en escena, asuntos que le importan sobre el hacer teatral, las formas dramáticas y la construcción no tradicional de personajes. Lo interesante es que estas búsquedas y formas de abordar el drama están a los ojos de todos.

 

El transcurso de la trama puede ser detenida para poner en jaque la línea entre la ficción y lo que asumimos como real. La ficción, aquí, no está separado de lo que ocurre en el resto del mundo. El concepto de realidad es cuestionado y el espectador es involucrado en la creación de una meta realidad, resultado del fenómeno escénico.

 

Las dificultades técnicas y de sonorización de un teatro como el “Esperanza Iris”, construido para otro tipo de espectáculos, no impidió disfrutar a tres actrices mexicanas, con gran flexibilidad en su registro histriónico: Marta Aura, Ana Ofelia Murguía y Martha Verduzco quienes, ejemplares, asumieron el riesgo que significa la idea de tres personajes que, en conjunto, son la expresión de un paraje simbólico, un monstruo de tres cabezas, mítico, cuya función en escena es presentar la naturaleza trágica de lo humano.

 

 

*FOTO: “Éramos tres hermanas”, variación de José Sanchís Sinisterra, sobre la obra “Las tres hermanas”, de Chéjov, con Marta Aura, Ana Ofelia Murguía y Martha Verduzco, producción de la Compañía Nacional de Teatro, se presentó en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, del 3 al 6 de septiembre (este domingo a las 18 horas), y estará en temporada en la Sala Héctor Mendoza (Francisco Sosa 159, Barrio de Santa Catarina), del 12 al 27 de septiembre, jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18:00. (Entrada libre)/Antonio Nava/Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

 

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