La creación del mundo según los mayas

Abr 23 • Reflexiones • 11147 Views • No hay comentarios en La creación del mundo según los mayas

 

El Popol Vuh es la narración sagrada creada por el pueblo quiché, y en su interior guarda la tradición oral anterior a la conquista. Hoy podemos conocer la riqueza mitológica de esta sociedad gracias a la transcripción realizada por Francisco Ximénez, monje dominico, aunque su gran parecido con ciertos pasajes de la Biblia desata dudas sobre si el misionero respetó la integridad de este manuscrito

 

POR RAÚL ROJAS
Los mayas fueron la única cultura en la América indígena que llegó a contar con un sistema de escritura avanzado. Tan desarrollado, de hecho, que les permitió cincelar sus mitos y leyendas en estelas de piedra, plasmarlas en cerámica o murales, o bien consignarlas en libros confeccionados con delgadas hojas de corteza de árbol, los llamados códices. Pocos ejemplos de esa incipiente literatura mesoamericana sobrevivieron a la destrucción en la hoguera, producto del fanatismo religioso de los clérigos españoles. Sin embargo, el Popol Vuh, la narración sagrada de los mayas quiché, pudo ser salvada del olvido. Antes de la conquista, las leyendas mayas se transmitían sobre todo de manera oral, algunas tenían siglos de existencia. Después de la conquista, quizás en 1550, el Popol Vuh fue preservado utilizando el alfabeto latino. Aparentemente los autores de la transcripción fueron nobles mayas del área cultural quiché, donde hoy se encuentra Santa Cruz, en Guatemala.

 

Popol Vuh quiere decir “Libro de la comunidad” o bien “Libro del consejo”. Existe una única versión que fue copiada del manuscrito original en quiché por el monje dominico Francisco Ximénez, alrededor de 1701-1703. El fraile dispuso el texto en dos columnas, una para la traducción al español y la otra para la versión en quiché. A la larga, sólo la copia de Ximénez sobrevivió y el original que tuvo a la mano se ha perdido. Hay que apuntar, sin embargo, que, dado que el contenido del Popol Vuh representa tradición oral, las leyendas que relata constituyen capítulos o “representaciones” que bien se podrían haber articulado de manera independiente. Por eso el Popol Vuh no tiene una organización lineal, con un comienzo y una trama cronológicamente consistente. Parece un compendio de historias interrelacionadas: en el ejemplar que sobrevivió, el texto relata acontecimientos que son resultado de lo que se relata después (lo que se llama analepsias o retrospección). Es posible que si el Popol Vuh hubiera sido transcrito por otro grupo de nobles mayas la organización del texto hubiera sido distinta.

 

El Popol Vuh ha llamado tanto la atención porque es alucinante: es un recorrido por la mitología maya, que en cuanto a fantasía y complejidad podría rivalizar con las de la antigüedad clásica. El libro nos explica cómo fue creado el mundo, que dioses intervinieron y cómo surgieron los humanos, en un cuarto intento que resultó exitoso, después de tres ensayos fallidos. Desde aquel entonces, los “hombres del maíz” poblarían el mundo. O sea, nosotros.

 

El manuscrito original del Popol Vuh no estaba subdividido en libros o capítulos, consistía simplemente en una larga narración y aún se discute si el texto representa la cristalización de alguna representación oral particular. En 1861, el etnógrafo francés Brasseur de Bourbourg propuso la subdivisión del texto utilizada hoy en día, que consiste en seccionarlo en cinco partes. En la primera se explica que el Popol Vuh relata enseñanzas ya prohibidas y que han debido ocultarse durante la nueva época del cristianismo para evitar su pérdida. Hoy sabemos que el intento prosperó: en 1972 el Popol Vuh fue declarado el libro nacional de Guatemala. Yo iría más lejos: es el libro nacional y orgullo de Mesoamérica.

 

La historia de la creación que relata la primera parte es una especie de Génesis maya. No había hombres, ni animales, “solo había el mar en calma y la bóveda del cielo”. Los dioses deciden que con la alborada deberá ser creado el hombre. Esos dioses son, entre otros, Tzakól, el creador, Bitól, el que da forma y la serpiente emplumada Gucumatz (el nombre en quiché de Kukulkán). Y así sucede. Dijeron juntos “que se haga la luz” y así fue. Dijeron “tierra” y surgieron las montañas, que se cubrieron inmediatamente de plantas y árboles. Después crearon a los animales del bosque, los “ciervos, pumas, jaguares, pájaros y serpientes”. A cada uno le asignaron su lugar en la tierra y les ordenaron: “¡invoquen nuestro nombre para venerarnos!”, pero los animales no podían hablar y por eso los dioses deciden formar a los primeros hombres, de tierra y barro, mientras que los animales son condenados a servirles de alimento en el futuro. Pero los hombres de barro resultaron ser débiles y “hablaban, sin entendimiento”. El agua los disolvió y de esa manera fracaso el segundo intento de crear seres que pudieran reverenciar a los dioses. Sigue una tercera tentativa, que consistió en crear hombres de madera, pero también estos resultaron imperfectos: “No había nada en sus corazones ni en sus mentes… no tenían sangre, sudor, ni grasa”. A la larga se convirtieron en los monos del bosque.

 

Ese es el comienzo del texto, pero la parte central del Popol Vuh narra las hazañas de los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, quienes tras absolver muchos retos consiguen vencer a los dioses de Xibalbá, el inframundo maya. Al hacerlo, logran que se despejen las tinieblas del mundo y los dos ascienden al cielo, uno para convertirse en el sol y el otro en la luna. Ese es el eje de la cosmogonía maya como está descrita en el Popol Vuh: la incesante lucha entre el bien y el mal, entre las tinieblas y la luz, entrelazando muy diversos mitos.

 

El libro tercero narra como nacieron los héroes gemelos. Su padre Uno Hunahpú y su tío Siete Hunahpú pasaban el tiempo ocupados con el juego de la pelota. Los dioses del inframundo escuchaban el estruendo incesante que provocaban sobre ellos y los convocaron a jugar en Xibalbá. Aquellos dioses eran temibles: en el inframundo regían el dios de los forúnculos, el de la ictericia, el de los esqueletos, el de la muerte violenta, el de la sangre, de la suciedad, etc. Era una verdadera cofradía del mal.

 

Pero la invitación a Xibalbá era un truco: a Uno Hunahpú y a Siete Hunahpú los alojaron en un cuarto cerrado y les entregaron una antorcha y un cigarro, ambos encendidos. Debían regresarlos intactos al día siguiente, bajo pena de muerte. No lo lograron y fueron sacrificados. Sus cuerpos fueron enterrados, pero la cabeza de Uno Hunahpú fue ensartada en un árbol de calabaza. Un día la doncella Luna de Sangre (Ixquic) fue a contemplar aquel árbol por curiosidad. El cráneo descarnado de Uno Hunahpú la interpeló y además le escupió en las manos. Con eso, la doncella quedó embarazada y dio a luz a los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, quienes posteriormente no sólo vengarán a padre y tío, derrotando a los dioses de Xibalbá, sino que los harán resucitar, como ellos mismos podrán hacer, incluso varias veces.

 

Llegado a este punto son obvios los puntos de contacto de algunas partes del Popol Vuh con la Biblia. La narración de la creación del mundo comienza con la separación del agua y el cielo. La creación misma ocurre cuando los dioses pronuncian las palabras adecuadas que hacen surgir a la luz, los animales y las plantas. Los gemelos heroicos, los que van realmente a liberar a la humanidad del reinado de los malos dioses, son concebidos por una doncella sin pecado, como en la Biblia. Eso ha provocado que se discuta si la única versión existente del Popol Vuh podría haber sido “contaminada” con ciertos motivos de la religión cristiana, o si el padre Ximénez modificó partes de la historia por cuenta propia. Nunca lo sabremos. También el motivo bíblico de la resurrección, es decir, de la permeabilidad entre los ámbitos normalmente excluyentes de la vida y la muerte, juega un papel fundamental en todo el Popol Vuh.

 

Retomemos la narración: Hunahpú e Ixbalanqué vivieron con su madre hasta el momento en que alcanzaron la edad necesaria para emprender el mismo viaje que su padre y tío antes de ellos. Descienden a Xibalbá, donde los dioses los retan a jugar con la pelota. Pero los gemelos no cometen los errores de sus antecesores. Mandan a un mosquito por delante que pincha a los dioses del inframundo, uno por uno. Logra que se quejen y que los otros dioses mencionen sus nombres. El mosquito les revela esa información a los héroes gemelos, quienes llegando a Xibalbá, pueden nombrar y señalar a cada dios, sin dejarse engañar por maniquís de madera. Alojados en el cuarto oscuro, apagan la antorcha y el cigarro, y sustituyen su luz por la de libélulas. Al día siguiente no se han consumido y los pueden devolver intactos. Después de un día jugando con la pelota, los héroes deben ofrendarles flores a los dioses. Las hormigas se encargan de recolectarlas para ellos, mientras que, alojados en el cuarto de las dagas, los gemelos las convencen para que no los ataquen. Y así sucesivamente: sobreviven a la casa llena de jaguares y a la casa en llamas, pero en la casa de los murciélagos a Hunahpú le cortan la cabeza. Ixbalanqué lo remedia ajustándole una calabaza al cuerpo de Hunahpú, quien así puede continuar jugando a la pelota. Al día siguiente la pelota misma es la cabeza cercenada de Hunahpú. No importa: después de derrotar a los dioses de Xibalbá, la cabeza regresa a sus hombros. Al final, los héroes gemelos perecen al lanzarse de cabeza en un horno, pero cuando sus huesos molidos son llevados al río, los dos resucitan. Disfrazados como vagabundos comienzan a realizar diversos milagros públicos, entre ellos el de la resurrección. Esto llega a los oídos de los dioses de Xibalbá, quienes los convocan de nuevo al inframundo. Maravillados por la forma en que los vagabundos pueden morir y resucitar de inmediato, piden ser ejecutados para pasar por la experiencia. Entonces los héroes gemelos ejecutan a los dioses de Xibalbá, pero sin devolverlos a la vida. Así, una vez vencido el mal en Xibalbá “los dos ascendieron… derecho hacia el cielo. El sol es uno de ellos y la luna el otro. Se hizo la luz en el cielo, sobre la faz de la tierra, y ahí estaban en el cielo”.

 

No es la única proeza de los héroes gemelos. El segundo libro del Popol Vuh relata como pudieron derrotar a los dioses impostores Siete Guacamayo, Zipacná y Cabrakán, este último el dios de los temblores. A Siete Guacamayo, que se hacía pasar por el sol y luna del inframundo, le rompen la quijada con una cerbatana. A Zipacná lo engañan para que cave una fosa, en la que morirá al caerle encima un árbol. Al dios de los temblores lo envenenan. De esa manera los “falsos dioses” son eliminados del mundo.

 

Claro que uno de los puntos culminantes del Popol Vuh es la creación de los humanos. El cuarto libro relata cómo un zorro, un coyote, un loro y un cuervo le llevaron el maíz amarillo y el blanco a los dioses, que con esos y otros ingredientes esculpieron a los primeros cuatro hombres: Jaguar Quitzé, Noche de Jaguar, No Ahora y Jaguar Obscuro. Esos humanos hablaban, escuchaban y trabajaban. Les dieron las gracias a los dioses exclamando: “Gracias… por habernos formado. Se nos otorgó boca y cara. Hablamos, escuchamos, nos movemos, tenemos conocimiento”. Pero los dioses se dieron cuenta de que su creación era demasiado perfecta, de que podrían saber tanto como ellos. Para que eso no ocurriera nublaron su vista, “como se nubla un espejo”. Así se evitó que los humanos pudieran saberlo todo y pudieran competir en el futuro con los dioses. Los primeros hombres recibieron entonces esposas de los mayas y de ahí surgieron las diversas tribus quiché.

 

Pero aún había obstáculos por superar. Los primeros humanos se dirigieron al Tollan a recibir a sus dioses. Los quichés reciben a Tohil, el dios del fuego. Éste, sin embargo, reclama sacrificios humanos. Muchas personas de otras tribus desaparecen para ser sacrificadas a Tohil y a Auilix (diosa de la luna). Eso conduce a la sublevación de las tribus cercanas a los quichés. Los adoradores de Tohil resisten oleadas de ataques, recibiendo la ayuda de insectos que atacan a los invasores, o bien, los atacantes caen en un profundo sopor. Finalmente, las tribus quiché resultan triunfadoras y Tohil, quien en otra de las leyendas del Popol Vuh se convierte en piedra, será uno de las principales divinidades de los mayas.

 

La importancia mística del juego de la pelota es central en el Popol Vuh. En la vida real el juego fue utilizado para dirimir conflictos entre tribus, con un mínimo derrame de sangre (a veces los perdedores eran ejecutados). Todas las ciudades mayas de cierto tamaño tenían uno o más campos de juego, rectangulares y orientados de norte a sur. En los extremos este y oeste de la cancha se colocaban decoraciones de piedra simbolizando a Gucumatz (Kukulkán), la serpiente emplumada, transportando en sus fauces a Hunahpú o bien a Ixbalanqué. Al primero lo llevaría, como sol, hasta el cénit, y al segundo hacia el inframundo, donde la luna fungía como substituto del sol. Podemos entonces imaginar a los jugadores de pelota descendiendo solemnemente hacia el campo de juego, bajo la mirada de su comunidad, recreando con cada paso el descenso de los héroes gemelos a Xibalbá para enfrentarse con el mal y poder disipar las tinieblas del mundo. A su izquierda y a su derecha Hunahpú e Ixbalanqué los saludan, simbolizando la gloria y la muerte. Retornamos a través del juego al momento de la creación.

 

Habría muchísimo más que relatar, pero la verdad es que editar el Popol Vuh es todavía una especie de proyecto inacabado, a pesar del tiempo transcurrido desde su redescubrimiento. En los últimos años se ha avanzado en la interpretación del texto en quiché. Los nombres de algunos personajes y dioses han sido reinterpretados o han sido reconocidos como parte de otras leyendas mayas. Las mejores traducciones ya vienen repletas de notas del traductor, junto con un glosario de nombres, para mejor poder entender a qué dioses o personajes se refiere el texto. Hay notables diferencias entre las diversas traducciones, pero poco a poco se va logrando interpretar el manuscrito de acuerdo con los últimos descubrimientos de los filólogos y arqueólogos. Regularmente hay nuevas sorpresas, derivadas de excavaciones arqueológicas.

 

De ahí que el Popol Vuh siga siendo un “texto vivo”, tal cual lo pretendían los sacerdotes y guardianes de las tradiciones mayas, quienes preservaron las leyendas en cientos o quizás miles de representaciones orales durante la era precolombina. Es parte de los pocos documentos que nos fueron legados por nuestros antepasados. Celebrémoslo: la elocuencia del Popol Vuh sigue resonando vigorosa a través de los siglos y nos revela lo que alguna vez fue la rica mitología de los hombres del maíz.

 

FOTO: Los mensajeros de Xibalbá invitan a los jugadores del Juego de Pelota. Diego Rivera, 1931/ Portal de Facebook Secretaría de Cultura

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