“La Bella y la Bestia”: una versión conservadora

Abr 8 • Escenarios, Miradas • 4046 Views • No hay comentarios en “La Bella y la Bestia”: una versión conservadora

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La sobriedad con la que esta coreografía buscó alejarse de las visiones edulcoradas de los cuentos de hadas resultó en demérito para la expresión corporal de los bailarines 

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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La versión de La Bella y la Bestia, del coreógrafo Thierry Malandain, con música de Piotr Ilich Tchaikovsky, escenografía y vestuario de Jorge Gallardo, con el Malandain Ballet de Biarritz, presentada el jueves en el contexto del Festival del Centro Histórico 2017, en el Palacio de Bellas Artes, es un ballet que aspira a ser contemporáneo al renunciar a la ilustración dancística del cuento de hadas edulcorado, pero adolece de una incongruencia: apegarse a la esencia del canon del ballet tradicional decimonónico.

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El coreógrafo Thierry Malandain, a quien se le conocen alrededor de 80 ballets, se concentra en el lenguaje del cuerpo, en el que busca la perfección técnica y cierta libertad interpretativa. Esto sería una cualidad si se acompañara de una visión artística contraria a los clichés del cuento —cuya primera versión publicada fue la de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque la más conocida sea la de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, de 1756—, para ofrecer una propuesta escénica arriesgada, con una lectura actual de la historia y de los personajes.

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La Bella y la Bestia ha sido llevada en varias ocasiones al cine, una de ellas con la dirección de Jean Cocteau, en 1945, hasta la película de Bill Condon, con la actriz Emma Watson (sí, la de Harry Potter) y el actor Dan Stevens, un éxito de taquilla, estrenada en marzo de este año.

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Malandain dejó pasar la oportunidad de ofrecer una nueva lectura del cuento, cuya historia es ampliamente conocida: la de una joven que, por sus cualidades físicas es llamada “Bella”, quien además posee una alma noble. La hermosa mujer debe vivir en un castillo habitado por “La Bestia”, para que su padre, quien ha robado una rosa para obsequiársela a su hija, sea liberado.

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Bella” ofrece su amistad a “La Bestia”, pero no su amor. Sin embargo, tras un permiso que la joven recibe para ir a visitar a su padre enfermo, al volver encuentra a “La Bestia” agonizante de tristeza por la ausencia de su amada y ella lo revive con un beso, con el cual rompe el hechizo: “La Bestia” se convierte en un apuesto príncipe. Y vivieron felices por siempre.

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Si bien es cierto que el coreógrafo Thierry Malandain (Le Petit-Quevilly, Francia, 1959), se propone hacer una obra sobria, en la cual evita la decoración ilustrativa de las versiones conocidas del cuento de hadas, para explorar, a través del cuerpo de los bailarines, las cualidades bondadosas del alma, representadas en “Bella”, así como la sinuosa naturaleza de los instintos más oscuros en la animalidad de “La Bestia”, estos no son llevados hasta sus últimas consecuencias para desvelar el misterio de la condición humana.

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La limitante de la propuesta escénica se debe al apego del coreógrafo al canon del ballet tradicional; pues no obstante que se permite algunas licencias estilísticas, vuelve una y otra vez a las secuencias de movimiento pertenecientes al molde de los ballets románticos decimonónicos, con lo cual hace de su obra una muy conservadora expresión tanto de lo que el alma humana puede ser y expresar, como de la animalidad de la naturaleza del hombre, con sus demonios y deseos más oscuros. Esa animalidad mítica que los griegos representaron en la monstruosidad del Minotauro, encerrado en el laberinto.

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La Bella y la Bestia, con el Malandain Ballet Biarritz, resulta una propuesta superficial, anclada a lo formal, con la ejecución técnica de corrección plausible de los bailarines, quienes, sin embargo, no gozan de la profundidad interpretativa para explorar las pasiones humanas.

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La obra se pierde en la sobriedad de su estructura, en una ejecución esquemática, con trucos escénicos que permiten cierta magia espacial, un vestuario dorado y un código de movimiento inspirado en la cadencia de los equinos para tratar de figurar la bestialidad indomable de la naturaleza humana.

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El ballet se subsume a la música de Tchaikovsky, que marca la pauta de las secuencias y de los movimientos, lenguajes que no confluyen en la objetivación escénica, que dé unidad a la endeble estructura del montaje coreográfico.

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La de Malandain no es el cuento de hadas edulcorado y tampoco una propuesta arriesgada que lleve hasta sus últimas consecuencias la exploración de las pasiones humanas e insertarse con elocuencia en el presente e integrar a los espectadores en el supremo fenómeno de la creación artística.

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FOTO: La Bella y la Bestia, coreografía de Thierry Malandain, música de Tchaikovsky, escenografía y vestuario de Jorge Gallardo, iluminación de Francis Mannaert, con los bailarines del Malandain Ballet Biarritz, se escenificó en el marco del Festival del Centro Histórico 217, en el Palacio de Bellas Artes, el 6 de abril./ Fausto Jijón Quelal/Cortesía Festival del Centro Histórico

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