Kenneth Branagh y la conflagración entrañable

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Buddy, un niño de nueve años, será testigo del exterminio de católicos a manos de pandilleros protestantes, conflicto que llevará a su familia a pensar en el éxodo

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Belfast (RU-Irlanda del Norte, 2021), destemplado film 21 del actor-director norirlandés exshakespeariano vuelto maduro autor total multigenérico de 61 años Kenneth Branagh (Enrique V 89, Tanto para nada 93, Thor 11), con memorialista histórico guion propio intempestivamente autobiográfico, el rubicundo chavito norirlandés de nueve años Buddy (Jude Hill lívido) ve de pronto (exacto el 15 de agosto de 1969) transformarse las idílicas bocacalles futboleras de su barrio de Belfast en campos de batalla para el depurador exterminio de vecinos católicos bajo la acción de pandilleros protestantes como él pero enarbolando antorchas inquisitoriales, y luego convertirse en rúas tomadas por barricadas defensivas que resguardan fanáticos separatistas como el explosivo golpeador incontrolable Billy Clanton (Colin Morgan), mientras el buen Buddy para siempre intimidado se refugia en el erizado regazo de su amorosa Ma perpetuamente preocupada (Caitriona Balfe), en la intermitente fortaleza de su abnegado Pa ensamblador (Jamie Dornan) que debe laborar en Inglaterra y se esfuerza por permanecer apolítico omnipermisivo, en la cálida compañía de su hermano adolecente Will (Lewis McAskie), en el disyuntivo terror teológico que inspira el pastor luterano en tremebundo big close-up (Turlough Convery), en la ternura omnicomprensiva que le comunican su Abuelo exminero retórico en declamatorio tono ínfimo (Ciarán Hinds) y su desconfiada ultradevota e ignorantaza Abuela (Judi Dench), en la precoz fascinación que ejerce sobre su incipiente despertar erótico infantil la linda compañerita inabordable de la clase Catherine (Olive Tenunant), en la perversa influencia angelical de vecina púber con trenzas de manubrio Moira (La McDonnell) que lo orilla al inepto robo de chocolates en la confitería del irascible tendero perseguidor Mr. Singh (Sid Sagar), hasta que la intervención de las policías y las tropas imperiales inglesas agravan aún más el enconado conflicto sordo clasista-religioso norirlandés, provocando indeseables enfrentamientos que han de repercutir en el último rincón del país y, tras otro bárbaro ataque violento, el dirigente protestante Billy es detenido jurando vengarse de su enemigo Pa, y toda la familia debe ceder a la tentación de emigrar en pos del espejismo de tener un jardín futbolero en el enemigo dominante Londres, cortando dolorosamente con sus raíces regionales, como irremisible e irresoluta consecuencia última de esa conflagración entrañable.

 

La conflagración entrañable coloca el imponente poderío removedor de su remembranza autoficcional en la confluencia fílmica de la universal Roma de Alfonso Cuarón (18) y del localista tríptico ya británico compuesto por Voces secretas aún vivas/El día largo termina/La Biblia de neón de Terence Davies (88/92/95), tomando de la obra del transitorio memorialista mexicano su doliente afectividad positiva casi secreta y su fotogenia neoirrealista en blanco/negro como el color de los sentimientos volcados y detenidos en el tiempo, aunque la virtuosística fotografía giratoria abismal del griego Haris Zambarloukos en perpetua dialéctica vértigo stasis parecería romper superespectacularmente con cualquier recogimiento íntimo, y tomando de la trilogía proletaria del inglés su impulso de un color local desmesuradamente lírico (ese regusto de los cantos corales norirlandeses, esa inflamada sapiencia regional popular del abuelo microfilósofo y de la adorable abuela retrorreligiosa) y su constante quiebre de secuencias, por la audaz edición de Úna Ni Dahongaíle y por el remusicalizado popurrí de baladas rock as de Van Morrison, hacia un florilegio de planos únicos que sin nada en medio van del detalle goteante hasta la opulencia visual todoabarcadora.

 

La conflagración entrañable se prodiga en una insigne narración en ardua lucha cerrada contra lo insignificante y tremendamente viñeteada, con viñetas de lujo y viñetas púdicas, con grúas monumentales para vuelcos de 360 grados varias veces multiplicados en torno a ese Buddy atónitamente socavado ante el horror del ataque para caminar longitudinalmente entre desastres de un extremo a otro de la calle-pantalla o al sesgo por las salidas de las barricadas, viñetas de profunda confidencialidad tranquilizante con el sereno abuelo a punto de ser internado en un hospital hasta su plácida muerte elíptica, en suma, viñetas que son enérgicas embestidas infatigables cual indómitas acometidas de un cuarteto o una sinfonía del inglés Robert Simpson o un concierto para saxofón u órgano del irlandés John Buckley, combinando por partes iguales la pesada densidad de las imágenes plomizo-resplandecientes con una movilidad ágil casi etérea.

 

La conflagración entrañable establece un curioso paralelo futbolero con la reciente autobiografía frenética del napolitano Paolo Sorrentino Fue la mano de Dios (21), aunque más conceptuosamente Brannagh prefiere referir su irreprimible vocación fílmica a los delirios imaginativos que le alimentaba el cine en cine-novela infantil, recurriendo a una habilidosa y bien dosificada serie de contrapuntos entre los actos de Buddy y de su familia muégano norilandesa con el heroísmo solitario ante el peligro de Gary Cooper más su riña conyugal con Grace Kelly en A la hora señalada (Zinnemann 52), aunados a la necesidad de escribir la leyenda del hombre que mató a Liberty Valance/Lee Marvin y no la verdad desnuda de Un tiro en la noche (Ford 62) y a la creencia en un auto en salvadora máquina con alas (esa sí por excepción en regios colores) de Chitty Chitty Bang Bang (Hughes 68), porque el drama de la migración lo desborda todo como una escalada materioespiritual que va del deslizamiento de los folletos turísticos de Vancouver o Sidney, hasta el absurdo abrazo aferrado de Buddy a un paquete de cereal obtenido en un feroz saqueo.

 

Y la conflagración entrañable termina abandonando a solas a la Abuela viuda anonadada bajo la esperanza de un retorno imposible.

 

FOTO: Belfast cuenta ya con diversas nominaciones al Oscar, entre ellas a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original/ Crédito de foto: Especial

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